CAPÍTULO 20

Las gallinas del Indo

Hemos visitado tres grandes ríos civilizadores, los dos de Mesopotamia y el Nilo. Digamos ahora algo, no mucho, de los dos restantes: el Indo en la India y el Amarillo en China.

En el valle del Indo también ocurría, como en Egipto, una crecida anual que dejaba una fértil capa de limo allá donde alcanzaba, lo que aseguraba ubérrimas cosechas a los pobladores de sus riberas. Además, la intensa humedad de los monzones favorecía el crecimiento de una espesa jungla.

Los primeros agricultores comenzaron a arar y sembrar hacia el –6000. Además de cereales lograron domesticar vacas, ovejas, cerdos, cabras, asnos, camellos y gallinas ponedoras. Sus descendientes crearon hacia el –2500 una floreciente civilización que creó grandes ciudades planificadas (Mohenjo-Daro y otras) y se prolongó, por espacio de ocho siglos, en un territorio como el doble de la península Ibérica.

El gobierno estaba en manos de reyes-sacerdotes que habitaban ciudadelas al extremo de la ciudad, dominando un núcleo urbano de casas bajas en las que no faltaban canalizaciones de agua, cloacas para la evacuación de residuos ni baños enladrillados. Eran gente alegre —los ciudadanos, digo, no sólo los reyes-sacerdotes— que gustaban de adornarse, de maquillarse, de rodearse de objetos artísticos, incluso de labrados peines de marfil, y de vestir con elegancia. Las mujeres dieron con una moda de lo más atractiva: una especie de minifalda y nada por encima de la cintura. Usaban carmín en los labios.

El sueño civilizador duró unos siete siglos. Después comenzaron los problemas. Como en Mesopotamia, la sobreexplotación del suelo y la tala de árboles excesiva favorecieron la erosión, y las crecidas que arrastraban la tierra cultivable encenagaron las ciudades y obstruyeron los canales.