Un encanto de mujer esta Cleopatra (–69 a –30). Si la llamo serpiente es por una cuestión de mercadotecnia, para estimular la lectura de este capítulo y porque es el título de uno de mis libros (véase la bibliografía).
La famosa reina de Egipto debió de ser mestiza de egipcia y griega (los tolomeos, descendientes del general de Alejandro Magno, llevaban ya tres siglos en Egipto). En cualquier caso, aunaba la cultura griega y el refinamiento egipcio. En sus escasos retratos se nos representa como una mujer delgada y no muy agraciada: gran nariz ganchuda, frente despejada y, calculando a ojo de buen cubero, talla 105, copa C.
No fue, por tanto, su belleza física la que despertó una ardiente pasión en Julio César y en Marco Antonio (y aun, quizá, la hubiese inspirado en el esquivo Octavio, de haber sido ella algo más joven y él menos avisado). Los escritores de su tiempo se sintieron igualmente fascinados: «Su voz —dice Plutarco— era como un instrumento de muchas cuerdas.» «Existen —escribe otro— cien formas de adular, pero ella sabía mil.»
O sea, una mujer fascinante que sabía sacar partido de su femineidad, de su cultura, de su exotismo y, ¿por qué no?, de otros secretos encantos y habilidades.[81]
Julio César había instalado a Cleopatra en Roma, en su lujosa villa a orillas del Tíber, y no ocultaba su adoración por ella (incluso la había colocado en forma de estatua dorada en el templo familiar de Venus Genetrix). Cuando asesinaron a César, la atractiva egipcia se sintió insegura en Roma y regresó a Egipto apresuradamente junto con el pequeño Cesarión, el hijo que había tenido con Julio. El resto de esta triste historia es bien conocido porque ha inspirado cantidad de obras de arte: después del breve duelo de su viudez, engatusó a Marco Antonio (o viceversa) y ambos se enfrentaron con Octavio, que los derrotó (todo esto se explica en los capítulos romanos que seguirán).[82]
No es seguro que la bella Cleopatra se suicidase haciéndose picar por una serpiente áspid que se había hecho llevar oculta en una cesta de rosas, pero es poéticamente plausible. En cualquier caso, ya queda dicho que la serpiente simbolizaba la divinidad del reino. Dicen que esta ilustre y bella suicida escribió una carta a Octavio suplicándole que la sepultaran al lado de Marco Antonio. El magnánimo vencedor accedió. Cleopatra murió a los treinta y nueve años. Dion Casio le dedica este epitafio: «Conquistó a los dos romanos más ilustres de su tiempo, pero el tercero fue causa de su ruina.»
¡Pena de Egipto! La decadencia sobrevino cuando Estados más poderosos lo sojuzgaron y lo incorporaron a diversos imperios; primero los persas, después los griegos (Alejandro Magno); después, sucesivamente, los romanos, los bizantinos y los musulmanes. O sea, fue de mal en peor hasta llegar al actual Egipto, que del antiguo sólo conserva el nombre, como fácilmente observamos en los telediarios y a poco que pongamos los pies en él.
Cleopatra (Museo de Berlín).