Inducción

Separado de nosotros por abismos de tiempo y extrañas dimensiones sueña el antiguo mundo de Nehwon con sus torres, calaveras y joyas, sus espadas y brujerías. Los reinos conocidos de Nehwon se encuentran en el Mar Interior: al norte la boscosa y salvaje Tierra de las Ocho Ciudades, al oeste los jinetes mingol, que habitan las estepas, y el desierto por donde avanzan lentamente las caravanas de las ricas Tierras Orientales y el río Tilth. Pero hacia el sur, unidos al desierto sólo por la Tierra Hundida y defendida más allá por el Gran Dique y la Montaña del Hambre, están los ubérrimos campos de cereales y las ciudades amuralladas de Lankhmar, las más antiguas y principales tierras de Nehwon. Dominando la Tierra de Lankhmar y agazapada en la desembocadura llena de sedimentos del río Hlal, en un rincón seguro entre los campos de cereales, el Gran Pantano Salado y el Mar Interior se halla la metrópolis de Lankhmar, de imponentes murallas y laberínticos callejones, rebosante de ladrones y sacerdotes afeitados, magos escuálidos y panzudos mercaderes… Lankhmar la Imperecedera, la Ciudad de la Toga Negra.

Una negra noche, en Lankhmar, si hemos de dar crédito a los libros rúnicos de Sheelba del Rostro Sin Ojos, se encontraron por primera vez estos dos dudosos héroes y caprichosos bribones, Fafhrd y el Ratonero Gris. Los orígenes de Fafhrd eran fáciles de percibir por su altura que superaba los siete pies y su cuerpo esbelto y elástico, sus adornos remachados y su enorme y larga espada. Estaba claro que era un bárbaro procedente del Yermo Frío, más al norte incluso que las Ocho Ciudades y las Montañas de los Duendes. Los antecedentes del Ratonero eran más crípticos y apenas podían deducirse de su estatura infantil, su atuendo gris, la capucha de piel de ratón bajo la que se embozaba su rostro atezado y chato y su estoque engañosamente delicado. Pero algo en él sugería ciudades y tierras del sur, las calles oscuras y también los espacios inundados de sol. Mientras la pareja se miraba desafiante a través de la oscura niebla iluminada indirectamente por distantes antorchas, tenían ya una leve conciencia de que eran dos fragmentos que encajaban, separados durante largo tiempo, de un héroe más grande y que cada uno había encontrado un camarada que duraría más que un millar de búsquedas y toda una vida -o un centenar de vidas- de aventuras.

Nadie en aquel momento podría haber adivinado que el Ratonero Gris se llamó en otro tiempo Ratonero, o que Fafhrd había sido recientemente un joven cuya voz era aguda mediante entrenamiento, que sólo llevaba pieles blancas y que aún dormía en la tienda de su madre, aunque tenía dieciocho años.