La noche llegó y con ella las dudas. Montse observó risueña a Juana, que se peinaba frente al espejo preparándose para su cita con Alaisthar. Estaba feliz. Aquella noche pintaba muy bien.
—¿Me dejo el pelo suelto o recogido?
Julia y Montse se miraron, incrédulas ante su nerviosismo.
—Creo que a tu pelirrojo le dará igual como lo lleves —respondió Julia.
—Llévalo suelto. A los hombres les gusta más —apostilló Montse.
—¡Joer! Estoy hasta nerviosa ¡Ni que fuera mi primera vez!
—Es tu primera vez con él, es normal —sonrió Montse al escucharla—. Por cierto, si le vas a contar nuestro secretito, llévate la Blackberry para que alucine un poquito cuando la vea y crea algo que lo que le dices. Yo le llevaré mi iPhone a Declan. Seguirá sin dar crédito a mis palabras, pero digo yo que al menos le hará pensar.
Julia se levantó de la cama y se puso en jarras ante ellas. Todo lo que dijo a continuación las dejó boquiabiertas.
—¿Qué pasa con vosotras? ¿Acaso no os dais cuenta de que esto es algo… algo circunstancial y que, en menos de un mes, si la jodía gitana no nos la juega, regresaremos a nuestra época? ¿Qué hacéis tonteando con dos hombres a los que no podéis prometer nada? ¿No os dais cuenta del daño que les vais a hacer, además del que os hacéis vosotras mismas?
—Julia… —murmuró Montse. Sabía que llevaba razón pero no quería pensar en eso.
—¡Ni Julia ni leches! —protestó ella—. Escuchadme de una vez, ¡maldita sea! Os estáis enamorando de los hombres equivocados. No porque ellos no sean buenas personas, que me consta que lo son, sino porque no son reales. ¿No lo veis?
—Ay, mi niña, no te irrites pero Alaisthar es real ¡Muy real!
Julia al escucharla se llevó las manos a la cabeza.
—¡Estáis ciegas! No, peor que eso; no queréis ver… ¿Es que no me entendéis? Esos hombres tienen su vida aquí, vosotras no. Vuestra vida está fuera de esta época, ¡joder!, en el siglo XXI. Esto… Esto que nos ha pasado es algo imposible de entender, de contar y de creer, y vosotras lo estáis complicando aún más con vuestros actos. —Se dirigió a la canaria—. ¿No te has parado a pensar qué sentirá Alaisthar el día que se dé cuenta que has desaparecido…? ¿No ves que estás rompiendo su vida al tontear con él? Ese hombre tenía algo con otras mujeres que ahora ha dejado para estar contigo. Por Dios, ¿es que no me entiendes? —Al ver que ésta no respondía se volvió hacia Montse—. ¿Y tú? ¿Qué me dices de ti? Sé que calientas la cama de Declan Carmichael desde hace tiempo ¿Creías que no me daba cuenta de cómo te ibas y volvías de madrugada? Y antes de que digas algo, déjame decirte que te guste o no Rapunzel, era la persona que hasta que tú has llegado aquí ocupaba, si no el corazón, sí la mente del duque. Ella es insoportable y con seguridad dañina para la salud, pero esa idiota y Declan tenían algo. Algo que tú has roto como ha hecho Juana con Alaisthar. Y tras esta charla, que ojalá nunca hubiera tenido que daros, sólo me queda una pregunta por haceros: ¿pensáis quedaros aquí cuando debamos regresar a nuestra época?
Juana y Montse se miraron.
—Ni qué decir tiene que regresaremos ¿por qué preguntas esa absurdez? —respondió Montse.
Julia, todavía con la boca caliente a causa de su última explosión, prefirió no seguir haciendo más comentarios al respecto y se limitó a contestar simplemente al porqué que aludía Montse.
—Porque os quiero, os conozco y no quiero perderos. ¿Tan difícil es de entender?
La canaria y Montse volvieron a cruzar una significativa mirada. Ellas habían mantenido precisamente aquella misma conversación, pero escucharlo de una tercera persona les hizo pensar.
—Tienes razón. Estamos haciendo el canelo. Pero Alaisthar… —murmuró Juana.
—Le vas a romper el corazón cuando te vayas, y lo mismo te digo a ti, Montse. ¡Pensadlo!
—Tienes razón —aceptó Montse, sentándose—. Toda la razón del mundo.
Después de aquella tensa conversación, ninguna habló más. Juana terminó de arreglarse y, antes de salir por la puerta, miró a sus amigas.
—No tardaré —dicho esto se marchó.
Montse se levantó y, tras dar un beso a Julia que la miró con lágrimas en los ojos, intentó tranquilizar a su amiga, consciente de que debía solucionar aquello antes de que fuera imposible.
—Regresaré pronto, pero primero quiero hablar con él.