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El resto de la tarde Montse se sintió desfallecer ¿Qué hacer? ¿Debería ir aquella noche a ver a Declan? ¿O no? Las últimas palabras de él, «te esperaré», le hicieron recordar y tararear aquella canción mientras tendía la ropa limpia que Edel había traído.

Esperaré, que las manos me quieras tomar […]

que un día no puedas sin mi amor vivir.

Juana se acercó en esos momentos a su amiga para decirle algo al oído mientras la tomaba del brazo.

—He quedado dentro de un rato con Alaisthar.

—¿Y?

—Que voy dispuesta a dejar de respetarle de una santa vez. O lo hago o te juro que exploto. —Aquello provocó la risa de Montse—. Te lo cuento para que no te asustes si ves que no llego a la hora de dormir y que se lo digas a la Duval para que no se alarme.

—¿Estás segura de lo que vas a hacer?

—Totalmente segura. ¡Segurísima! Anoche, cuando me besó delante de todos, me puse cardiaca. Ay, mi niña, el potencial sexual que tiene mi pelirrojo debe de ser la leche. Y mira lo que te digo, porque soy pequeña y recogidita que, si no, te juro por mi abuela Lola que me lo hubiera echado al hombro y lo habría hecho mío en ese mismo instante.

Divertida, Montse tuvo un ataque de risa tan fuerte que tuvo que sentarse junto a un tronco.

—¿Puedo ser sincera? —murmuró cuando se repuso.

—Por supuesto, y como diría mi pelirrojo favorito: «Te lo exijo».

—Creo que si te gusta Alaisthar, con este paso que vas a dar te va a gustar más.

—Lo dices por lo tuyo con Declan ¿verdad?

Montse asintió con un suspiro.

—Pero —continuó con una amarga sonrisa—, ¿has pensado que nuestro tiempo aquí se acabará tarde o temprano?

—No.

—Pues deberías. ¿Qué va a pensar Alaisthar cuando no te encuentre? ¿Le has contado la verdad, el por qué estamos aquí?

—No. Si lo hago pensará que estoy como un cencerro —contestó Juana con sinceridad.

—Lo sé. Creo que eso es lo que, en el fondo, Declan piensa de mí. Pero el día que yo desaparezca, quizá recapacite y se dé cuenta de que le decía la verdad.

—Ay, mi niña, si me lo dices así, quizá debería confesárselo. ¿Pero cómo?

—Pues contándoselo, ni más ni menos.

Ambas permanecieron unos segundos calladas.

—Declan me ha pedido que esta noche me reúna de nuevo con él en su habitación. Y aunque lo deseo, sinceramente no sé qué hacer. Creo que estoy interfiriendo en su vida y eso me comienza a asustar. Según dicen Edel y Agnes, él y Rose eran algo más que amigos y yo, a pesar de que él me ha dicho que ella no es nada para él, no puedo llegar, desbaratar su vida y luego desaparecer sin más. Creo que no sería justo para él.

—Mira, si sigues por ese camino me harás cambiar de idea con respecto a lo que tengo pensado hacer con Alaisthar esta noche. Y aunque sé que tienes razón, no voy a poder contener más mi instinto sexual.

Al cabo de un buen rato vieron aproximarse a unos jinetes. Eran guerreros de Declan y unos cuantos de Rose O’Callahan. Edel, Julia y Agnes que trasteaban en la cocina con los fogones hablando de recetas, no pudieron evitar lamentarse por la visita.

—Creo que hoy cocinaremos hasta las tantas —se quejó Montse.

—No me digas que en este momento un Telepizza o un Burger King no nos vendría de lujo… —se mofó Juana.

Divertidas por aquel comentario, ambas entraron a la casa para ayudar a las demás.