No me separé de la cama de Devlin en ningún momento. Le sostenía la mano día y noche, rogándole que volviera. La tentación de quedarse con Shani debió de ser irresistible, porque en ningún momento mostró intención de dar media vuelta.
Habían pasado ya tres noches desde el incidente. Justo cuando por fin había conseguido dormirme, noté otra presencia en la habitación. Abrí los ojos y vi a Darius Goodwine frente a la puerta.
—Sé lo que pretendías hacer —dije—. Utilizaste a Shani como anzuelo para que atravesara el velo. Así Mariama podría meterse en mi cuerpo.
—Eres una mujer fuerte —contestó con una pizca de admiración—. Mucho más fuerte que Mariama.
A decir verdad, en ese momento no me sentía en absoluto una mujer fuerte. Más bien me sentía… impotente.
—Dijiste que contaba con un poder que no explotaba. Enséñame a utilizarlo para traerle de vuelta —rogué.
—Resucitar a un muerto siempre conlleva consecuencias inesperadas —respondió.
—Quiero que vuelva.
Alcé la cabeza y miré a mi alrededor. Estaba sola en la habitación.
Un segundo más tarde, Devlin parpadeó.
—¿Amelia?
—Sí, soy yo. Bienvenido —murmuré, y sentí una punzada momentánea de miedo al pensar en esas consecuencias inesperadas.