UNAS PALABRAS SOBRE EL ACTO DE COMER ÁGUILAS por el Agente Verdad
Es muy posible que un joven al que los arqueólogos de Jamestown apodaron J. R. fuera el primer blanco asesinado por otro blanco en América; sin embargo esto es sólo una manera de hablar, ya que América no se llamaba todavía América en la época en que se colonizó Jamestown. Por cierto, J. R. significa Jamestown Rediscovery y es el prefijo que llevan todos los objetos encontrados en el programa de excavaciones arqueológicas, entre ellos las tumbas y los cadáveres que se hallaron en el lugar. No sabemos quién mató a J. R. y, en el momento de escribir esto, ni siquiera estamos seguros de quién es J. R.
Sin embargo, gracias a la ciencia J. R. ha conseguido contarnos un par de cosas. Los resultados de la prueba del carbono 14 confirman que murió en 1607, pocos meses después de que los primeros colonos llegaran a Jamestown, por lo que podemos concluir que fue uno de los 108 ingleses, entre adultos y muchachos, que zarparon de la isla de los Perros y quedaron encallados en la desembocadura del Támesis. La antropología nos dice que se trataba de un hombre robusto, de metro sesenta y cinco, barbilla redondeada, mandíbula pequeña y entre diecisiete y veinticinco años, que no presentaba signos de artritis y tenía unos dientes en buen estado, lo cual indica que su dieta no incluía el azúcar. Las pruebas de plomo, estroncio e isótopos de oxígeno demuestran que creció en el Reino Unido, posiblemente en el sudeste de Londres o en Gales.
J. R resultó mortalmente herido en la pierna con más de veinte perdigones de un mosquete del calibre sesenta, que en esa época se consideraba un arma de combate.
Las pruebas forenses demuestran que el rifle de mecha que lo mató fue disparado desde demasiado lejos como para que la herida se la hubiese infligido él mismo. Murió desangrado y fue enterrado sin mortaja en un ataúd hexagonal, con los pies hacia el este, siguiendo la tradición cristiana.
Si a J. R. lo mató otro colono, y yo creo que sí, esto nos lleva a las teorías del móvil, el cual puede inferirse de la documentación histórica. Un recorrido por los escritos de la época y la subsiguiente combinación de las palabras con los objetos y los huesos que se encontraron en las excavaciones puede sugerirnos varias posibles causas por las que J. R. podría haber sido asesinado.
Tal vez andaba metido en alguna intriga política o tenía dificultades domésticas o no trabajaba y se aprovechaba de los demás o era un ladrón o tomaba más comida de la que le correspondía. Quizá se dedicaba al canibalismo, como un colono posterior que fue ejecutado tras ser descubierto salando a su esposa muerta. O a lo mejor se encontró con un «natural» de la zona, que se había hecho con un arma y había querido probarla. O, lo que es más probable, J. R. tuvo un altercado con otro colono armado que decidió que el mejor lugar donde dispararle era la pierna, porque quizá J. R. llevaba casco y una coraza en el torso; tal vez el colono le disparó después de descubrir que espiaba para los españoles o que era un pirata.
Yo sospecho que J. R. era un espía, o un pirata, o ambas cosas. Sea cual fuere la verdad, la muerte de J. R. no fue agradable, es muy probable que permaneciera consciente el tiempo suficiente para advertir que se moría. Lo imagino yaciendo dentro de una fortaleza, cayendo lentamente en el estado de shock mientras veía que se desangraba por una arteria cortada detrás de la rodilla; e imagino la conmoción en el lugar, con los colonos transportando de un lado a otro trapos y agua del río y todas las medicinas que tenían a su alcance. Tal vez intentaron confortar a J. R., o quizá todos se enfrentaron al agresor y lo interrogaron.
Quién sabe. Pero mientras imaginan este trágico drama, mis fieles lectores, seguro que se están formulando la misma pregunta que me hago yo: ¿Por qué no hay ninguna mención de la muerte de J. R. en los escritos de John Smith? ¿Por qué, hasta la fecha, no hay ninguna referencia en ninguna crónica a este joven colono que fue abatido de manera accidental o deliberada?
Así se demuestra que la historia no es más que lo que ciertas personas deciden que las generaciones futuras deben saber. Supongo que cuando John Smith escribía sus relatos y contaba historias destinadas al rey James y a la gente de su tierra natal, era lo bastante astuto y perspicaz para saber que los patrocinadores financieros y los potenciales colonos quedarían un tanto decepcionados si se enteraban de que en Jamestown la gente era ingobernable y asesina, estaba constantemente asediada por los «naturales» y se veía obligada por el hambre a comer serpientes, tortugas y un águila por lo menos, según los restos que los colonos dejaron en la zona.
Los inicios de América no fueron excitantes, divertidos y ni siquiera patrióticos, pero realmente servirían como modelo para un reality show televisivo que conseguiría que Supervivientes pareciera Isla Fantasía. Y debo admitir con pesar que las cosas no han cambiado demasiado. ¡Miren el triste y sádico asesinato de Trish Trash! Tampoco sabemos quién la mató pero les pido, amigos lectores implicados en la comunidad, que me escriban un correo electrónico si, por casualidad, conocieron a Trish o saben algo de su vida, como sus intereses, aficiones, si leía, si utilizaba Internet o si había mencionado a alguien o algo nuevo en su vida en los últimos tiempos.
¡Tengan cuidado ahí afuera!