17

Estaba mucho más oscuro dentro que fuera. La iluminación era muy escasa, sólo había unas tiras de luces de colores colgadas del techo que casi no surtían efecto en la oscuridad. Era difícil ver, y las paredes de latón del enorme cobertizo hacían eco y vibraban en tal cacofonía salvaje de música y risas y gritos y personas que iban de un lado a otro, que estaba un poco desconcertada, incluso un poco asustada. Rachel y yo nos manteníamos juntas, agarradas del brazo.

Carly iba por delante, confiada y segura; estaba en su elemento. La seguimos hacia una bañera antigua llena de hielo y latas de cerveza y Coca-Cola. Carly sacó tres cervezas y nos ofreció una a cada una.

—¿De quién es esto? —pregunté.

Carly negó con la cabeza, no podía oírme.

—¿Podemos servirnos nosotras mismas? —grité.

Carly se encogió de hombros y miró a su alrededor.

—No veo a nadie que nos lo impida —chilló ella con una amplia sonrisa—. Vamos…

Carly se metió entre la multitud que bailaba frente al escenario y empezó a mover los pies, a sacudir la cabeza, a moverse al ritmo de la música. Levantó la lata de cerveza en nuestra dirección, nos guiñó el ojo y le dio un trago largo, luego levantó el otro brazo y nos hizo señas para que fuéramos hasta allí.

Rachel me miró interrogante, pero yo negué con la cabeza. No quería bailar todavía. Era muy probable que mi novio, Will, estuviera por allí, y primero quería encontrarlo. Así que le cogí la cerveza a Rachel para que tuviera las manos libres y le hice una seña para que se fuera con Carly.

Igual que cuando tocaba el piano, Rachel se ponía en trance cuando bailaba. Toda conciencia de sí misma desaparecía y se movía suave y rítmicamente y en perfecta armonía con la música. Me miró con una enorme sonrisa de felicidad en la cara y me reí. Yo estaba borracha de una forma agradable debido a todo el alcohol que ya me había bebido, aturdida por la multitud y la música, contagiada de la excitación que me rodeaba. Estaba entusiasmada por la posibilidad de ver a Will. Y estaba segura de que él estaría tan contento de verme como yo de verlo a él.

Apoyé la espalda contra la pared y me bebí tranquilamente la cerveza —que en realidad no me gustaba— y miré a Rachel y a Carly. Estaba a punto de darme un paseo por la nave para ver si encontraba a Will, cuando él apareció frente a mí.

Tenía una sonrisa radiante en la cara y movía la cabeza, negaba, como si me preguntara qué demonios estaba haciendo allí. Le devolví la sonrisa, pero ninguno de los dos dijo una palabra, sólo nos apretamos el uno contra el otro, olí su piel —a hierba fresca, y un poco a chocolate, y un poco a sudor— y él juntó los labios con los míos y nuestras bocas se abrieron y se exploraron, hambrientas.

Nos besamos y abrazamos y nos inclinamos un poco hacia atrás para poder vernos el uno al otro, nos reímos y volvimos a juntar los cuerpos. Estábamos tan contentos de habernos encontrado, tan excitados por el ambiente y por nuestro deseo mutuo que no dejábamos de sonreír. Hasta cuando nos besábamos me di cuenta de que Will seguía sonriendo.

Y mientras apretaba su cuerpo contra el mío noté que tenía una erección, y saber que había pasado tan rápido, que con solamente verme y tocarme un instante su cuerpo había reaccionado así, fue muy emocionante. Sentí una agitación de respuesta en las ingles y supe que quería hacerlo con él. Quería hacer el amor. No esa noche, pero pronto. Muy pronto. Y me apreté contra él, respondí a su impulso. Como si le hiciera una promesa.

Y como ahora estaba con Will, la cerveza empezó a saberme mejor y de repente me alegré de que todo estuviera tan oscuro, era reconfortante y romántico. Me sentí protegida como dentro de un capullo. Como si, a pesar de la multitud, estuviéramos nosotros dos solos.