Los once relatos incluidos en este segundo volumen de los tres que constituyen nuestra antología asimoviana, fueron escritos a principios de los 40, en un momento en que el autor ya empieza a sentirse seguro de sí mismo como profesional de la pluma. Si en el primer tomo asistíamos a los inseguros y fogosos escarceos iniciales de un principiante, aquí le vemos avanzar con paso firme hacia la profesionalidad. De hecho, puede que el aficionado a la SF empiece a reconocer algunos relatos (como Homo Sol, con que se inicia la selección, del que existen anteriores versiones en castellano), escapados al anonimato de esta primitiva etapa literaria.
El ingenuo y convencional humorismo de los primeros relatos del joven Asimov empieza a dar paso a la peculiar ironía del científico en que se estaba convirtiendo, consciente de las contradicciones y prejuicios de los medios intelectuales. Así, el tradicional desprecio del «científico puro», a menudo víctima de un fatuo dogmatismo, hacia el injustamente subvalorado «técnico», da lugar a la narración más inquietante del tomo (dejemos al lector la tarea de adivinar el título… tras leer los relatos, naturalmente).
Esta regocijante ironía del científico que logra «distanciar» su condición de tal y desmitifica la ciencia oficial minando su aureola de vana dignidad, será en lo sucesivo una de las características más peculiares y atractivas de Asimov.
En esta selección vemos también cómo Asimov inicia dos experiencias características de la narrativa de SF: la colaboración y la serie.
La colaboración entre autores es tal vez más frecuente en la SF que en otras formas de narrativa, en función de esa tradicional y artificiosa dicotomía entre «ciencias» y «letras», que hace que a menudo un autor con la mente bien entrenada a nivel especulativo no esté muy dotado para la fabulación literaria, o viceversa. Por eso es muy típica en la SF la colaboración en que uno de los autores suministra la idea-base y el otro la desarrolla en forma de narración. Precisamente Fred Pohl, el partner de Asimov en los dos relatos en colaboración aquí incluidos, formaría luego, con C. Kornbluth, el más fecundo dúo de la SF anglosajona, dando lugar a obras tan importantes como la famosa Mercaderes del espacio.
Asimov, sin embargo, no se muestra muy partidario de las colaboraciones, por lo que estos relatos compartidos constituyen una excepción en su bibliografía. Es una lástima que la colaboración Pohl-Asimov no cuajara, ya que de unirse los profundos conocimientos y la fina intuición de Asimov en el campo científico con el muy superior sentido crítico y la penetración sociológica de Pohl, los resultados hubieran sido sin duda interesantes.
En cuanto a las series o ciclos de relatos, también son muy característicos de la SF, por razones fáciles de comprender: para ambientar un relato, normalmente el autor ha de describir con más o menos detalle un determinado futuro hipotético, un «escenario cósmico», que, si resulta atractivo, puede servir de telón de fondo a otras narraciones. Así, una vez descritas en Homo Sol las características y finalidades de una hipotética Federación Galáctica de humanoides, nada le impide a Asimov escribir un par más de relatos (El número imaginario y La novatada) en los que se parte de los mismos presupuestos, aunque varíen la trama y los personajes.
Precisamente una serie comenzada a principios de los 40, la trilogía de las Fundaciones, también conocida como «ciclo de Trántor», se convertiría en una de las obras clave del género y, sin duda, en la más famosa de Asimov.
Pero eso ya es otra antología…
CARLO FRABETTI