I

Dos días más tarde vieron como los maltrechos supervivientes de la flota llegaban a puerto. Moonglum, completamente recuperado gracias a las hierbas curativas de Elric, los contaba, desesperado.

—Demasiado pocos —dijo—. Es éste un día aciago. Tras ellos sonó una trompeta.

—Alguien llega desde el continente —anunció Dyvim Slorm.

A grandes zancadas regresaron al Fuerte del Atardecer y llegaron a tiempo para ver a un arquero vestido de rojo que desmontaba de su caballo. Su rostro casi descarnado parecía esculpido en el hueso. Iba encorvado por el cansancio.

—¡Rackhir! —exclamó Elric, sorprendido—. Tú dominas la costa ilmiorana. ¿Por qué estás aquí?

—Nos obligaron a retroceder. El Teócrata nos envió dos flotas. La otra venía desde el Mar Pálido y nos cogió de sorpresa. Nuestras defensas fueron aplastadas, el Caos entró a saco y nos vimos obligados a huir. El enemigo se ha establecido a menos de doscientos kilómetros de Bakshaan y desde allí marcha sobre el país… aunque más bien debería decir fluye sobre el país. Probablemente espera encontrarse con el ejército que el Teócrata planea desembarcar allí.

—Aaah, no hay duda, estamos derrotados… —La voz de Moonglum sonó como un suspiro leve.

—Hemos de conseguir ese escudo, Elric —dijo Dyvim Slorm—. ¿Dónde está Sepiriz?

—Tanto si viene como si no, he de partir esta misma noche hacia Karlaak. Mi Zarozinia está en peligro. —Elric se sintió presa de la desesperación. Se volvió y condujo a Rackhir hacia el otro lado del patio y entraron en la Fortaleza—. Ven, Rackhir, debes descansar y luego ya nos contarás cuanto puedas.

Sin embargo, Sepiriz lo esperaba en el vestíbulo cuando se dirigió hacia allí después de haber acompañado a Rackhir a sus aposentos.

—Tu rostro está atormentado por la angustia, Elric, ¿te has enterado?

Elric asintió y luego dijo:

—Si ese escudo es nuestra única esperanza, Sepiriz, entonces debe de ser mío. ¡Dime cómo conseguirlo!

—Dentro de un momento. Por fin hemos logrado ponernos en contacto con los Señores Blancos, pero es poco lo que pueden hacer por ahora. Habrá que abrir un sendero hacia su plano a través de las barricadas que el Caos ha construido para impedirles el paso. Las conquistas terrenales de Jagreen Lern están casi acabadas. Una vez consolidadas, le permitirán hacerse con más poderes para reunir más aliados del Caos, las fuerzas más increíbles de ese reino se pondrán de su lado. Con la ayuda de Pyaray y de su Flota del Caos es ahora prácticamente invencible… si Pyaray pereciera…

—¿Cómo podríamos eliminar a Pyaray?

—Un hombre ha de destrozar el cristal que lleva encima de la cabeza. Allí guarda su vida y su alma. Pero todavía no puedes intentarlo, Elric. A pesar de que tu espada te da cada vez más fuerza, antes necesitas el escudo de Mordaga. ¿Notas con qué rapidez tu acero te nutre de fuerza?

—Es cierto. Sin embargo, parece como si ahora dependiera más de esa fuerza —dijo, categórico—. Es mucho mayor ahora, pero yo estoy más débil.

—Esa fuerza la obtienes por medios malignos y es maligna en sí misma —dijo Sepiriz con tono serio—. El poder de la espada continuará aumentando, pero a medida que la fuerza de origen maligno vaya llenando tu ser, tendrás que luchar con más ahínco para controlar la potencia que llevas dentro. Para ello también necesitarás poder. De modo que has de usar parte de ese poder para luchar contra él.

Elric aferró la empuñadura de su espada y replicó:

—Aunque el mundo se venga abajo y se convierta en un gas hirviente, voy a vivir. ¡Juro por el Equilibrio Cósmico que la Ley triunfará y que a esta tierra llegará una nueva era!

—Esperemos que así sea, Elric. Ahora bien, el castillo de Mordaga es prácticamente inexpugnable. Se alza en el risco más alto de una montaña solitaria, a la que se llega después de subir ciento treinta y nueve escalones. Rodeando estos escalones hay cuarenta y nueve saúcos, de los que habrás de cuidarte especialmente. Además, Mordaga posee una guardia formada por ciento cuarenta y cuatro guerreros. Te doy las cifras exactas porque estos números poseen un valor místico.

—De los guerreros me cuidaré, no cabe duda… ¿pero por qué de los saúcos?

—Cada uno de los saúcos contiene el alma de uno de los seguidores de Mordaga, a los que éste castigó de ese modo. Son unos árboles vengativos.

—¿Y el cuarto hombre de la profecía? Sepiriz se mostró entristecido al responder:

—Ya ha venido… por eso estoy aquí ahora. El pobre Rackhir es el cuarto.

—¿El pobre Rackhir? ¿Pobre por qué? Sepiriz sacudió la cabeza y repuso:

—No importa… ya está todo dispuesto. —Entrelazó las manos y añadió—: Encontraréis vuestros corceles nihrainianos en los establos. Os llevarán más deprisa y llegaréis hasta Mordaga a tiempo. Aprovechad su rapidez, porque el Caos no tardará en entrometerse. —Aferró a Elric por el brazo y el albino se sorprendió al ver una mirada de piedad en los ojos del vidente—. Ah, Elric, me temo que todavía te esperan muchos pesares. Ahora vete a dormir mientras Rackhir descansa y diles a tus compañeros que hagan lo mismo, pronto deberéis partir.