Libro segundo

El escudo del gigante triste

Sobre el mundo se había cernido la sombra de la anarquía. Ni los dioses, ni los hombres, ni siquiera aquel que gobernaba a ambos lograban ver claramente el futuro y el destino de la Tierra, pues las Fuerzas del Caos iban aumentando su poder tanto por sí mismas como a través de sus esbirros humanos. Sobre la faz de la Tierra todo era destrucción y angustia, a excepción del poco poblado continente Oriental y de la Isla de las Ciudades Purpúreas. La potente marea del Caos no tardaría en bañar el mundo entero a menos que se convocara a una fuerza superior para que le pusiera freno.

Más allá del plano terrestre, en sus reinos fronterizos, los Señores de los Mundos Superiores contemplaban la lucha, y ni siquiera ellos alcanzaban a ver el destino de Elric.

Grandes movimientos en la Tierra y más allá de ella; tomaban forma grandes destinos, se planeaban grandes acontecimientos, y sin embargo, ¿era acaso posible que a pesar de los Señores de los Mundos Superiores, a pesar de la Mano Cósmica, a pesar de la miríada de ciudadanos sobrenaturales que pululaban en el universo, sólo ese Hombre pudiera decidir la cuestión?

¿Un solo hombre?

¿Un solo hombre, una sola espada, un solo destino?

Crónica de la Espada Negra