La trilogía los diarios de la familia Drácula, de la que EL SEÑOR DE LOS VAMPIROS es la tercera entrega, hace uso de la historia, la leyenda y la ficción. Pero es sobre todo una obra que se engarza en el texto de Drácula conformando una «precuela» a la narración de Stoker, con la que el presente libro se solapa. La trilogía introduce giros innovadores en la conocida trama que sirven para cubrir lo que algunos lectores perciben como ausencias en el original. ¿Por qué estaba Abraham van Helsing tan obsesionado con encontrar a Drácula? ¿Qué les pasó realmente a la mujer y al hijo del buen profesor? ¿Cuáles eran los orígenes de las vampiresas en el castillo de Drácula en Transilvania? ¿Quién era el esquivo Arminius? Pero más importante, la trilogía crea una prehistoria del propio conde Drácula, estableciendo la conexión entre el vampiro de Stoker y el príncipe valaquiano del siglo XV, Vlad el Empalador (también conocido como Drácula). Como esta no es la primera vez (y ciertamente no será la última) que el conde y el voivode son unidos en la ficción (y en el cine), creo que sería útil delinear cuál es realmente la naturaleza de esta intrigante conexión.

A pesar de la atención dada a Vlad por historiadores tanto en Rumania como en Occidente, aún sigue siendo en gran medida un enigma. Incluso el nombre por el que se le conoce es objeto de debate. Mientras que hay evidentes pruebas de que él mismo usaba el sobrenombre de «Drácula» (y otras variaciones) y así se refieren a él varios textos de los siglos XV y XVI, muchos historiadores rumanos aún insisten en usar el nombre de «Tepes» (que significa «Empalador»), un apodo muy poco halagador que fue por primera vez usado por cronistas turcos. Aquellos historiadores que han tratado de reconstruir su vida han tenido que estudiar numerosos relatos impresos de sus atrocidades, muchos de los cuales son claramente tendenciosos, como también narraciones orales rumanas y leyendas igualmente parciales que lo pintan como un heroico patriota. También hay versiones que no coinciden en algunos elementos clave, sobre todo en lo concerniente a cómo fue asesinado y dónde están enterrados sus restos. Pero hay un hecho que destaca sobre los demás en todo este material histórico: fuese lo que fuese Vlad, en ningún lugar se afirma que fuese (o se creyese) un vampiro. Esa asociación es claramente el resultado de que Bram Stoker decidiese apropiarse del nombre de «Drácula» para su malvado conde (para disgusto de muchos rumanos, que ven la novela como una denigración de sus héroes nacionales).

Pero esto plantea una pregunta fundamental. ¿Hasta qué punto basó de hecho Bram Stoker su conde Drácula en Vlad el Empalador? Aunque para muchas personas los dos nombres han llegado a ser casi sinónimos, la naturaleza de esta conexión es altamente especulativa. Ya no hay duda alguna de dónde encontró Stoker el nombre «Drácula». Sabemos por sus notas de trabajo (que se conservan en el Museo Rosenbach en Filadelfia) que en marzo de 1890 había comenzado a trabajar en la novela, y que incluso había elegido un nombre para su vampiro: el conde Wampyr. También sabemos que, en el verano de ese mismo año, mientras estaba de vacaciones en Whitby, se encontró con el nombre de «Drácula» en un libro que tomó prestado de la biblioteca pública de esa población. An Account of the Principalities of Wallachia and Moldavia[1], (1820) de William Wilkinson, contiene unas breves referencias a un «voivode Drácula» (al que no se llama «Vlad» en ningún momento) que cruza el Danubio y atacó las tropas turcas. Pero lo que parece que atrajo la atención de Stoker fue un pie de página en el que Wilkinson afirma que «Drácula en idioma valaquiano significa "diablo"», Stoker completó esta información con retazos de otras fuentes sobre la historia de Rumania (que anotó cuidadosamente en sus notas) y creó una historia para su conde Drácula. Wilkinson es la única fuente de información conocida de Stoker en lo concerniente a lo histórico. Todo lo demás son especulaciones.

Y hay muchísimas, algunas de ellas bastante exageradas. Por ejemplo, se ha sugerido que Stoker creó la idea de clavarle una estaca a un vampiro porque conocía la inclinación de Vlad a empalar a sus enemigos en estacas; que la afición de Reinfeld por los insectos y otros pequeños animales es una representación de la costumbre de Vlad de torturar pequeños animales cuando estuvo preso en Hungría; o que el Conde Drácula se ve repelido por los símbolos sagrados porque Vlad traicionó a la Iglesia ortodoxa al convertirse al catolicismo. Tales especulaciones han surgido de la asunción (que aún hay que demostrar de manera definitiva) de que Stoker sabía mucho más sobre Vlad de lo que había leído en Wilkinson y que sus principales fuentes fueron el profesor húngaro Arminius Vambery, y sus propias lecturas en el museo Británico (a ambos hechos se alude de manera indirecta en la novela).

Mucho se ha escrito de lo que Stoker pudo aprender de Vambery. Se ha afirmado que Vambery suministró a Stoker información sobre Transilvania, sobre el folclore vampírico, y sobre el propio Vlad. Algunos sugieren que Vambery podría haber incluso presentado a Stoker algunos de los materiales del siglo XV sobre Vlad. Pero no son más que especulaciones basadas en pruebas circunstanciales. Sí sabemos que los dos se vieron al menos en dos ocasiones. A pesar de que tenemos documentados estos encuentros (Stoker se refiere a ellos en su libro de 1906 Personal Reminiscences of Henry Irving), no hay nada que indique que la conversación incluyera a Vlad, los vampiros, o siquiera Transilvania. Aún más, no hay pruebas escritas de correspondencia entre Stoker y Vambery, como tampoco se menciona a Vambery en las notas de Stoker sobre Drácula. En cuanto a la teoría que dice que lo que aprende Van Helsing de Arminius en la novela (por norma general el personaje se considera un homenaje a Vambery) es un reflejo de lo que Stoker aprendió del húngaro, lo cierto es que casi todo este material puede ser fácilmente rastreado en las fuentes conocidas de Stoker.

Aunque Stoker llevó a cabo ciertas investigaciones en el museo Británico, no hay evidencias de que descubriese más información sobre el Drácula histórico. Hay bastantes especulaciones acerca de la posibilidad de que pudiese haber tenido acceso a uno de los panfletos alemanes del siglo XV sobre Vlad el Empalador en el que aparecía un retrato grabado en madera acompañado por el texto: «Una historia aterradora y asombrosa sobre el gran bárbaro sediento de sangre conocido como Drácula». Esto ha conducido a algunos a concluir que la descripción física del Conde Drácula que hace Stoker está, de hecho, basada en este retrato de Vlad. Pero, de nuevo, no hay evidencias definitivas. Es mucho más probable que Stoker extrajera su descripción del Conde Drácula de otros villanos anteriores en la literatura gótica, o incluso de su propio patrón, Henry Irving.

El Conde Drácula, como nos dice Van Helsing, «debió de ser aquel voivode Drácula que ganó fama contra los turcos». ¡Y así fue! Pero es significativo que en ningún lugar de la novela se use el nombre de «Vlad» para referirse a Drácula, como tampoco hay ninguna referencia a las famosas atrocidades de Vlad, en particular a su uso del empalamiento como su forma favorita de ejecución. ¿Por qué habría de ignorar Stoker —un escritor que incluía de manera meticulosa detalles y más detalles (algunos insignificantes y oscuros) de sus fuentes conocidas— algo que habría servido para delinear a su villano? O bien sabía más y decidió no usarlo, o usó lo que conocía. A la espera de más pruebas concretas que aún no han sido reveladas, me inclino por la segunda suposición. Lo que sabemos seguro es que Stoker encontró el nombre «Drácula» en Wilkinson, obviamente le gustó y decidió usarlo.

La fusión entre los hechos y la ficción, aunque de mérito cuestionable a la hora de reconstruir la historia, es una excelente herramienta en manos de un escritor imaginativo. Ya que hoy en día sabemos mucho más sobre Vlad el Empalador que Stoker (gracias sobre todo al trabajo de Radu Florescu y Raymond McNally), no es sorprendente que el conde y el voivode se hayan fusionado. La aparición más notable en el cine se encuentra en la película de 1992 de Francis Ford Coppola Drácula de Bram Stoker, aunque ya se había hecho una conexión entre el conde vampiro y su homólogo histórico veinte años antes en la producción de Dan Curtis Drácula, con Jack Palance, los ejemplos de esta fusión en la narrativa son numerosos, entre ellos las novelas Anno Dracula y The Bloody Red Baron (Kim Newman), Children of the Night (Dan Simmons), y la trilogía Dracula Lives! (Peter Tremayne), Drakulya (Earl Lee), y la presente trilogía. La ficción ha hecho de Vlad lo que nunca fue en vida, un vampiro, y de este modo le ha otorgado, como a su homólogo ficticio, la inmortalidad.

ELIZABETH MILLER

Profesora de Lengua y Literatura Inglesa
Memorial University of Newfoundland