[1] Apéndice de Los personajes de la república vistos por ellos mismos (Madrid, 2000). <<
[2] S. Carrillo, Juez y parte, Barcelona, 1998, p. 47. <<
[3] Empleo «Usa» y «useño» en lugar de Norteamérica y norteamericano o americano, Estados Unidos y estadounidense, por ser términos más breves y perder hasta cierto punto el carácter un tanto abusivo e inexacto de los anteriores. <<
[4] El Debate, 13 de enero de 1934. <<
[5] Ib., 11 de noviembre de 1933. <<
[6] 20 de enero de 1934. J. Tusell, Historia de la Democracia Cristiana en España, Madrid, 1986, p. 206 <<
[7] CEDA, 16 y 31 de diciembre de 1933; abril de 1934. <<
[8] Y admite Gil-Robles, citándoles: «Somos antiparlamentarios (…). El bien común no puede ser interpretado a través de la asamblea elegida por un sufragio universal inorgánico» (en Gil-Robles, No fue posible la paz, Barcelona, 1998, p. 185). <<
[9] En los años sesenta y setenta proliferaron en España los estudios marxistas, o que así se presentaban, llamados, con cierta mofa, «marxismo cañí». Conviene señalar, no obstante, que la derecha solía mirar esos estudios con respetuoso temor intelectual. Tristemente, aquella vasta marxistización del pensamiento no dejó idea u obra de alguna envergadura. Y así declinó sin pena ni gloria, y terminó esfumándose entre el polvo levantado por la caída del muro de Berlín. <<
[10] P. Preston, La destrucción de la democracia en España, Madrid, 1978, p. 89; J. Tusell, op. cit., p. 205. <<
[11] El Debate, 17 y 29 de septiembre de 1933, y 20 de enero de 1934. <<
[12] Tratado con cierta amplitud en El derrumbe de la II República y la guerra civil, parte I, caps. I y II. <<
[13] P. Preston, op. cit., p. 91. <<
[14] P. Preston, op. cit., p. 89. <<
[15] P. Preston, op. cit., pp. 162 y 93. <<
[16] El muestrario podría alargarse mucho. Señalaré sólo otro ejemplo. El congreso de las juventudes de la CEDA en El Escorial, en abril de 1934, resulta ser, en La destrucción…, «un gesto amenazante», «antirrepublicano» dentro del supuesto estilo nazi. Lo probarían los gritos de «jefe, jefe!», que acogieron a Gil-Robles, y las frases de éste: «Somos un ejército de ciudadanos (…) dispuestos a dar la vida por nuestro Dios y por nuestra España (…). El poder vendrá a nuestras manos (…). Nadie podrá impedir que imprimamos nuestro rumbo a la gobernación de España». Suena vagamente a fascismo. Pero la cosa cambia al completar las frases: «Somos un ejército de ciudadanos, no un ejército que necesite uniformes y desfiles militares». «Somos los más firmes defensores de la legalidad establecida». Al exaltar el patriotismo español, el Jefe advirtió: «No temo que en España este movimiento nacional derive por cauces violentos; no creo que (…) pretenda resucitar la Roma pagana o haga la exaltación morbosa de los valores de la raza». Estas apelaciones a la paz y la legalidad y contra el racismo y las aspiraciones fascistas, omitidas en La destrucción…, no son lenguaje nazi, e indican algo muy distinto de lo que Preston da a entender. No menos demostrativo fue el ambiente en que Gil-Robles habló, una concentración juvenil fácilmente inflamable, y más después de los violentos ataques que había sufrido desde la izquierda: «Hemos tenido todas las dificultades, agresiones, bombas, huelgas generales, amenazas y coacciones de todo género», dijo Gil-Robles, y no exageraba. Hechos así caldeaban los ánimos y los tornaban propicios a reacciones furiosas. Pese a ello, la CEDA se mantuvo sobria y moderada. El observador puede preguntarse sobre la reacción del PSOE ante un hostigamiento tal a sus mítines. Nada de ello, con su evidente trascendencia, es siquiera insinuado por Preston. <<
[17] P. Preston, op. cit., pp. 173 y 185-186. <<
[18] Muchos patronos actuaron de forma abusiva bajo los gobiernos radicales, y no sólo en regiones pobres como Andalucía o Extremadura, sino en la más rica Cataluña. El historiador A. Balcells recoge en su Cataluña contemporánea el testimonio de Caries Cardó y hombre próximo a la derechista Lliga: «Al día siguiente de la victoria de las derechas (…) los fabricantes de cierta cuenca fluvial de Cataluña rebajaron los salarios (…) alegando aquel vulgar Ya hemos ganado, que les dejaba en una talla moral inferior a la de sus operarios. Los casos de represalias contra aparceros y rabassaires son numerosos. Sabemos de un solo pueblo de las tierras tarragonesas en que se hicieron más de 300 desahucios, bien entendido que afectaron todos a familias afiliadas a partidos de orden, las cuales han votado en bloque por el Frente de Izquierdas». Cardó escribe poco después de las elecciones de febrero del 36, y narra otros hechos similares (A. Balcells, Cataluña contemporánea, Madrid, 1974, pp. 143-144). <<
[19] El Debate, 29 de noviembre de 1933 y 15 de junio de 1934. <<
[20] P. Preston, op cit., p.162. <<
[21] Preston, op. cit., pp. 84, 85 y 87. <<
[22] He aquí una muestra típica de esa postura en La vida penal en Rusia, del intelectual socialista Jiménez de Asúa, tenido por moderado. Jiménez pone por las nubes el sistema soviético. Conocedor de cómo se aplicaban las leyes en la URSS, censura suavemente «las arbitrariedades de los órganos administrativos» en referencia a la policía política GPU, pero advierte que la crítica al estalinismo, «permitida en el área limitada de lo abstracto, se paraliza frente al fenómeno concreto de un pueblo que ha removido desde los cimientos al capote su organización vital», por lo que elude cuidadosamente «caer en el frenesí crítico», ya que «en horas revolucionarias, la serenidad no puede exigirse» (L. Jiménez de Asúa, La vida penal en Rusia, Madrid, 1931, pp. 49-50, 90 y 99-100).
Una actitud frecuente en ámbitos izquierdistas republicanos y masones la reflejan estas palabras atribuidas al general López Ochoa: «El comunismo no es para nosotros un coco, somos partidarios del progreso humano (…). Quién sabe si yo podría ser tan buen general del Ejército Rojo como del republicano» (J. M. García Escudero, Historia política de las dos Españas, Madrid, 1976, p. 1.136). <<
[23] P. Preston, op. cit., p. 9. <<
[24] P. Preston, op. cit., p. 159. <<