ABRIL-MAYO de 1931. Tras unas elecciones municipales, los monárquicos entregan el poder a los republicanos. El nuevo régimen está dirigido por los conservadores Alcalá-Zamora y Maura, aunque el grueso de sus fuerzas es de izquierdas. Antes de un mes grupos izquierdistas organizan una oleada de quemas de templos, bibliotecas, centros de enseñanza y obras de arte. El resto de las izquierdas, incluidas las del gobierno, y en especial Azaña, amparan o justifican los incendios. La derecha no replica con violencia, pero el episodio provoca una escisión moral en la población, que, de forma muy mayoritaria, o había apoyado a la república o la había mirado sin hostilidad. A partir de entonces la desconfianza aumenta, y las minorías monárquicas piensan en golpes de estado, aunque carecen de fuerza para amenazar al régimen.
1931-1933. Al discutirse la Constitución, Alcalá-Zamora dimite, como presidente del gobierno, por juzgarla sectaria, en especial el artículo referente a las órdenes religiosas (sería luego elegido presidente de la república es decir, jefe del estado, no del gobierno). Azaña le sustituye y en diciembre forma una coalición gubernamental republicano-socialista que durará hasta septiembre de 1933. La gran mayoría de la derecha opta por la vía pacífica y legalista, y no apoya la insurrección del general Sanjurjo en agosto de 1932. En cambio los anarquistas se convierten en una plaga para el gobierno izquierdista, al cual hunden moral y políticamente después de la matanza de Casas Viejas, realizada por la republicana Guardia de Asalto, en enero de 1933. La impresión general es que las reformas de Azaña fracasan o funcionan mal. En un ambiente de inseguridad, el hambre aumenta, la inversión privada se estanca, y normas mal enfocadas empeoran los efectos de la depresión económica mundial. En el verano de ese año, la mayoría del PSOE se inclina por una revolución de estilo soviético, y Besteiro, que denuncia la dictadura y el baño de sangre que ello traerá consigo, es marginado. Prieto secunda a Largo Caballero, principal promotor de la línea bolchevique. En septiembre, tras perder varias elecciones parciales, la crisis del gobierno es insuperable, y Alcalá-Zamora retira la confianza a Azaña. En octubre, el PSOE rompe en las Cortes, pública y «definitivamente», con los republicanos. En las elecciones de noviembre gana el centro derecha por holgada mayoría.
NOVIEMBRE DE 1933-OCTUBRE DE 1934. La CEDA, principal partido de derecha y el más votado en las elecciones, renuncia a gobernar en espera de que «se calmen las pasiones», y apoya al gobierno centrista de Lerroux. El PSOE prepara cuidadosamente la revolución, concebida como una guerra civil, mientras Azaña planea sucesivamente dos golpes de estado. Alcalá-Zamora obstruirá cada vez más, desde la presidencia de la república, al centro-derecha, provocando una frecuente inestabilidad gubernamental (viene a cumplir un papel parecido —aunque sin sangre— al de los anarquistas en relación con el gobierno republicano-socialista del primer bienio). En verano de 1934 el PSOE, los nacionalistas vascos y catalanes, y los republicanos, organizan maniobras desestabilizadoras contra el gobierno de centro, llevando al país a una situación crítica que obliga a la CEDA a reconsiderar su postura de abstenerse de gobernar.
OCTUBRE DE 1934. Los principales partidos izquierdistas (PSOE y los nacionalistas catalanes de Esquerra Republicana, junto con los comunistas y, en Asturias, los anarquistas), apoyados políticamente por casi todo el resto de las izquierdas republicanas, lanzan una insurrección armada contra el gobierno democrático de centro-derecha. La derecha apela a la Constitución y la defensa de las libertades. La insurrección fracasa por falta de apoyo popular, excepto en la cuenca minera asturiana, y en Asturias hace estragos una auténtica guerra durante dos semanas, con cientos de muertos. Hay muertos también en 26 provincias, hasta un total próximo a los 1.400. Con esta insurrección comienza realmente la guerra civil, al romper con la legalidad republicana las principales fuerzas izquierdistas, y no renunciar a sus posiciones a pesar de su fracaso, que juzgan momentáneo.
OCTUBRE DE 1935-ENERO DE 1936. En octubre de 1935 es hundido mediante la intriga del straperlo el principal partido de centro y amortiguador entre la izquierda y la derecha: el Partido Radical de Lerroux. La intriga partió de Prieto, Azaña y Alcalá-Zamora. Este último, católico «progresista», se convierte en el azote de la CEDA, a la que expulsa del poder de forma dudosamente constitucional. Las tensiones resultantes le obligan a convocar elecciones en enero de 1936, en el ápice de la crispación y de los odios. La campaña electoral se carga de una violencia verbal nunca vista, acompañada de varios asesinatos.
FEBRERO-JULIO DE 1936. Derechas e izquierdas empatan a votos, pero la ley electoral concede más escaños al Frente Popular, liga de todos los grupos que participaron en el golpe de octubre del 34 o lo apoyaron de algún modo. Su programa aspira a una antidemocrática «republicanización» del estado, con vistas a debilitar la independencia del poder judicial, eliminar a los funcionarios de derechas e impedir que la CEDA pueda volver al gobierno. Aunque pasa a gobernar Azaña y los —muy relativamente— moderados republicanos, la fuerza decisiva está en el sector extremista de Largo Caballero, en alianza con los comunistas, que han dejado de ser un grupo insignificante, mientras la poderosa central anarquista CNT rivaliza con los anteriores en empuje revolucionario. Se crea un doble poder, el oficial y el impuesto desde la calle por los revolucionarios. En pocos meses los desmanes y asesinatos se multiplican. La derecha apoya al principio a Azaña, en quien ve la última defensa frente a la revolución, y luego exige al gobierno que cumpla y haga cumplir la ley. Todo en vano. Desde finales de abril, la conspiración militar derechista de Mola va tomando impulso.
JULIO DE 1936. Es asesinado uno de los líderes de la oposición, Calvo Sotelo, mientras el otro, Gil-Robles, se libra por no hallarle en casa los criminales. Las últimas dudas de los conspiradores se disipan y una parte del ejército se subleva contra el Frente Popular. El gobierno reacciona, tras algunas resistencias, armando a los sindicatos. Con ello acaba de arrasar la Constitución y cede a la presión revolucionaria, que ya llevaba meses desbordando en toda la línea la legalidad republicana. Azaña permanece como presidente, sin apenas poder, de una «república» ficticia. Sin embargo el golpe militar fracasa a los tres días. Sólo el traslado por vía aérea de pequeñas partes del Ejército de África a Andalucía permite a los rebeldes ir rehaciéndose poco a poco de una situación inicial sin esperanzas.
JULIO-NOVIEMBRE DE 1936. Las reducidas tropas de Franco consiguen superar el desastre inicial. En septiembre, tanto el Frente Popular como el bando contrario, con adelanto del primero, comienzan a construir sendos aparatos estatales de nuevo tipo, ambos ajenos por completo a la república anterior, si bien las izquierdas reivindican ésta por motivos propagandísticos y de influencia exterior. El gobierno izquierdista pasa a ser dirigido por Largo Caballero, jefe del sector revolucionario del PSOE que en 1934 había intentado destruir la república, y Franco se afianza como dirigente sin rival en el lado contrario. En octubre, el Frente Popular se afana en construir un ejército, de modelo nuevo y con muy fuerte influencia soviética. El otro bando persiste en conducir sus principales operaciones por medio de «columnas». En noviembre, las fuerzas de Franco están ante Madrid, el gobierno izquierdista huye a Valencia, y la contienda parece a punto de terminar. Entonces la masiva intervención soviética cambia de nuevo el cariz de la lucha. Franco, aunque no es vencido, fracasa ante Madrid. Desde ese momento los dos bandos construirán masivos ejércitos regulares, pugnarán con la mayor intensidad por obtener material bélico del exterior, e intervendrá en la lucha una notable cantidad de tropas extranjeras. A esos fines, el Frente Popular ha enviado a Moscú el grueso de sus reservas de oro, mientras sus enemigos, faltos de tales medios, dependen casi exclusivamente del crédito.
NOVIEMBRE DE 1936-MAYO DE 1937. La lucha se centra en torno a Madrid, donde las izquierdas logran rechazar todas las ofensivas contrarias y en Guadalajara derrotan al cuerpo de tropas italianas. Los comunistas avanzan en el control del ejército y de la policía, se han adueñado de las juventudes del PSOE y de la organización socialista catalana y aumentan rápidamente su influencia en la UGT. Los anarquistas se sienten amenazados, y lo mismo grupos menores, como el POUM, comunista disidente. Largo Caballero, al principio muy prosoviético, se cree tratado como un subordinado por el Kremlin, e, inquieto por los avances comunistas, intenta frenarlos. Las tensiones estallan en mayo en Barcelona, dando lugar a una pequeña guerra civil entre las propias izquierdas, con cientos de muertos. Los comunistas, con el apoyo de Azaña y Prieto, ambos enemistados con Largo Caballero, logran acabar políticamente con éste y eliminar a los anarquistas del gobierno, mientras aplastan al POUM y reafirman su posición en las fuerzas armadas. Son los grandes vencedores, y pronto Prieto y Azaña pasarán también a sentir su presión. Largo es sustituido por Negrín, mucho más afecto a los comunistas. Tras los sucesos de mayo, el PCE se ha convertido en el partido hegemónico y decisivo del Frente Popular, y su influencia no hará sino crecer. Entre tanto los nacionales, que han tomado Málaga, en un frente secundario, han renunciado a resolver la contienda por medio de la conquista de Madrid, admiten que la guerra será larga, y desde abril dedican sus esfuerzos a la zona norte, la franja cantábrica dominada por sus enemigos, compuesta por las provincias de Vizcaya, Santander y Asturias, donde se concentra el grueso de la industria pesada y de armamentos española.
NOVIEMBRE DE 1936-MAYO DE 1937. La lucha se centra en torno a Madrid, donde las izquierdas logran rechazar todas las ofensivas contrarias y en Guadalajara derrotan al cuerpo de tropas italianas. Los comunistas avanzan en el control del ejército y de la policía, se han adueñado de las juventudes del PSOE y de la organización socialista catalana y aumentan rápidamente su influencia en la UGT. Los anarquistas se sienten amenazados, y lo mismo grupos menores, como el POUM, comunista disidente. Largo Caballero, al principio muy prosoviético, se cree tratado como un subordinado por el Kremlin, e, inquieto por los avances comunistas, intenta frenarlos. Las tensiones estallan en mayo en Barcelona, dando lugar a una pequeña guerra civil entre las propias izquierdas, con cientos de muertos. Los comunistas, con el apoyo de Azaña y Prieto, ambos enemistados con Largo Caballero, logran acabar políticamente con éste y eliminar a los anarquistas del gobierno, mientras aplastan al POUM y reafirman su posición en las fuerzas armadas. Son los grandes vencedores, y pronto Prieto y Azaña pasarán también a sentir su presión. Largo es sustituido por Negrín, mucho más afecto a los comunistas. Tras los sucesos de mayo, el PCE se ha convertido en el partido hegemónico y decisivo del Frente Popular, y su influencia no hará sino crecer. Entre tanto los nacionales, que han tomado Málaga, en un frente secundario, han renunciado a resolver la contienda por medio de la conquista de Madrid, admiten que la guerra será larga, y desde abril dedican sus esfuerzos a la zona norte, la franja cantábrica dominada por sus enemigos, compuesta por las provincias de Vizcaya, Santander y Asturias, donde se concentra el grueso de la industria pesada y de armamentos española.
MAYO 1937-FEBRERO DE 1938. Pese al refuerzo militar impulsado por Negrín, y a los intentos de tomar la iniciativa en torno a Madrid y en Aragón, alejando de paso el peligro de la zona norte, el Frente Popular fracasa en todas sus ofensivas (Brunete, Belchite y otras), mientras el PNV traiciona a sus aliados frentepopulistas. La zona norte cae por entero en manos de los nacionales, a fines de octubre. Las ganancias militares y económicas de los vencedores son enormes, y se vislumbra nuevamente el fin de la guerra, pero Prieto y Negrín impulsan una enérgica reorganización, y entre finales de año y principios de 1938 dan la sorpresa de conquistar Teruel, primera –y única capital de provincia tomada por las izquierdas. El suceso produce una cierta crisis en los aliados alemanes e italianos de Franco, que hacen estimaciones erradas sobre la marcha del conflicto.
FEBRERO-NOVIEMBRE DE 1938. El bando franquista replica a la toma de Teruel con una vasta contraofensiva, recupera la ciudad y continúa en un impetuoso avance sobre el Mediterráneo hasta cortar en dos la zona populista, a mediados de abril. Profunda desmoralización en los políticos del Frente Popular, a la que hacen frente enérgicamente los comunistas y Negrín, su hombre de con fianza. Prieto sale del gobierno, acusado de derrotismo. Éste y Azaña especulan con maniobras en pro de una intervención inglesa —a costa, evidentemente, del PCE— que imponga una tregua con vistas a una paz negociada. Tales maniobras se sucederán en los meses siguientes, mientras los nacionalistas catalanes y vascos urden sus propias intrigas a espaldas del Frente Popular, buscando separar a las provincias vascas y Cataluña bajo la protección de Inglaterra y de Francia. Tales intentos no prosperan, y Negrín se impone a todos los manejos. Su política consiste en resistir a todo trance hasta enlazar la guerra española con la mundial, cuya proximidad se vislumbra claramente.
Y en julio dan la gran sorpresa de una magna contraofensiva para coger en tenaza, por la espalda, a las tropas enemigas llegadas al Mediterráneo. Logran importantes avances en el Ebro, dando lugar a la batalla más larga, difícil y sangrienta de la guerra. Los combates duran cien días, hasta noviembre. Pero, una vez más, los nacionales salen vencedores. Entre tanto, el clima internacional se ha enrarecido al máximo, Francia hace planes de intervención en Cataluña, Baleares y Marruecos, y en la conferencia de Munich sobre la desintegración de Checoslovaquia, en septiembre, la guerra europea parece a punto de estallar. Franco, preocupado por las repercusiones que la crisis pudiera tener en España, proclama la neutralidad española en caso de contienda europea, para irritación de Roma y Berlín.
DICIEMBRE DE 1938-ABRIL DE 1939. La derrota izquierdista en el Ebro abre a los nacionales las puertas de Cataluña, que cae a principios de febrero, sin mucha resistencia ni dar tiempo a la llegada de una enorme remesa de armas soviéticas. Más de 400.000 personas pasan a Francia, aunque cerca de las tres cuartas partes de ellas volverán a España antes de que termine 1939. Negrín y los comunistas persisten en mantener la lucha, siempre con la esperanza de unirla a la mundial, desde la amplia zona centro-oeste todavía en su poder. Pero sus aliados republicanos, socialistas de Besteiro y Prieto, y anarquistas, deciden finalmente sublevarse y rendirse incondicionalmente a Franco. Ello da lugar a una segunda guerra civil entre las propias izquierdas, con gran número de víctimas, y el 1 de abril termina oficialmente la contienda, sólo cinco meses antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial.