Hermansson tardó exactamente cinco minutos en ir desde su despacho hasta el de Jens Klövje, mucho más grande y ubicado en el bloque C. Se trataba de su primera visita a la Interpol sueca, y, sin embargo, ella conocía a Klövje, al haber sido uno de los diversos conferenciantes invitados a uno de los cursos de la Academia Nacional de Policía. Este, que tenía la edad de Grens, asintió con la cabeza distraídamente cuando Hermansson abrió la puerta con esa sensación humillante de, otra vez, estar molestando a alguien.

En su escritorio, ante su vista, puso el pasaporte falso, con la muestra de huellas dactilares recién tomadas al lado.

—John Doe.

Klövje suspiró.

—¿Otra vez?

—Se hace llamar John Schwarz. La edad, la altura, los datos que constan en el pasaporte son correctos.

—¿Corre prisa?

—Va a ser sometido a prisión provisional en pocas horas.

Klövje hojeó el pasaporte, página por página, y luego examinó las huellas dactilares mientras tarareaba algo que Hermansson no reconocía.

—¿Esto es todo?

—Te podría traer mañana un análisis de ADN. Pero no queremos esperar hasta mañana. Grens está seguro de que este individuo consta en algún sitio, en algún registro de antecedentes penales.

Jens Klövje metió todo lo que Hermansson le había dado en un sobre de plástico, lo sopesó en la mano con mirada ausente.

—¿Cómo habla?

—¿Qué quieres decir?

—¿Habla sueco?

Hermansson recordó a John Schwarz sentado en silencio en el asiento trasero del coche, con el rostro oculto entre las manos, gritando en inglés y agitando los brazos en el pasillo de detención preventiva.

—No ha dicho gran cosa. Pero por lo que he oído, en la escalera cuando fuimos a buscarlo…, sí, habla sueco.

—¿Con acento?

—Británico. O norteamericano. El pasaporte es canadiense.

Klövje sonrió.

—Eso reduce un poco el campo de búsqueda.

Puso la carpeta de plástico en una bandeja junto al ordenador.

—En quince minutos lo envío todo. De momento me voy a limitar a los países de habla inglesa. Nos llevará un par de horas, por la diferencia horaria y todo eso, pero llamaré tan pronto como sepa algo.

Mariana Hermansson asintió con la cabeza, Jens Klövje hizo lo mismo a modo de respuesta. Ella se dio la vuelta y se dispuso a salir, cuando él dijo:

—Por cierto, estoy de acuerdo con Grens.

Continuó hablando mientras Mariana se marchaba.

—Lo tenemos.