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La Gran Meretrix (7)

novela galante

biografía psicalíptica

«Marrano Guarro bajó del avión a las 18:30 de un día 13 de diciembre, Santa Lucía, patrona de los ciegos y de las modistillas. Mientras los invidentes se agolpaban en multitud en la capilla de la santa, junto a la catedral, las profesionales de la aguja hacían fiesta y salían a la calle vestidas de punta en blanco, muy excitadas.

»El Hombre se había personado en el aeródromo del Prat de Llobregat, con una foto del Marrano a la vista y la compañía de Madurga y otros dos compañeros decididos a amargarle la vida al fulano.

»Agazapados en un despacho próximo, los alemanes se mordían las uñas y transmitían a los policías españoles descargas telepáticas en que exigían una eficacia germana de la que estaban convencidos que los otros carecían.

»Fue avanzando la fila de los recién llegados y Marrano Guarro se acercaba inexorablemente al Hombre. Al fin, llegó.

»—A ver, su pasaporte.

»Pasaporte y credenciales nuevas. Ningún sello. Todo en orden. Hijo de puta, se creía que les iba a tomar el pelo.

»—A ver, pase por aquí. Su equipaje.

»Le abrieron el equipaje. El de él y el de toda su familia. Se lo revolvieron todo a mala conciencia. La ropa, los calzoncillos, la ropa de la señora, de los niños, todo a un lado hecho un burujo. El neceser, los joyeros. Los zapateros. Y, si se rompía un frasco de perfume, no pasaba nada. Y, si desaparecían unos gemelos de oro, pues lo siento mucho. ¿Pero qué diantres estamos buscando? ¿Una joya? ¿Una obra de arte? ¿Una pintura famosa? ¿Una escultura? Nada de todo eso se encontraba entre la colección de porquería que llenaba aquellas maletas. A todo le dieron la vuelta del revés. Calcularon si las mismas maletas no podían ser el tesoro en cuestión.

»Cuando se dieron por vencidos, fueron los alemanes quienes, incapaces de aguardar más, salieron a la luz. Se identificaron como Gestapo, Marrano Guarro palideció y su familia se pintó la cara con muecas de pánico. Lo interrogaron. A él, a su mujer y a sus hijos, por separado. Le preguntaron por el Sochantre. No lo conocía, o eso dijo.

»Lo pescaron en flagrante mentira. Le sacaron las cartas que había intercambiado con el religioso.

»—Es verdad —reconoció— que tengo negocios con el Sochantre, pero él no les perdonará nunca que los saquen a la luz y se inmiscuyan en sus asuntos. Si creen que es necesario, díganle que venga aquí y hablaremos entre todos, pero no creo que a él le haga ninguna gracia. Y ustedes sabrán que tiene influencias directas con los círculos más próximos al Caudillo.

»Uno de los alemanes dijo “Yo no puedo tolerar que un judío me hable así”, Ich kann es nicht tolerieren, dass ein Jude so mit mir spricht. Pero no pudieron hacer nada. Lo soltaron.

»Marrano Guarro no se permitió ni la más mínima sonrisa de satisfacción. Pobre de él».

Herr Winzermann, rojo de furor, le espetó al Hombre, allí, delante de todos, que era un inútil y un Idiot. Luego, Madurga se reía mucho mientras tomaban unas copas en una cervecería de la ronda de Universidad y repetía machacón la palabra alemana, Idiot.

El comisario también se enfadó mucho.

—Esto no puede quedar así. Quiero saber cómo nos han tomado el pelo. Un informe completo. Qué nos ha colado ese judío, cómo lo han hecho y cómo podemos hacer para joderle.