El viernes 24 de octubre, la madre de Linda Wallin habría debido declarar en el juzgado de Växjö acerca de sus contactos con el hombre que había asesinado a su hija. El día anterior habló por teléfono con Anna Sandberg y decidieron que Anna iría a buscarla a su lugar de vacaciones la mañana del día siguiente. Por lo demás, después de tanto tiempo, se encontraba mejor y no deseaba otra cosa que cerrar aquel capítulo y poder pasar el luto por la muerte de su hija.
Cuando llegó por la mañana, Anna Sandberg encontró la puerta abierta de par en par, repiqueteando al viento otoñal. Y cuando vio el hueco en la pulcra hilera de pedruscos que ribeteaban el sendero de grava que conducía hasta la playa, comprendió lo que había pasado. Los submarinistas la encontraron el mismo día, a cuatro metros de profundidad. Antes de adentrarse en el agua, se había puesto un abrigo de amplios bolsillos que llenó de piedras. Después, se inmovilizó los brazos con un cinturón que se ciñó alrededor del tronco, no fuera a arrepentirse en el último momento.
En el bolsillo de la pechera llevaba una foto tomada tres años atrás durante la celebración del solsticio, en la finca del padre de Linda. En el centro de la foto se veía a una Linda sonriente acompañada de su madre y su asesino. Además, alguien había rodeado con un rotulador los rostros de Lotta Ericson y de Bengt Månsson y había escrito sobre ellos la palabra «asesinos». El sobre en el que había llegado la foto estaba en el suelo de la cocina, iba sin remitente y con matasellos de Växjö y fecha del miércoles.
La investigación de la muerte había terminado mucho antes de que hubiese acabado el juicio y la conclusión estuvo clara en cuanto la encontraron. La madre de Linda se había suicidado. Al dolor por la pérdida de su hija le bastó con el empujón de la carta con la foto, a cuyo remitente nunca lograron localizar. En cualquier caso, el padre de Linda no tenía ni idea de aquello y cuando la policía de Växjö lo interrogó para recabar información, les aseguró que ya hacía tiempo que había superado la separación de la que fue su mujer.
Ya solo le quedaba alimentar y honrar el recuerdo de su única hija, a quien tanto quería.