El domingo, Johansson se tumbó en el sofá del cuarto de estar de la calle Wollmar Yxkullsgatan, en el barrio de Södermalm de Estocolmo. Se sirvió un buen gin-tonic con mucho hielo y se puso a leer con calma el expediente del caso Linda. Le llevó toda la tarde pero, puesto que su mujer estaba de viaje con una amiga, pudo disponer de todo el tiempo del mundo y, además, no tenía nada mejor que hacer. Por si fuera poco, pensó Johansson, ese era todo el contacto que podía tener en la actualidad con una auténtica investigación de asesinato, dado el cargo que ahora ocupaba. ¿Y si solicitara un puesto en el grupo de análisis de conducta? Parece que necesitan todo tipo de ayuda, se dijo mientras ojeaba el perfil del asesino.
¿Qué es lo que estarán haciendo allí abajo?, se pregunta Lars Martin Johansson cuatro horas después, una vez concluida la lectura, después de haber reflexionado y de apartar el expediente. Cualquier policía de verdad se lo habría figurado la primera semana de investigación, pensó.