Estocolmo, viernes 15 de agosto
A Lars Martin Johansson, el superior de Bäckström, no se le había ocurrido ni por un momento mirar el reloj, a pesar de que ya eran más de las tres de la tarde del viernes y de que un intendente nervioso lo esperaba sudando en el despacho de su secretaria desde hacía más de media hora. Ni siquiera había leído el editorial del Svenska Dagbladet, tan ocupado como había estado la última hora revisando el informe de lo que Bäckström y sus colegas estaban haciendo realmente allá en Växjö desde hacía más de un mes.
—Ya puedes decirle que pase —comunicó Johansson a través del teléfono interno y, ya fuese porque era casi fin de semana o por algún otro motivo, el intendente no tardó ni diez segundos en ocupar la silla de invitados al otro lado de su amplio escritorio.
—He leído los papeles que me has entregado —comenzó Johansson.
—Lo escucho, jefe —contestó el intendente.
—Quiero que los investigue alguien de la sección de economía. He marcado las dudas más importantes en rojo —indicó Johansson señalando con la cabeza la carpeta que había entre ellos sobre la mesa.
—¿Para cuándo quiere tenerlo listo, jefe? —preguntó el intendente.
—Basta con que lo reciba el lunes por la mañana. Por aquello de que es fin de semana —dijo Johansson, generoso.
—Entonces será mejor que hable con ellos inmediatamente. Antes de que se marchen, quiero decir —explicó nervioso el intendente al tiempo que hizo amago de levantarse.
—Otra cosa —añadió Johansson—. Luego quiero echarle un vistazo también a la investigación. Si lo he entendido correctamente, los compañeros del grupo de análisis de conducta han recibido copias de casi todo.
—¿Y cuándo quiere tenerla, jefe? —preguntó solícito el intendente.
—Con que esté aquí dentro de un cuarto de hora estará bien —respondió Johansson.
—Ya se habrán ido a casa, me temo —dijo el intendente mirando nervioso el reloj con el rabillo del ojo.
—Me cuesta creerlo —contestó Johansson—. Todavía no han dado las tres y media.
—Haré lo posible para que lo tenga dentro de un cuarto de hora.
—Perfecto —afirmó Johansson—. Puedes entregárselo a mi secretaria.