En el despacho del jefe de la policía provincial, situado en la primera planta, nadie tenía ni idea del entusiasmo que imperaba en los locales de las oficinas de la unidad de investigación, un piso más abajo. Al contrario, el jefe de policía estaba terriblemente preocupado y, como en tantas otras ocasiones, el comisario Olsson, que era un hombre fiel y sabio, compartía su inquietud.
Ya aquella mañana muy temprano lo había llamado la secretaria a su casa de veraneo, pese a que estaba de vacaciones, solo para contarle que había recibido carta tanto del secretario de justicia como del defensor del pueblo. Era algo de lo que se había librado hasta el momento, pese a que llevaba veinticinco años trabajando en la policía y, con el tiempo, había ido aumentando el número de empleados. Puesto que no tenía opción, se sentó enseguida en el coche y recorrió los más de doscientos kilómetros que lo separaban de la comisaría de Växjö. Aunque desde luego, no sin antes despedirse de su querida esposa que, como de costumbre, estaba tomando el sol en el muelle y, como de costumbre, le hizo un gesto indolente con la mano cuando él, como de costumbre, le recordó que usara protector solar.
Una vez en el coche, llamó a su fiel escudero Olsson, y teniendo en cuenta el carácter un tanto delicado del asunto, subrayó la importancia de que discutieran el tema a solas y que más valía esperar antes de facilitar la información a los colegas de la judicial central.
—Estoy totalmente de acuerdo, jefe —dijo Olsson, que prometió que hablaría enseguida con Bäckström para que se encargara de la reunión matutina en su ausencia, aunque sin entrar en detalles de por qué.
Tras discutir tranquilamente y con una taza de café la situación que se les había presentado, resultó que estaban de acuerdo en mucho más que eso. Cierto que la información que había aparecido en el artículo del periódico era muy sesgada e hiperbólica, como siempre; aun así, Olsson había intentado en varias ocasiones que los colegas de la judicial central se contuvieran.
—Pues yo creo más bien que es cuestión de que ellos tienen una cultura policial diferente de la nuestra —constató Olsson—. Y por los costes no parecen haber tenido que preocuparse jamás. Lo suyo es chupar del bote y adelante, por decirlo así —añadió.
En cuanto a la respuesta a las cartas del secretario y del defensor, le prometió agregar ciertas precisiones y comentarios, así que de eso no tendría el jefe que preocuparse.
—En el peor de los casos, tendré que leerles la ley —dijo Olsson irguiéndose en la silla.
Olsson es una perla, pensó el jefe de la policía provincial. Y de haber sido posible, le habría pedido que llamara al recién nombrado jefe de la judicial central. Una llamada que tenía que hacer cuanto antes y que llevaba angustiándolo desde primera hora de la mañana. ¿Cómo dicen que lo llaman? ¿El Carnicero de Ådalen?
Él solo lo había visto en unas cuantas ocasiones, pero bastó para comprender por qué se había ganado aquel apodo. Un hombre del norte alto, robusto, que rara vez pronunciaba una palabra, pero cuya forma de mirar, desde luego, no contribuía a la paz interior del observado. Una suerte de hombre primitivo, con una larga carrera en la policía, sin historia ni formación y sin rastro de estudios jurídicos, pensó el jefe de la provincial mientras lo recorría un escalofrío.
Lo más seguro será que llame yo personalmente, se dijo el jefe de la provincial y, sin pensárselo mucho, marcó el mismo número que tuvo su antiguo compañero de estudios hasta hacía tan solo una semana.
—Johansson —respondió una voz tajante al otro lado del hilo telefónico.
El Jota pe jota Lars Martin Johansson no fue el único al que le sonó el teléfono. Más o menos al mismo tiempo que a él lo llamaba el jefe de la provincial, el jefe del grupo de análisis de conducta, el comisario Per Jönsson, llamaba a Växjö para hablar con su colega Bäckström y ofrecerle sus servicios en el análisis del ADN que hallaron en el coche robado y del que acababa de tener noticia. Una ocasión excelente para vengarse de un modo elegante de las insolencias que el mismo Bäckström había tenido la desfachatez de soltarle la última vez que se vieron, pensó Jönsson.
—No entiendo dónde está el problema —lo interrumpió Johansson tras verse obligado a oír las retahílas del jefe de la provincial—. ¿No llevan tus hombres la investigación? —añadió—. Creí que Bäckström y el resto de nuestros colegas estaban allí para ayudar. —Lo cual ya es bastante grave, teniendo en cuenta que se trata de Bäckström, pero de ese desastre de tío ya me encargaré luego, pensó Johansson.
—Sí, claro, eso sí —respondió el jefe de la provincial—. El jefe de la investigación preliminar es uno de mis mejores colaboradores, un colega con mucha experiencia que trabaja aquí en la judicial provincial.
—Me alegro —dijo Johansson—. Pues diles a mis muchachos que se comporten como es debido, porque si no viene el coco y se los lleva, y si tú quieres que me los traiga, necesito que lo solicites por escrito.
—No, para nada, para nada, están haciendo un trabajo excelente —aseguró el jefe de la provincial con las manos cubiertas de un sudor frío, pese al calor.
—Está bien —dijo Johansson.
Qué hombre más primitivo, pensó el jefe de la provincial.
—Corrígeme si me equivoco, Pelle —dijo Bäckström, que parecía estar de un humor excelente—. Llamas para preguntar si tú y tus colegas del archivo podéis ayudarnos con algo que no se nos haya ocurrido a nosotros.
—Esa es tu versión, Bäckström —respondió Jönsson altivo—. Llamaba para ofrecer nuestros servicios expertos en el análisis de ADN, pensando en el hallazgo del coche robado.
—Ah, ahora lo entiendo —dijo Bäckström—. Llamas para preguntar si puedes ayudarnos con algo que aún no se nos ha ocurrido a nosotros.
—Bueno, si prefieres expresarlo así —dijo Jönsson.
—La respuesta es no. Repito: «no» —dijo Bäckström con voz alta y clara, al tiempo que apagaba el teléfono, pues muy pronto había aprendido que aquella era la forma definitivamente más eficaz de concluir una conversación, sobre todo cuando se hablaba con un tío como el colega Jönsson. Hala, ahí tienes, Pelle Jöns, chúpate esa, se dijo.