Växjö, jueves 10 de julio
El jueves, Lewin decidió dejar de leer la prensa vespertina. La decisión era definitiva, irrevocable y abarcaba el Aftonbladet y el Expressen, así como los dos hermanos menores de este último, más malignos si cabe, el Göteborgs-Tidningen y el Kvällsposten.
El largo artículo central que había despertado su aversión aparecía en el Kvällsposten de aquel día y, en comparación con todo lo demás que podía leerse en los periódicos vespertinos del país, podía tacharse casi de inofensivo. Micke, el del programa televisivo Robinson, se había manifestado declarando que «Vi a Linda la noche en que la asesinaron».
Por su condición de famoso de un programa de telerrealidad e hijo de la ciudad, Micke, el de Robinson, había estado haciendo horas extra en el Stadshotell la noche del jueves, 3 de julio. La misma noche en que Linda acudió al pub del hotel unas horas antes de que la asesinaran. Micke iba acompañado de dos colegas del mismo ramo —Frasse, el de Farmen, y Nina, la de Gran Hermano—, y su misión común consistía en ayudar en el bar, conversar con los clientes y, en general, contribuir a caldear el ambiente en el local.
Hacia las diez de la noche, algo más de una hora antes de que Linda llegase al pub, Micke, que ya estaba muy borracho, bailaba descalzo y con el torso desnudo encima de la barra, haciendo el pino y rompiendo un montón de vasos sobre los que fue arrastrándose luego. A las diez y cuarto lo llevaron en ambulancia al hospital de Växjö para darle unos puntos de sutura. Su compañero Frasse fue con él y, desde la propia ambulancia, llamó a un periodista al que conocía de otras ocasiones. La entrevista con Micke y Frasse se celebró mientras aguardaban en la sala de espera de urgencias, y la mañana siguiente, la mañana del día en que hallaron el cadáver de Linda y antes de que la noticia del asesinato hubiese llegado a las redacciones de los periódicos, el Kvällsposten arrasó con un gran reportaje según el cual a Micke, el de Robinson, conocido también por el programa Baren, y, en virtud de ese doble mérito, una celebridad, lo habían asaltado y agredido en el Stadshotell de Växjö. Pese a que había nacido y se había criado allí y pese a que, en la actualidad, era uno de sus conciudadanos más famosos.
Lo que sucedió a partir de ahí a lo largo de la noche y la madrugada del viernes también lo investigó a conciencia la policía de Växjö, y precisamente con motivo del asesinato de Linda Wallin.
Concluida la entrevista, y tras otra hora esperando a que los médicos atendieran a su compañero, Frasse, el de Farmen, se cansó y volvió al Stadshotell. Una vez allí, el vigilante de la puerta se negó a dejarlo entrar, se armó una bronca, llamaron a la policía y Frasse, el de Farmen, acabó a medianoche en el calabozo de la policía, en la calle Sandgärdsgatan.
Un par de horas después, vino a hacerle compañía Micke, el de Robinson, que empezó a armar escándalo en la consulta de urgencias, por lo que la policía fue a buscarlo y lo encerró en otro calabozo. Hacia las seis de la mañana, los dos pudieron abandonar la comisaría y, apoyado en su compañero Frasse, cruzaba Micke la plaza Oxtorget y desapareció cojeando de la emocionante intervención policial. No se sabe adónde se dirigieron.
Y teniendo esto en cuenta, todo lo que le había contado al periódico una semana después del asesinato —«Vi a Linda la noche que la asesinaron»— era una sarta de mentiras de principio a fin. Micke, el de Robinson, no podía haber hablado con Linda la noche anterior al asesinato y Linda no le había contado «en confianza que últimamente se había sentido amenazada en más de una ocasión a causa de su trabajo en la comisaría de Växjö».
Puesto que Frasse, el de Farmen, se hallaba en las mismas circunstancias que Micke, el de Robinson, y, además, en otro calabozo del mismo pasillo, él tampoco pudo ver a Linda la noche del asesinato. Quedaba la tercera persona del grupo, Nina, la de Gran Hermano, que permaneció en el pub hasta la hora de cierre, hacia las cuatro de la madrugada.
La policía interrogó a Nina la tarde del viernes, el mismo día en que encontraron muerta a Linda, y le llevó un buen rato comprender que la policía no quería interrogarla sobre la mencionada agresión a su compañero Micke. Del asesinato de Linda, Nina no tenía la menor idea. No la conocía. No la había visto jamás, y mucho menos había hablado con ella, ni antes ni durante la noche de autos.
El periodista que había escrito los dos artículos no podía quedarse al margen de todo aquello, pero lo que indignó a Lewin, por lo general tan apacible, fue que tuvo el mal gusto de mezclarlo a él en la red de mentiras que había entretejido. Un día antes del segundo artículo, el periodista llamó a Lewin para darle la oportunidad de comentar las duras críticas que Micke vertió contra la policía. ¿Qué habían hecho para investigar las amenazas que Linda le había confesado a Micke, el de Robinson, y que el propio Micke transmitió de inmediato a la policía de Växjö?
Lewin le dijo que no tenía ningún comentario que hacer y remitió al periodista a la portavoz de la policía. No quedaba claro si el reportero había seguido su recomendación. De su artículo se desprendía solamente que el periódico había estado en contacto con el responsable de la investigación, el comisario Jan Lewin, de la policía judicial central, pero que él «se había negado a responder a las duras críticas dirigidas contra su trabajo y el de sus colegas».
Y por eso había tomado Lewin aquella decisión. Nunca más, en todo lo que le restaba de vida, pensaba volver a leer la prensa vespertina de Suecia.