El sábado por la mañana Mac notó que había vuelto a recuperar el equilibrio. La celebración del viernes no sólo había salido a pedir de boca, sino que encima Votos se había asegurado otro cliente. Los padres del novio habían reservado la organización de su aniversario de boda para el noviembre próximo.
Además, Mac había trabajado con una novia alegre y relajada que se dejaba fotografiar como ninguna.
El estado de agitación le había permitido ocuparse de las fotos hasta bien entrada la medianoche.
Y sólo había leído el correo de Carter dos veces más antes de dejarse caer en la cama y abandonarse a un sueño profundo.
Sólo era cuestión de centrarse, se recordó. De conocerse: las capacidades, las debilidades, los objetivos… Tenía que desacelerar un poco con Carter, dejar claro en qué punto de la relación se encontraban… y marcar dónde ponían los límites. Así podrían disfrutar el uno del otro y nadie saldría trasquilado.
Había exagerado. Era consciente de ello. Más espacio, una cierta distancia, un poco más de tiempo… y todo se equilibraría. Ése fin de semana de locura y el campo de minas que representaba la boda que se iba a celebrar serían el perfecto antídoto. Al cabo de unos días, quizá una semana, charlarían un rato. Carter era un hombre razonable. Comprendería que no tenía sentido que «eso» que había entre los dos, se les escapara de las manos.
Estaba segura de que a él lo habían herido en una relación anterior, aquella misteriosa Corrine… Y obviamente no debía de querer repetir la experiencia. De hecho, Mac decidió que era probable que él sintiera lo mismo y que le agradecería que pusiera las cartas sobre la mesa.
De una manera amistosa, racional, directa. Justo lo que necesitaban.
En el terreno laboral, sus socias y ella estarían pendientes de que todo se negociara dentro del campo de minas en el que se moverían ese día. Sin que hubiera bajas.
Eligió un traje gris perla con un suave acabado brillante y unos zapatos de tacón bajo para ir bien vestida durante la ceremonia oficial y también lo bastante cómoda para pasarse de pie todo el día.
Mientras reunía el equipo, revisó sus notas e impresiones. Recordó que el vestido era el plato fuerte, con su refulgente cuerpo bañera y una falda de inacabables metros. También recordó que la novia era una fanática de la gimnasia y tenía un buen tono muscular. La pareja, que eran novios desde los tiempos de la facultad, era muy tradicional.
Bien pertrechada y dispuesta, Mac llegó a la casa principal.
—¡Alerta roja!
Mac se quedó boquiabierta cuando vio que Emma bajaba volando la escalera.
—¿Ya hay problemas?
—No contestabas al teléfono, y tampoco al móvil.
—Acabo de salir del estudio y todavía no he conectado el móvil. ¿Qué pasa?
—A la DDH le ha llegado el soplo de que el PCYM planea llevar a la PDLS a la recepción. Es su manera de interpretar los compromisos, cosa que no se ha molestado en comentar ni con el novio ni con la novia. Los dos se han enterado y amenazan con llegar a las manos con el PCYM, cosa que se merece el cabrón, si hemos de hacer caso de los rumores. Parker está apagando fuegos.
—Mierda, mierda… —A Mac no le costó descifrar el código. Padrino cabrón y mentiroso. La pelandusca de la socia. Si alguien era capaz de apagar fuegos, esa era Parker.
Pero no estaban saliendo bien las cosas.
—¿Cuál es el orden del día?
—Alertar a los ayudantes. Parker tiene una foto de la PDLS que se encontró en un artículo del periódico. Está haciendo fotocopias.
Todos los ayudantes han de llevar una. Si alguien la ve, hay que detenerla, cortarle el paso, tumbarla al suelo. —Y como para demostrar que iba en serio, Emma se dio un puñetazo en la palma de la mano—. Lo que sea hasta que Parker pueda hablar con ella.
—Espero que lo arreglemos tumbándola al suelo. Menuda foto para el archivo de exteriores.
—Laurel ha contactado con Jack para decirle que no tarde en llegar y que convenza a la DDH de que se olvide de planear su venganza. Por mi parte, tengo que reunir a mi gente y darles instrucciones para que empiecen a transportar las flores. Laurel todavía tiene que solucionar el pastel. Es el Seda y Encaje.
—Ya lo sé. Lo tengo en las notas.
—Pesa una tonelada y tiene que poner la filigrana de perlas y la tiara en el centro en el momento de presentarlo. Necesitará que un par de personas la ayuden a moverlo, lo cual significa que habrá menos gente para controlar a la PDLS.
»El informe previo ya no sirve —añadió Emma cuando recuperó el aliento—. O sea, que improvisaremos al minuto. Tienes que ayudarnos en el montaje del salón principal. Te enviaremos una señal cuando veamos a la novia.
—Vale, ya me pongo. Deja que primero empiece a mover ficha en la suite de la novia. Resistid.
—Me meteré caña… Voy volando.
En la suite de la novia, en el piso de arriba, Mac se colgó encima la bolsa donde guardaba la cámara y los objetivos. Añadiría una segunda cámara al equipo cuando llegara la novia. No obstante, antes de regresar a la planta baja, subió al tercer piso para comprobar los progresos de Parker.
Y encontró a su amiga abriendo un paquete de Almax.
—¿Tan mal va eso?
—No, no. Ya está bajo control, pero me he cabreado. Acabo de hablar por teléfono, porque me lo ha pedido la novia, con el PCYM, que, para empezar, me ha hecho saber que nadie, ni siquiera su hermano, va a decirle con quién puede o no puede salir. Será egoísta, el jodido niñato.
—Has dicho «jodido». Estás cabreada.
—Y entonces, entonces va y me busca las cosquillas por haberme metido en su vida privada. Y me tengo que aguantar, porque vale más que hable conmigo que con la novia o el novio, pero me entran unas ganas de zurrarle… Consigo que se calme apelando a lo que le quede de decencia y consideración. Me dice que representará su papel y que luego se marchará, después de brindar (de todo corazón) por la nueva pareja.
—¿Le has creído?
Parker entrecerró los ojos.
—Ni por asomo. Quiere montar una escena. Tendremos que vigilarlo de cerca, porque va a meter a esa mujer en el convite si no lo impedimos, dato que no vamos a comentar con nadie de los invitados a la boda.
Exhalando de puro nerviosismo, Parker entregó a Mac un montón de fotocopias donde aparecía la fotografía de una rubia atractiva. A los pies de la reproducción se leía:
ROXANNE POULSEN
PROHIBIDO EL PASO
—Repártelas entre los ayudantes. Le daré a Laurel otro montón para los del catering.
—Ya voy. ¿Sabes qué, Parks? Algunas veces disfruto de verdad con este trabajo. Y por extraño que parezca, esta es una de ellas.
—Estoy de acuerdo contigo —respondió Parker masticando un antiácido—. Seguro que necesitamos terapia.
Mac llevó unas fotos que parecían salidas de un archivo policial a Emma y a sus subordinados y entregó el resto a la pequeña colmena laboriosa del salón principal. Ayudó a poner las mesas (manteles lavanda sobre un fondo azul) y dispuso los servicios mientras Emma distribuía los centros: unos cuencos de cristal de boca ancha en los que flotaban unos lirios blancos sobre un lecho de vistosas piedras.
—Qué bonito —afirmó Mac.
Alrededor del florero central Emma colocó unos jarritos con corolas de unas rosas voluminosas y unas velas blancas, y diseminó unos pétalos, unos corazoncitos rojos y unas estrellas de color azul.
—Así queda mejor. Sólo faltan diecinueve más. Pongamos ahora los regalitos —agregó la joven en voz alta—. Terminemos el… Ah, hola, Carter.
—¿Qué? —Mac se giró en redondo.
Carter, vestido con un traje gris oscuro, estaba allí, en medio del caos previo a la celebración. Mac pensó en una isla de atónita calma en un mar de movimiento y color.
—Ah, alguien que se llama Lois me ha dicho que viniera aquí. Hay mucho follón. Seguro que estorbo.
—No, qué va —le aseguró Emma—. Pero vigila, porque cuando vemos a alguien capaz de trasladar, levantar o cargar con cualquier cosa, no dudamos en pedirle favores.
—Si os sirve mi ayuda…
—Has pronunciado las palabras mágicas. Tenemos que repartir ciento noventa y ocho obsequios, botellitas para hacer burbujas y ristras de caramelos. Mac, ¿por qué no dices a nuestro nuevo esclavo por dónde tiene que empezar? Tengo que ir a inspeccionar el salón.
—Claro. —¿Cómo había podido olvidar que le había pedido que asistiera? ¿Y qué se suponía que tenía que hacer con los retortijones que notaba en el vientre cada vez que lo miraba?—. Bonito traje.
—No es de tweed. Estás preciosa y se te ve muy profesional.
—El personal tiene que ir vestido acorde. Lo siento, estoy algo distraída porque estamos en alerta roja. EL PCYM intentara colar a la PDLS en la recepción.
—Espera un momento —la interrumpió Carter frunciendo el ceño—. Creo que ya lo he entendido. El padrino y su socia. La mujer con quien tiene un lío. ¿Dices que va a venir con ella? Eso es de mala educación.
—Por decirlo de alguna manera. Va a correr la sangre. Así que ya ves —Mac abrió la bolsa donde guardaba la cámara y sacó la foto de ficha policial—. Éste es el objetivo. Si lo ves, informa, ¿de acuerdo?
—De acuerdo. —Carter examinó la foto, sonrió levemente y la dobló para metérsela en el bolsillo interior de la chaqueta—. ¿Algo más? Diría que pareces triste.
—¿Triste? No. No. Sólo algo distraída. Ya te lo había dicho, ¿no? La novia esta afectada y eso podría influir en los retratos, así que…
«Tienes que arreglarlo —se ordenó a si misma—. Explícale como están las cosas».
—De hecho, Carter —dijo Mac llevándoselo a un rincón relativamente tranquilo de esa habitación industriosa como un avispero—, quería decirte que he estado pensando que tenemos que hablar. —Maldita sea. Cogió el transmisor que llevaba colgando del bolsillo—. Es mi tono. La novia ha llegado al recinto. Tengo que irme. Vale más que me acompañes.
—¿Necesitas que cargue con el equipo? —preguntó él mientras acompasaba el paso a la rápida marcha de ella.
—No, llevo encima lo que necesito. El resto está en la suite de la novia. Luego subirá a cambiarse, pero antes quiero tomar unas fotos de su llegada. Asegúrate de quedar fuera de foco.
—Ah, hola, Carter —exclamo Parker uniéndose a sus pasos. Dirigió una sutil mirada interrogativa a Mac y luego volvió a adoptar su estilo ejecutivo—. La novia ha sacado un nueve y medio de nota emocional. Atención constante y apoyo.
—Hecho.
—Necesitamos que se instale arriba y se meta en faena, que se centre en si misma cuanto antes. Os he dejado una botella de champán, pero que no se nos ponga como Karen.
—No habrá ningún problema.
—La DDH y dos de sus damas estarán con ella, y también la MDNA, que es fuerte como una roca. Si no me encuentras y la novia o la DDH se descontrolan, confía en la MDNA.
—¿Viene Jack de camino?
—Tiempo estimado de llegada: quince minutos. Lo enviaré directamente arriba.
—¿Quién es Karen? —preguntó Carter.
—Una novia que tuvimos. Llegó medio borracha y terminó por liarla antes de que pudiéramos hacernos cargo de ella. Vomitó en la terraza poco antes de la ceremonia.
—Oh.
Las mujeres se habían colocado fuera, a un lado del porche, junto a las barandillas decoradas con luces italianas y flores.
—No hace falta —contestó Mac sacando la cámara—. La adrenalina no dejará que nos enteremos.
Cuando la limusina blanca enfiló el sendero de entrada, Emma y Laurel salieron al jardín.
—Quiero que las cuatro recibamos a la novia —explicó Parker—. Como una sola mujer, para que sepa que vamos a hacer que su día sea perfecto. Venga, chicas, poned cara de alegría.
La limusina se detuvo. Mac encuadró a la novia en el momento en que ésta iba a salir del coche con lo que podría llamarse una sonrisa valerosa y trémula.
«Mal andamos», pensó Mac.
—Hoy es el día —dijo Parker desde lo alto de la escalinata—. Te lo garantizo.
La sonrisa se le iluminó un poco más. Mac captó la instantánea antes de que la novia torciera el gesto. La joven saltó fuera del coche con un aspaviento y exclamó:
—¡Ay Parker!
—¡Eh! —La exhortación de Mac detuvo en seco a la novia—. ¿Vas a dejar que esa zorra te haga salir en las fotos con los ojos hinchados y rojos? Vamos a hacer una para que salgas preciosa. Que reviente a llorar cuando la vea.
Quizá la causa fue la rabia, pero la expresión de la novia se volvió radiante.
—¡Voy a casarme!
—Tienes toda la razón.
—Una de las dos se casa. —La novia agarró la mano de su dama de honor y sonrió a su amiga—. Juntas. Solidaridad.
—Así se habla.
Mac captó el movimiento, la energía del grupo de mujeres charlando entre ellas mientras descargaban varias bolsas de ropa de diferentes tamaños. Asimismo, también captó tensión.
—Parker, ¿qué haré si…?
—Nada —aseguró Parker a la novia—. Tenemos la situación controlada. Tu única obligación es estar preciosa y ser feliz; nosotras nos ocuparemos del resto. Subamos. Arriba te espera una botella de champán.
Mac, haciendo una señal a Carter para que la siguiera, se adelantó a Parker y al grupo de la novia.
—Le pondremos una copa de champán en la mano, y otra en la de la DDH. Para brindar por su amistad —dijo Mac mientras subía la escalera—. Emprendemos un viaje, y la relación entre estas dos mujeres forma parte de la travesía. Jugaremos esa baza y en lugar de procurar separarlas, como pensaba al principio, plasmaremos su unidad. La preparación de la novia como vínculo femenino a la par que ritual de apareamiento.
—Muy bien. —Carter entró en el dormitorio tras ella—. La habitación es preciosa. —Se fijó en los encajes, las flores, las velas y las guirnaldas de seda—. Ah, qué femenino…
—Sí, ya… —Mac sacó la segunda cámara y se la colgó al cuello.
—¿Crees que debo estar aquí? No me parece muy… apropiado.
—Puede que me sirvas. Por ahora, quédate en la puerta. No dejes entrar a nadie sin la contraseña.
—¿Qué contraseña?
—Inventa una.
Carter se colocó en su sitio, mientras Parker hacía entrar a la novia. Una morena se detuvo y lo miró de arriba abajo, de un modo que se le hizo un nudo en el estómago.
—¿Eres Jack?
—Eh… no. Me llamo Carter.
—Oh qué pena… —La joven le dedicó una sonrisa procaz e insinuante—. No te alejes mucho, Carter. Puedes serme útil.
La puerta se cerró de golpe. Al otro lado, Carter oyó unas voces femeninas y luego el feliz chasquido de un corcho despedido por los aires. Las carcajadas que siguieron a continuación debían de ser buena señal.
Un momento después un pequeño ejército de hombres y mujeres cargados con grandes bolsas y maletas se dirigieron hacia él.
—Perdonen… —aventuró Carter.
La puerta se abrió de par en par a sus espaldas.
—No pasa nada, Carter. Son los de peluquería y maquillaje. —Parker les hizo una señal para que pasaran—. Haz entrar a Jack cuando llegue.
La puerta volvió a cerrarse y el volumen del interior aumentó.
Se preguntó si todo aquello era normal, si Mac y sus socias repetían aquella rutina varias veces a la semana. Emoción, inmediatez, alertas rojas, extraños códigos, auriculares, transmisores.
Era como estar siempre en guerra.
O en un espectáculo de Broadway que llevara muchos años en cartel.
Fuera como fuese, sabía que acabaría agotado al final de la jornada.
Mac abrió la puerta y le puso una copa de champán en la mano.
—Toma. —Y volvió a cerrar.
Carter miró el champán preguntándose si le permitirían beber estando de servicio. Divertido por la idea, se encogió de hombros y dio un sorbo.
De repente, vio que un hombre subía por la escalera y se dirigía a él.
—Eh, Carter, ¿qué tal va? —Jack llevaba un traje oscuro con unas sutiles rayas color tiza. Sus rizos, de un rubio oscuro, le enmarcaban el rostro con desenfado. Los simpáticos ojos, color gris humo, le brillaban bajo unas cejas que arqueaba en señal de interrogación—. ¿Has venido a la boda?
—No. He venido a ayudar.
—Yo también. —Jack metió las manos en los bolsillos, relajado. Jack Cooke siempre le parecía relajado a Carter—. Tengo una cita con una mujer que está aquí dentro. ¿Le has echado un vistazo? Se llama Megan. Meg para los amigos.
—Ah, la dama de honor. Sí, está dentro.
—¿Y bien? —Jack esperó unos segundos—. Dame alguna pista. Parker me ha dicho lo de siempre, que es guapa, pero, claro, Parks me necesita. Aquí me tiene, sea como sea, pero me gustaría una opinión imparcial.
—Es muy atractiva. Morena.
—¿Está de buen humor?
—Un poco asustada, más bien. Ahora están haciéndose algo en el pelo.
—Fantástico —dijo Jack suspirando—. Lo que hacemos en nombre de la amistad y de una caja de buen vino. Bueno, al tajo. —Y llamó a la puerta—. Cromosoma extraño —gritó a voz en cuello.
Parker abrió la puerta.
—Puntualidad británica —dijo, y tiró de él para que entrara en el dormitorio.
Carter se apoyó en la pared de al lado, bebió unos sorbos de champán y se puso a filosofar sobre los rituales humanos.
Cuando la puerta volvió a abrirse, Mac le hizo entrar.
Las mujeres, que se habían puesto unas capas blancas, se habían sentado y las peluqueras se ejercitaban con unos instrumentos que siempre lo habían incomodado. Si el pelo era liso, existía un extraño utensilio para rizarlo. Si era rizado, otro lo alisaba.
La pregunta era: ¿por qué razón?
Sin embargo, se guardó mucho de plantearla y, cuando se lo pidieron, sostuvo el fotómetro, una tela de encaje sobre la ventana, un objetivo. No le importó, ni siquiera cuando Jack desertó del campo de batalla y él fue el único varón en un ejército de mujeres.
Nunca había visto trabajar a Mac y eso, por sí solo, ya era educativo y todo un placer. Segura, entregada, pensó. Eficaz, fluida de movimientos. Cambiaba ángulos, cámaras, objetivos, mezclándose entre las mujeres, casi sin dirigir la palabra a sus modelos.
Carter comprendió que quería que actuaran tal como eran y se sentían.
Mac dio unos golpecitos a sus auriculares.
—Llega el novio. En marcha.
Carter se dio cuenta de que, en ese caso, la solidaridad brillaba por su ausencia, porque el padrino no vino con su hermano. Mac hizo su trabajo a la intemperie, mientras se le iba condensando la respiración en unas nubecitas de vapor.
—Sube el novio —anunció a través del micrófono—. El PCYM no ha aparecido aún. Oído. —Mac se dirigió a Carter—. Hay que estar alerta por si vemos al cabrón. Voy a preparar el equipo para hacer los retratos de la novia ya vestida ¿Por qué no vas a relajarte un poco con Jack y Del?
—De acuerdo. —Carter contempló el salón con las sillas enfundadas de blanco y dispuestas en hileras, las cascadas de flores y los centros de velas—. Menuda transformación. Es como si hubierais hecho magia.
—Sí, una magia que hay que sudarla. Ya te encontraré.
Carter no lo dudó, pero no estaba seguro de dónde meterse mientras tanto.
Se demoró entre las flores y los tules, bajo las lucecitas destellantes, y entró en el salón principal. Aliviado, encontró allí a Jack y a Del, sentados en el bar.
—¿Quieres una cerveza? —le preguntó Del echando voces.
—No, gracias. Sólo quería quitarme de en medio.
—No hay mejor lugar para nosotros —comentó Jack—. Has impresionado a Megan. —Alzó su botella de Bass—. Hay peores maneras de pasar un sábado que consolando a una preciosa morena. ¿Un canapé?
Carter se fijó en que tenían una pequeña bandeja.
—Bueno…
—Del ha seducido a una del catering para conseguirla.
—Es cierto que hay peores maneras de pasar un sábado —coincidió Del—. Dime, Carter, ahora que estamos juntos, ¿qué hay entre mi chica y tú?
—Tu… ¿qué?
—Le has echado el ojo a mi Macadamia. ¿Le vas a echar algo más?
—Del es territorial. Toma un buñuelo de gambas.
«Yo también», pensó Carter.
—¿Desde cuando es tuya… según tu punto de vista?
—Desde que tenía dos años. Tranquilo, Carter. Te lo pregunto como un hermano.
—Pues entonces pregúntaselo a ella.
—Discreto —asintió Del—. Una gran virtud. Si le haces daño, te parto la cara.
—Protector. Una gran virtud —respondió a su vez Carter.
—Empatados. Y además trincados —afirmó Del cuando Emma entró en el salón.
—¿No os había dicho que esta zona está prohibida? —Emma, vestida con un traje azul y con el cabello recogido con unos pasadores, se puso a dar vueltas alrededor de las mesas—. ¿De dónde habéis sacado la comida?
—Del tiene la culpa. —Jack acusó a su amigo sin titubeos.
—No quiero botellas de cerveza ni migas aquí dentro. Largo, y llevaos todo esto. Salid al jardín o subid a las habitaciones de la familia. Me esperaba algo así de vosotros dos —añadió la joven—, pero me ha sorprendido mucho de ti, Carter.
—Yo sólo… no he tomado cerveza. No he comido nada.
Emma se limitó a mirarlo fríamente y señaló la puerta.
—Íbamos a recoger ahora mismo. —Jack, acompañando a sus amigos, salió con el rabo entre las piernas. Cuando se giró, vio que Emma comprobaba la decoración de las mesas.
Carter chocó con él en el umbral.
—Lo siento.
—No pasa nada. —Jack desvió la mirada al oír el pitido del transmisor de Del.
—Me reclaman —explicó Del—. El cabrón acaba de llegar. Viene solo. Supongo que eso significa que no tenemos que salir a meterle miedo o a pegarle un puñetazo. Qué pena…
Parecía que las cosas estaban saliendo bien, decidió Carter. Si no hubiera visto tanto entre bambalinas, habría creído que todo iba como la seda. Las flores, la música, la radiante novia bañada por la luz de las velas. Se quedó detrás con Del y Jack contemplando a las dos personas que se prometían amor eterno.
Pero no podía quitar los ojos de Mac.
Se movía con tanta suavidad, tan silenciosamente… Aunque no parecía una sombra. Era demasiado luminosa para ser confundida con una sombra. Sin embargo, apenas revolvía el aire y parecía centrar toda su atención en las dos personas situadas frente al crepitante fuego.
—Están locos el uno por el otro, ¿no te parece? —murmuró Del.
—Sí.
Cuando los recién casados se volvieron y enfilaron el pasillo, Mac se precipitó hacia la salida y dio un codazo a Carter para que torciera a la izquierda. Una vez en el vestíbulo, la fotógrafa bajó la cámara durante unos segundos.
—Te necesitaré para las fotos de grupo. Ponte detrás de mí.
Los invitados salieron por otra puerta. Mac aprovechó la escalera, el vestíbulo y la sala de recepciones, ya vacía.
Carter observó que trabajaba rápido. No parecía darse prisa, pero iba disparando todo el rato, haciendo posar a los distintos grupos y a las parejas… y evitando con gran tacto cualquier situación que juntara a la belicosa dama de honor con el padrino.
En el momento de terminar, Parker tomó el control.
—Parker los hará poner en fila para las presentaciones. Iremos por este lado.
—Deja que te ayude con la bolsa.
—No, estoy acostumbrada. —Mac precedió la marcha. Recorrieron pasillos, entraron en la cocina, donde se apresuraban los del catering, y llegaron al salón principal—. Tomaré unas fotos cuando entren. Ésa es la mesa de los novios, la del corazón. Es un almuerzo de varios platos, con mesas numeradas. Cuando todos se hayan sentado, sólo es cuestión de estar atentos hasta que la oportunidad se presente. ¿Qué tal aguantas?
—Muy bien. Tú haces todo el trabajo.
—Todavía estamos en alerta roja. Hemos de vigilar al PCYM. Si sale del salón, uno de nosotros tendrá que ir tras él para asegurarse de que sólo va a hacer pis o a fumar un pitillo. Cuando terminemos y vayamos al salón de baile, será la locura. No iremos tan programados y costará más seguirle el rastro.
Mac tenía razón. Carter se pegó a ella cuando comenzó la auténtica fiesta. Los invitados aprovecharon la música para ponerse a bailar o a charlar en grupos. La gente iba arriba y abajo. Carter ya estaba avisado de su cometido y se fijó en que había varios miembros del personal junto a las puertas de salida. Aquello era muy excitante.
—Creo que ya ha pasado lo peor —dijo Laurel acercándose a ellos—. Después del siguiente plato viene el pastel, y el padrino sigue sin moverse. Tampoco hay señales del objetivo. Los novios no parecen preocupados.
—Se les ve muy felices —afirmó Mac—. Dispararé noventa más y terminamos.
—Voy a comprobar la mesa del postre.
—Ya verás cuando pruebes un trozo —dijo Mac a Carter— de pastel. Es increíble.
—¿Carter? ¡Carter! —Una hermosa rubia vestida de rojo se le echó encima y, sujetándole los brazos, le sonrió—. Sabía que eras tú. ¿Cómo estás?
—Muy bien. Ah…
—Steph. Stephanie Gorden. La amiga de Corrine. Qué rápido olvidan algunos… —Steph rio y se puso de puntillas para darle un beso en la mejilla—. No sabía que eras amigo de Naomi y Brent.
—En realidad soy…
—Brent es primo mío. ¡Qué boda tan bonita! Éste lugar es una maravilla. ¿Te imaginas tener una auténtica sala de baile en tu propia casa? Aunque supongo que los Brown la alquilan para poder mantenerla. Tendré que ir a buscar a Greg. Te acuerdas de mi marido Greg, ¿verdad? Le darás una sorpresa cuando te vea. ¿Cuánto hace? Al menos un año. No te habíamos visto desde que tú y Corrine… —Steph se interrumpió y lo miró con lástima—. Siento mucho que no funcionara. Pensábamos que erais perfectos el uno para el otro.
—Ah, bueno… no. Te presento a Mackensie Elliot. Es la fotógrafa de las bodas.
—Hola, ¿qué tal? ¡Debes de estar agotada! Te he visto corriendo por ahí y sacando fotos. Naomi te lo debe de haber puesto fácil. Es una novia preciosa.
—Sí, ha sido… facilísimo.
—Yo también he hecho unas fotos muy bonitas. Éstas cámaras digitales prácticamente funcionan solas, ¿verdad?
—Desde luego. Yo apenas cuento. Tendréis que perdonarme. Voy a fingir que estoy trabajando.
Cuando Carter volvió a encontrarse con Mac, ella estaba improvisando unas fotos en la pista de baile.
—Lo siento. No creo que tuviera la intención de ser grosera, pero es idiota y no puede evitarlo.
—No te preocupes. —Mac cambió de cámara y le pasó la sobrante—. Ponle la tarjeta de memoria. ¿Recuerdas como se hace?
—Sí.
—Están adornado la limusina. Quiero ir a hacer unas fotos antes de que traigan el pastel.
Carter pisándole los talones, siguió a Mac hacia la salida.
—Rompisteis… ¿hace un año? —preguntó Mac.
—Eh… sí. Más o menos. Estuvimos juntos un año también, y convivimos unos ocho meses. Puede que nueve. Luego ella decidió que quería irse a vivir con otro. Y se fue.
Mac se detuvo.
—Te hizo daño.
—No tanto como habría podido, dada la situación. Eso significa que no éramos la pareja perfecta. Ni mucho menos.
—Si vivías con ella, debías de estar enamorado.
—No. Quería estarlo, que no es lo mismo. Mackensie… —empezó a decir Carter cuando ya salían de la casa.
—¡Mierda, maldita sea, joder!
—¿Cómo?
—La PDLS. ¡Alerta roja! —grito al micrófono—. PDLS vista en el ala meridional de la entrada principal. El PCYM está con ella. Vamos, Carter. Tenemos que cortarles el paso mientras esperamos refuerzos.