28. LA SÁBANA SANTA

Desde 1578, atraídos por la reliquia más famosa del cristianismo, miles de creyentes acuden a la ciudad italiana de Turín. Quieren ver un trozo de tela de poco más de 4 metros de largo por 1,20 de ancho, donde se aprecia la imagen de frente y de espaldas de un hombre muerto por crucifixión. Como tantos otros millones de cristianos, están convencidos de que se trata del auténtico sudario de Jesús, la «Sábana Santa» que envolvió su cuerpo tras su muerte. Algunos científicos avalan esta creencia; opinan que su tenue imagen color sepia contiene datos precisos sobre la forma en que murió Cristo: desde signos de violentos golpes en las piernas y la abrasión de la cruz en su espalda hasta las marcas que la corona de espinas dejó en su frente, pasando por las heridas producidas por los clavos en las muñecas y los pies. Incluso se puede apreciar una herida abierta en el costado. Sin embargo, no toda la comunidad científica está de acuerdo. La prueba del carbono 14, realizada en 1988 con los auspicios de la Santa Sede, donde se confirmaba la datación del sudario en la Edad Media, ha sido refutada por varios expertos que afirman que no se hizo bien y, por tanto, ponen en duda su valor. La controversia no acaba ahí. En la línea contraria, entre todas las posiciones discrepantes, poco a poco se abre paso una controvertida teoría: la que defiende que el sudario fue creado por Leonardo Da Vinci hace poco más de quinientos años.

Según la tradición cristiana, la Sábana Santa, o Sìndone, de Turín fue la tela en que se envolvió el cuerpo de Jesús después de su muerte. Es una sábana de lino de 4,36 metros de largo y 1,10 metros de ancho, sobre la que se ven con claridad dos líneas oscuras, triángulos blancos, marcas de quemaduras producidas durante el incendio de Chambéry en 1532. También está representada la doble imagen, es decir, frontal y dorsal de un hombre muerto por crucifixión. Sin embargo, algunos científicos escépticos han puesto en cuestión estas creencias con pruebas que contradicen la tradición cristiana.

PRIMERAS REFERENCIAS HISTÓRICAS

Los relatos bíblicos nos cuentan que Jesús fue enterrado según la tradición judía. Cuando lo bajaron de la cruz, envolvieron el cadáver con una mortaja del tamaño de un cuerpo humano. En el Evangelio de san Juan se cuenta que al enterarse de que habían removido la piedra que cerraba la sepultura de Cristo «Pedro y otro discípulo iban al sepulcro corriendo los dos juntos; el otro discípulo corrió más que Pedro y llegó antes al sepulcro, y agachándose vio los lienzos tirados y el sudario que había estado sobre su cabeza, no tirado con los lienzos, sino recogido en un lugar aparte» (Juan, 20, 3-7). San Lucas por su parte dice: «Pedro se levantó y se fue corriendo al sepulcro; se asomó y sólo vio los lienzos» (Lucas, 24 12). «Si los relatos bíblicos son ciertos, la tumba de Jesús no estaba totalmente vacía, ya que en ella se encontraba la mortaja. Pero el Nuevo Testamento no hace mención de ninguna imagen milagrosa en el sudario», confirma el historiador del Nazareth College, Timothy M. Thimbodeau.

En realidad, tuvieron que pasar décadas para que, ya en el siglo I, los textos cristianos mencionasen algo. En estos documentos se hace referencia a una sábana que se guardaba en Edesa, en Turquía Oriental. Después, el rastro del Sudario se pierde durante más de un milenio. Hasta que en el siglo XIV reapareció súbitamente: una sábana llamada la «auténtica sábana mortuoria de Cristo» fue exhibida en 1355 en la población francesa de Lirey, unos doscientos kilómetros al sudeste de París. Su propietario, el caballero Geoffroy de Charny —perteneciente a una familia francesa relacionada con los caballeros templarios, una orden militar conocida por proteger y comerciar con reliquias— nunca aclaró cómo había llegado la pieza de lino a su poder; pero financió la edificación de una iglesia para acoger la reliquia: Nuestra Señora de Lirey, que atrajo a gran cantidad de peregrinos que convirtieron el supuesto sudario de Cristo en un gran negocio. Henri de Poitiers, obispo de Troyes, logró averiguar que se trataba de un lienzo astutamente pintado. El escándalo saltó de inmediato. Su sucesor en el cargo, Pierre d’Arcis, exigió el cese de la exhibición y, a finales de 1389, escribió al papa Clemente VII pidiendo su ayuda para acabar con aquel engaño. Pero sorprendentemente el Papa dictaminó que la sábana podía ser expuesta. El historiador Antonio Lombatti explica así la decisión papal: «El clero necesitaba de estas cosas para ganar adeptos. Era una época en que apenas había nadie que supiera leer y escribir. Un papa escribió una vez que, para que la gente ignorante creyese, eran más importantes las pinturas y reliquias que cien sermones». Además, en aquella época, la prosperidad de monasterios y regiones enteras de Europa giraba en torno a las reliquias que atraían a multitudes de fieles y convertían aldeas en florecientes ciudades y enriquecían a órdenes religiosas y a señores feudales.

En 1453, la familia De Charny pasó por dificultades económicas, lo que la obligó a vender el sudario al duque Luis I de Saboya, que continuó exhibiéndolo al público. Tras medio siglo de exposiciones itinerantes, Sixto IV los autorizó a levantar en Chambéry la Santa Capilla de la Sábana Sagrada. Allí un incendio en 1532 dañó parcialmente el sudario. Como la figura contenida en el paño se salvó de la quema, la tela se rodeó de un halo milagroso. A partir de entonces, se expuso en raras ocasiones. En octubre de 1578, el duque Emmanuel Filiberto de Saboya trasladó la sábana a Turín para que fuese venerada por san Carlos Borromeo, arzobispo de Milán y el sudario no volvió a Chambéry. Se instaló definitivamente en la catedral de San Juan Bautista de Turín en 1694.

Los partidarios de la llamada «teoría Leonardo», que defienden que se trata de una obra del famoso artista del Renacimiento, afirman que en 1494 apareció una nueva Sábana Santa en Vercelli, Italia. «Era una sábana diferente de la denunciada mucho antes como una pintura fraudulenta. Ésta de 1494 está realizada por Leonardo, y es el conocido Sudario de Turín de hoy en día», asegura convencida la escritora Lynn Picknett.

Una de las hipótesis es que no se trata de una obra de arte. No está pintada, ni es un entintado, sino algo muy parecido a una primitiva imagen fotográfica confeccionada tres siglos antes de la invención de la fotografía. De hecho, cuando en un ordenador se invierten las luces y sombras de la imagen, se percibe la figura aún con mayor claridad. El fotógrafo Stephen Berkman ha utilizado exclusivamente tecnología renacentista para confeccionar un facsímile fotográfico de la reliquia y cree que hay evidencias suficientes para pensar que podría ser obra de Leonardo. Sin embargo, quienes defienden la autenticidad del Sudario afirman que hace quinientos años ningún artista podía hacer una réplica con detalles tan precisos. Claro que si alguien hubiera sido capaz, Leonardo, un verdadero genio, es un candidato perfecto. Inventó el carro de combate, la bicicleta, máquinas volantes, el submarino y muchos ingenios más. Además, al tener conocimientos de anatomía, sabía lo que le ocurría a un cuerpo humano que había sido crucificado, y lo que ignoraba, lo podía imaginar.

LA PRIMERA FOTOGRAFÍA DE LA HISTORIA

La investigación de Stephen Berkman se adentra en el terreno científico: demostrar el hecho de que Leonardo hubiera tomado la primera fotografía de la historia, algo que plantea serias dudas en el mundo científico. «En el Renacimiento ya se usaban lentes y gafas e, incluso, con anterioridad, en 1276, Roger Bacon las menciona. Había, por tanto, conocimiento de las lentes y sus propiedades. Si Leonardo diseñó un método fotográfico, cada una de las lentes utilizadas por él formarían parte de una cámara oscura», asegura Berkman. Una cámara oscura es, como su nombre indica, algo parecido a un cuarto oscuro, con una abertura que deja penetrar la luz. Por una sencilla ley física, la luz viaja en línea recta. Pero, cuando los rayos lumínicos reflejados por un objeto brillante pasan a través de un hueco pequeño en un material delgado y opaco, no se dispersan, sino que se cruzan formando una imagen invertida en la superficie paralela a la rendija. Esta ley óptica de la cámara oscura se conoce desde el siglo V. Leonardo podría haber sido un precursor en su aplicación al crear la espectral imagen del Sudario. Su capacidad para fijar la imagen sería otra obra maestra del genio del Renacimiento.

Para comprobar esta teoría de la posibilidad de que Leonardo combinara una técnica fotográfica, novedosa y desconocida, con un poco de pintura o incluso sangre humana, el fotógrafo Stephen Berkman ha utilizado su propia cámara oscura de tela negra y mezclado sustancias químicas a las que Leonardo habría tenido acceso: sal común y nitrato de plata. Con estos ingredientes preparó una emulsión sensible a la luz, y la aplicó a una tela del mismo tipo que la utilizada para el Sudario: sarga con espiguilla de tres por uno. Un maniquí de tamaño natural le sirvió de modelo pues, debido a que su cámara oscura precisa de un tiempo de exposición muy largo, el objeto que había que fotografiar no debía moverse en absoluto, porque hasta el movimiento de su respiración quedaría reflejado. En el Sudario la imagen aparece muy sólida, firme como una piedra, y Leonardo, que además era anatomista, podía perfectamente haber hecho un maniquí de este tipo. Además, se sabe que experimentaba con cadáveres. El resto está en seguir las indicaciones de los textos del Nuevo Testamento, donde se describen con detalle todos los efectos de la crucifixión.

Durante cuarenta y tres días, la cámara oscura de Stephen Berkman estuvo enfocando al maniquí. A la débil luz de una bombilla color ámbar se comprueba que, sobre la tela, se reprodujo una imagen del maniquí en tonos delicados, tenues. Se puede percibir perfectamente la figura que se muestra cabeza abajo y en negativo, pero una vez invertida se vuelve más clara y es sorprendentemente parecida a la del Sudario. Con este experimento, Berkman considera que ha demostrado que es posible hacer una fotografía mediante las técnicas existentes en época de Leonardo.

Claro que si Leonardo pudo crear su propio método fotográfico trescientos años antes del nacimiento oficial de la fotografía, no parece razonable que sus biógrafos no mencionaran un hecho de tanta trascendencia. La explicación puede estar en el secretismo que envolvía todas las actuaciones del genio. En más de una ocasión utilizó la escritura encriptada para ocultar mensajes o a veces sólo se podían leer reflejados en un espejo. Los partidarios de esta hipótesis sostienen que el genio tenía razones de peso para mantener su logro en el más absoluto secreto. «Que no haya registros de su invento, al crear una imagen fotográfica, se podría deber al peligro que eso entrañaba, porque la Iglesia perseguía todo este tipo de cosas», opina Lynn Picknett, y Stephen Berkman lo refrenda: «Operar con estos compuestos químicos lo habría convertido en sospechoso de brujería o de alquimia, algo muy peligroso en la época».

Los partidarios de la autoría de Leonardo del Sudario se ratificaron aún más en su planteamiento, cuando, en 1898, se produjo un descubrimiento que proporcionó la primera pista sobre su realización. El abogado italiano Secundo Pia obtuvo permiso para tomar la primera fotografía de la tela y quedó sorprendido ante los negativos: el rostro y la figura de un hombre con bigote y barba, melena larga y ojos cerrados. Era la cara de Jesús y se veía con mayor claridad en dichos negativos que en la propia Sábana Santa. Era como si se hubiese utilizado un procedimiento fotográfico para crear la imagen.

¿Y SI FUERA EL PROPIO LEONARDO DA VINCI?

También hay quien piensa que la Sábana Santa es en realidad un autorretrato de Leonardo. «Mirando objetivamente el Sudario de Turín, incluso los que siguen pensando que se trata de la imagen de Jesús murmuran en voz baja que se parece a Leonardo Da Vinci. Se distinguen muy bien su cara, alargada, con una nariz prominente y el nacimiento del pelo en las mejillas», indica Lynn Picknett. Incluso algunos defensores de esta teoría creen que el artista añadió pintura a la imagen para alterar el parecido.

Antropólogos de la Universidad de Michigan se ofrecieron voluntariamente a estudiar el Sudario y compararlo con la imagen de Leonardo. El método utilizado en este caso fue una comparación de tipo forense dividida en dos etapas: en la primera se realizó un análisis de los rasgos imagen a imagen, marcando los puntos clave de la expresión; la segunda, fue un sencillo proceso de superposición para comprobar que esos puntos clave coincidían. Precisamente ése fue el principal objetivo: determinar la coincidencia de una serie de marcas faciales, claramente definidas en el rostro sobre la pantalla del ordenador. En este segundo paso, si el mapa de expresión personal que conformaban los puntos era prácticamente idéntico, podría tratarse de la misma persona.

Antes de usar esta técnica para comparar un retrato de Leonardo con la imagen del sudario, los investigadores estadounidenses realizaron una prueba previa de comprobación con dos autorretratos de Leonardo, dibujados por el artista en épocas diferentes de su vida. «Cuando hicimos la superposición pudimos demostrar que la proporción entre la imagen más temprana y la posterior era prácticamente idéntica. Si se tratara de un caso forense, diríamos que la evidencia es aplastante, que se trata de la misma persona», afirma el antropólogo forense Norman Sauer. Más tarde aplicaron la misma técnica a una imagen del Sudario y a un retrato de Leonardo Da Vinci, pero, debido a los diferentes ángulos de la cara, con estas dos imágenes no se pudo realizar la prueba de la superposición. No obstante, sí fue posible someterlas al análisis comparativo: una al lado de la otra. Primero compararon la línea de los ojos; después, la posición de la nariz y, por fin, la boca. En todos los casos la proporción se mantuvo. El resultado del experimento fue confirmar que hay similitudes en los rasgos expresivos de ambas imágenes. Los datos del análisis facial ofrecieron resultados interesantes, pero no se consideraron definitivos. De nuevo, las pruebas no fueron concluyentes, lo que preocupa a los estudiosos del sudario desde hace décadas.

En 1976, el físico John Jackson quiso demostrar que la imagen del Sudario podía haber sido impresa en la tela al colocarse sobre un objeto tridimensional, por ejemplo, un cuerpo. Jackson, que trabajaba en los laboratorios de la Fuerza Aérea estadounidense, decidió estudiar la posible aplicación de las técnicas de mejora digital de imágenes a la Sábana Santa. Durante varios años trabajó en colaboración con Eric Jumper, miembro del consejo ejecutivo de la Hermandad del Santo Sudario, y consiguieron someter una fotografía de la reliquia a un analizador de imágenes VP-8, un avance militar que servía en principio para interpretar fotos de satélite. Jackson mostró lo que él consideró un esquema primitivo de los detalles faciales del Sudario, y constató que las imágenes de la Sábana Santa no se formaron por contacto sino de forma tridimensional. La intensidad y el brillo de la imagen varían de un punto a otro. Así, por ejemplo, la nariz aparece más brillante que las mejillas, lo que para este investigador demostraba que la tela cubría un cuerpo tridimensional, ya que, relacionando intensidad y distancia, se pueden computar los niveles reales de intensidad que se ven en el Sudario. Para Jackson, los resultados de su investigación que confirman la tridimensionalidad del Sudario fueron el certificado de autenticidad de la reliquia sagrada.

EL ADN DE JESUCRISTO

Décadas después del experimento de Jackson, los diseñadores gráficos de una importante empresa de animación de Los Ángeles utilizaron ordenadores mucho más potentes para ampliar el estudio tridimensional de Jackson de 1976. Dentro del equipo estaba Barrie Schwartz, un fotógrafo que ha trabajado intensamente con imágenes en tres dimensiones. Él se encargó de quitar el color y pasar a una imagen negativa en blanco y negro. Después, borraron la información gráfica que consideran innecesaria, como los pliegues de la tela y las marcas triangulares que aparecen cerca de los hombros, pues se produjeron en un incendio que casi destruyó el Sudario en 1532. Gracias a la ayuda de programas informáticos específicos que convierten las luces y sombras de la imagen en valores espaciales, el resultado que obtuvieron ha animado a aquellos que creen en la autenticidad de la Sábana Santa como mortaja de Jesús: el aspecto desvaído y fantasmal de la imagen obtenida por esta investigación californiana es prueba en pro de la autenticidad para los creyentes.

Dos años más tarde, John Jackson realizó una nueva investigación. Esta vez, se trató de estudiar el tejido de la Sábana Santa, para lo que pidió permiso a la Iglesia católica, que consciente del poder hipnótico que tiene la reliquia sobre las masas de creyentes, accedió. El 30 de septiembre de 1978, coincidiendo con el 400 º aniversario de la llegada de la Sábana Santa a Turín, los científicos estadounidenses del Shroud of Turin Research Corporation (Corporación de Investigación del Sudario de Turín, STURP) comenzaron a estudiar el Sudario in situ. El equipo estaba formado, además de por muchos voluntarios y creyentes relacionados con la religiosa Hermandad del Santo Sudario, por 32 científicos de diferentes laboratorios estadounidenses, como el Sandia National Laboratory, el Jet Propulsion Laboratory, Los Álamos National Laboratory; de algunas industrias científicas, como Oriole Corporation, y de varias universidades. Como en todas las ocasiones en que la Iglesia ha mostrado el Sudario —más de tres millones de personas acudieron emocionadas a la catedral de Turín durante la última exhibición pública en el año 2000— en aquel experimento la expectación fue enorme.

Los investigadores del STURP estuvieron examinando el Sudario durante ciento veinte horas sin interrupción: cinco días seguidos del 8 al 13 de octubre de 1978. Una de las pruebas más interesantes, basada en muestras de fibra, la realizó tres meses más tarde el doctor Walter McCrone, un reputado experto, ya fallecido, en el análisis microscópico, que se hizo famoso por autentificar numerosas obras de arte. Sus estudios muestran una cantidad significativa de pigmentos en la imagen: ocre rojo en las zonas del cuerpo y bermellón en las zonas de la sangre; son pinturas utilizadas en la Edad Media. También halló restos de sustancias rosadas, y partículas de pigmento pegadas entre sí gracias a un fijador orgánico, que identificó como témpera al colágeno. De todo ello McCrone dedujo que la imagen del Sudario era una pintura, y añadió que no contenía restos de sangre. Los resultados del trabajo de McCrone no fueron, obviamente, del agrado de los creyentes en la reliquia sagrada, ya que confirmaban la hipótesis artística. Otros especialistas que examinaron después el lienzo llegaron a la misma conclusión: no hay rastro de sangre, sino restos de óxido de hierro.

Sin embargo, para los defensores de la autenticidad de la Sábana Santa, el hecho de que el Sudario presente ligeros trazos de pintura no quiere decir necesariamente que sea una pintura. «En la Edad Media se hicieron muchas copias del Sudario y, después de pintarlas en presencia del original, utilizándolo como modelo, se superponían haciendo presión sobre el original. Era lo que se llamaba una segunda reliquia, porque había estado en contacto con el original. De ahí podrían provenir los restos de pintura», dice el escritor Mark Gustin. La conclusión a que había llegado McCrone de que no había restos de sangre fue refutada científicamente en 1980 por el doctor Allen Adler, miembro del STURP, mediante pruebas químicas realizadas con las fibras del Sudario. Aseguró haber encontrado proteínas de sangre. A pesar de ello, la polémica sobre si las marcas son restos de sangre o de pintura sigue sin resolverse.

RAYOS GAMMA Y CARBONO 14

Algunos investigadores, como August D. Accetta, del Centro del Sudario de California del Sur, aseguran que la imagen se formó por la proyección sobre el lino de una intensa energía de rayos gamma, emitida en el preciso instante en que Jesús resucitó: «Yo, como muchos de mis compañeros —dice Accetta—, creo que la Sábana Santa es el sudario de Jesús, y que la imagen es el fruto de un fenómeno muy extraño e inusual que ocurrió en las 36 horas siguientes a su muerte, y que se corresponde con lo que históricamente conocemos como Resurrección». Para comprobarlo, el doctor y otros voluntarios se inyectaron isótopos radiactivos en dosis inocuas. Esperaron a que el preparado se extendiera por el cuerpo, igual que si fuera oxígeno, y aplicaron un escáner de rayos gamma con el fin de medir el voltaje en cualquier parte del cuerpo. Los resultados muestran una imagen nuclear con varias similitudes objetivas con la Sábana Santa.

En los años ochenta, otros científicos razonaron que el camino más directo hacia la verdad era determinar la edad de la tela mediante la datación por carbono. Así, en octubre de 1987, después de más de seis siglos de controversia, el Vaticano autorizó algo insólito: el corte de una pequeña muestra de la reliquia más famosa del mundo para someterlo a la datación mediante radiocarbono. En presencia del cardenal Ballestrero, entonces arzobispo de Turín, fue cortada una tira de 1 por 7 centímetros y cerca de 150 miligramos. En el método de datación por carbono —ideado en los años cincuenta por Willard F. Libby, que recibió en 1960 el premio Nobel de Química— hay que quemar la muestra para recuperar el gas, que es el dióxido de carbono. Como el lino del Sudario es una materia vegetal, contiene isótopos de carbono 14 y carbono 12. Mientras el carbono 12 no se descompone en absoluto, el carbono 14 —que se encuentra en todo ser vivo— se descompone en un plazo de tiempo conocido: según Libby descubrió a partir del momento de la muerte, la cantidad de dicho isótopo se reduce a la mitad cada 5568 años. Así, si se conoce la porción de radiocarbono que hoy contiene el cuerpo de un hombre, por ejemplo, y se analiza el cadáver de alguien que murió en el pasado, podrá determinarse cuándo vivió. Para fijar la edad del Sudario, los científicos tenían que calcular la relación entre los dos componentes. La muestra fue dividida en tres trozos y fueron analizados en laboratorios especializados de Zurich, Oxford y Tucson, sin que los investigadores encargados del trabajo supieran que estaban datando restos procedentes del Sudario.

El 18 de septiembre de 1988, los medios informaron de los resultados y quienes creían en la autenticidad del Sudario de Turín recibieron una demoledora noticia: según los análisis científicos llevados a cabo en los tres laboratorios, la Sábana Santa de Turín fue confeccionada entre los años 1260 y 1390. Cronología que se corresponde más o menos con la primera mención del Sudario: comienzos del siglo XIV, en Francia. La prueba de carbono 14 se unía a los documentos históricos, la iconografía, los materiales y las técnicas empleadas que bastaban para situar la aparición de la sábana en Francia en el siglo XIV. El radiocarbono daba así una explicación razonable para quienes habían dudado de la autenticidad del Sudario. Y lo hizo con razones científicas. «En tanto que científicos, sólo podemos ofrecer respuestas objetivas, y creemos que éstas no permiten una duda razonable. Estos resultados proporcionan evidencia concluyente sobre el origen medieval del lino del sudario de Turín. Pero no podemos influir en lo que otras personas quieran o no quieran creer», afirma Tom Brown, del Laboratorio Nacional de Lawre Livermore. La Iglesia aceptó el veredicto de la ciencia, pero confirmó que el valor de la imagen es preeminente respecto al eventual valor de muestra histórica.

En 1989, un informe publicado por una veintena de científicos en la revista Nature confirmó el origen medieval de la Sábana Santa. Sin embargo, el caso del Sudario de Turín permanece abierto porque, en enero de 2005, el científico del STURP, Raymond Rogers, del Laboratorio Nacional de Los Álamos, publicó un informe invalidando las muestras examinadas con carbono 14. Según su opinión, las muestras habían sido tomadas en una zona del Sudario que había sido reparada, por lo que no tenía nada que ver con la sábana original. El microscopio de Rogers y los análisis químicos revelaron fibras de algodón, tintes e hilos empalmados en la muestra analizada de un tipo de algodón que no está en el Sudario. Sin embargo, otro eminente investigador, el físico John Jackson, opina que Rogers se equivoca, porque si se hubiera realizado una reparación del tejido, se apreciaría una interrupción de las hiladas que conforman la trama del paño y no hay ningún tipo de interrupción en la tela. Además, Jackson sigue refutando los resultados de la datación por carbono, pero por razones muy diferentes. Para él, el incendio de 1532 pudo haber provocado una interacción química con el dióxido de carbono natural que hay en la atmósfera y formado estructuras químicas dentro del propio tejido.

También como descrédito contra la prueba del radiocarbono, algunos investigadores afirman que la muestra del lienzo fue cortada en un solo lugar, y que no se hizo un muestreo estadístico de toda la superficie del lienzo como exige el método o, al menos, de sus diferentes partes esenciales. Es más, para los que la ciencia se topa con la fe, la prueba del radiocarbono de nada sirve para determinar la antigüedad de la Sábana Santa, ya que la energía desprendida por el cuerpo de Jesucristo en el momento de la resurrección habría alterado la proporción de carbono 14. Así, desde 1990, tras los informes de científicos independientes que cuestionaron la validez de la investigación con carbono 14, el STURP y otros organismos se han dedicado a promover nuevas investigaciones por las irregularidades que se produjeron en la toma de muestras para la datación.

ANÁLISIS POLICIAL

Con las dudas relativas a las pruebas de datación por carbono, al menos para algunos, los investigadores han elegido otras vías para buscar la verdad. Bob Cornuke, ex policía y experto en investigaciones forenses, y Barie Goetz, especialista en análisis de muestras de sangre en tejidos, evaluaron el Sudario desde el punto de vista forense. Para ello examinaron la base y la dirección de las marcas rojas para ver si eran más propias de sangre que de pintura y aplicaron los mismos principios de análisis que utiliza la policía en los escenarios de crímenes para investigar si el Sudario podía ser un retrato veraz de Jesús tras su muerte. «Se ven con claridad las marcas de abrasión y los cortes. Hay una marca oscura, que es muy similar a la que se produciría si alguien se hiciera un corte y le frotasen la herida con papel de lija. Esto se corresponde con la abrasión producida por el movimiento de un gran tablón de madera en la espalda de Cristo mientras lo llevaban o cuando fue crucificado», afirma Bob Cornuke.

Las marcas podrían determinar el tiempo que duró la tortura de Jesús, a partir de las heridas que recibió. Pero es precisamente la perfecta colocación de los restos de sangre lo que no convence plenamente a estos investigadores. «Una herida en el cuero cabelludo oprime el pelo contra el cráneo, y no salta hacia el exterior para caer lentamente. Y la sangre seca, como la de los brazos, no pasaría nunca a la tela; sin embargo, está en el Sudario de Turín», asegura Joe Nickel, de la revista Sceptical Enquirer. La búsqueda de la verdad analizando un rastro de sangre sólo ha provocado nuevas preguntas.

Otra de las pruebas forenses realizadas por un equipo estadounidense de diseñadores gráficos, que confeccionó un modelo tridimensional de la figura de la Sábana Santa de Turín, descubrió que algunas proporciones de la imagen del Sudario son anatómicamente incorrectas. La figura humana empleada sólo coincide con la del Sudario si se alarga deliberadamente. En este caso las proporciones de la cabeza parecen algo deformes: la frente es demasiado corta, la cara demasiado estrecha y los brazos son excesivamente largos. Los diseñadores explicaron las erróneas proporciones de la imagen por la posición del cuerpo envuelto. Este extremo podría venir refrendado porque en el siglo I, en los enterramientos judíos, los cadáveres reposaban sobre una especie de almohada de piedra, lo que provocaba que la cabeza basculase hacia delante. Pero, según estos expertos, las manos tampoco tienen una postura correcta. Si se tiene en cuenta la falta de movilidad muscular de todo cadáver, no puede mantener esa postura. No obstante, los creyentes en la reliquia tienen para eso otra respuesta: un cadáver puede mantener esa postura si el rígor mortis se había iniciado ya y le rompieron los brazos para poder moverlos. Al igual que en el pasado, el misterio de la tela de lino con su tenue imagen sigue sin ser resuelto. Analizada por expertos forenses, sigue despertando muchas dudas acerca de su naturaleza.

Frente a los fervorosos creyentes en la autenticidad de la reliquia, están quienes aseguran que la historia de la Sábana Santa es sólo una historia de escándalo, que se remonta al siglo XIV. En cualquier caso, la Sábana Santa es como un espejo: para unos refleja lo que sabemos; para otros, lo que creemos. Como afirma John Jackson: «Esta imagen cierra algunas mentes y abre algunos corazones».