A principios de los años ochenta aparecieron en Wiltshire, sur de Inglaterra, unos círculos que parecían dibujados de forma extraña en los campos de cereal, como si algo con un movimiento en el sentido de las manecillas del reloj se hubiese posado y, suavemente, impreso los sembrados. A partir de entonces, el fenómeno de los crop circles o círculos de cosecha estalló. Sobre campos de trigo, avena, cebada, colza, incluso patata, cada vez más granjeros descubrían estas marcas y, en años posteriores, pictogramas mucho más complejos. La fiebre creció y estas formaciones fueron apareciendo en campos de todo el mundo; hay más de diez mil círculos de cosecha documentados y fotografiados en treinta países diferentes. Varían desde diseños geométricos simples hasta composiciones complejas y cuidadosamente realizadas. El fenómeno ha captado la atención de místicos y científicos. Las teorías de qué o quién los ha podido realizar van desde los que aseguran que son mensajes dejados por los extraterrestres que nos visitan, a los partidarios de que son creados por rayos de microonda, fenómenos meteorológicos o, sencillamente, los que creen que son bromas hechas por gamberros con más o menos aspiraciones artísticas.
El misterio de los círculos de cosecha es algo familiar entre muchos granjeros del mundo. Se han visto estas marcas, con tamaños desde los 60 centímetros a más de 1 kilómetro de diámetro, en Estados Unidos, Canadá, Bulgaria, Hungría, Japón, Países Bajos… Normalmente, se trata de figuras geométricas, con diseños más o menos complejos pero nunca aleatorios. Los primeros que se encontraron fueron círculos simples y, después, fueron evolucionando con círculos tangentes a círculos, o conectados por ejes, líneas paralelas inclinadas… La gran pregunta es saber su procedencia. Y la respuesta ha causado acalorados debates, sobre todo desde 1989, cuando por toda Inglaterra empezaron a descubrirse cientos de formaciones de este tipo. El fenómeno se hizo tan popular que hasta la familia real británica o el grupo de rock Led Zeppelin, además de los periódicos de todo el Reino Unido, mostraron interés y emitieron su opinión sobre el asunto. Sin embargo, según algunos expertos, el fenómeno se remonta a varios siglos atrás.
PRIMEROS INDICIOS Y ESPECULACIONES
Existen antiguas crónicas que describen extrañas formaciones que aparecían de pronto por la noche. En la Edad Media se referían a ellos como los «Círculos de los duendes» o los «Círculos de las brujas». «La gente de aquella época los unía siempre a acontecimientos nocturnos, de ahí que se atribuyeran a las hadas, duendes o brujas que actúan sólo a la luz de la Luna», explica el experto George Bishops del Centre for Crop Circle Studies (CCCS), en Gran Bretaña.
Entre los documentos más antiguos sobre este fenómeno se encuentra la pintura realizada en una roca por un aborigen en Australia hace miles de años. Si se observa detalladamente, el dibujo representa una escena de un hombre con un casco junto a algo que tiene forma de platillo volante. Es más: debajo se aprecia claramente el dibujo de una espiral muy similar a la que se reproduce en algunos círculos de las cosechas. Algunas personas interpretan la imagen como la representación del encuentro de los humanos con unos extraterrestres. Debajo del ovni que vuela, están dibujados unos anillos concéntricos en el suelo, lo que podría ser, aseguran, el ancestro de los círculos encontrados en varias localizaciones a lo largo de Gran Bretaña. ¿Podría existir alguna relación entre los círculos de estas piedras y los de los campos de cultivo británicos?
«Existen pruebas de que gran número de monumentos antiguos, como Stonehenge, tienen una relación directa con el fenómeno de los círculos en los campos de cultivo. De hecho, se especula con que los círculos de piedra se colocaron alrededor de los círculos de cosecha. Si analizamos la geometría de aquellas formaciones vemos que no son circulares, sino que se desvían un poco y forman un óvalo, o elipsis, irregulares. Si medimos con precisión las marcas de los campos de cultivo descubrimos exactamente la misma desviación. Además, la localización, la dimensión y la forma de los círculos en el campo coinciden exactamente con las marcas en las piedras», asegura Terry Wilson, autor de The Secret History of Crop Circles. Por ahora, esta relación es pura especulación. Los antiguos arquitectos de Stonehenge y de otros círculos con gigantescos bloques megalíticos no dejaron ningún documento escrito y los historiadores ni siquiera están seguros de cómo se construyeron, así que mucho menos se atreven a asegurar por qué coinciden con los círculos de los campos de cultivo.
El primer documento escrito del que se dispone podría ser uno del año 1678, conocido como Mowingodevil (expresión pintoresca que podría traducirse como «cortando el césped como un diablo» o «cortando el césped locamente»). La antigua crónica habla de noticias de Hartfordshire, localidad cercana a Londres, donde un granjero había tenido problemas con un trabajador porque pedía demasiado dinero por segar su campo. La discusión terminó con una frase lacónica: «Que lo siegue el diablo», arguyó el granjero. Y esa noche, según el texto de 1678, se produjeron ciertos hechos diabólicos. Luces raras y sonidos extraños se escucharon en el campo y, a la mañana siguiente, una sección del terreno apareció completamente aplastada, formando un claro óvalo. Era como si el diablo hubiera escuchado la maldición del granjero y hubiera aceptado el reto. Esta historia, además del texto, se representó en una ilustración donde aparece el demonio con una guadaña, rodeado de un campo plano y todos los tallos en paralelo. «Todas las pruebas nos inducen a pensar que se trata de un círculo típico, con el tipo de ilustración y narración en el texto que haríamos si tuviéramos que describir un círculo de un campo de cultivo sin haber tenido información previa de este tipo de fenómenos», explica Terry Wilson.
Después de la publicación del texto y la ilustración de El diablo cortador de césped, no apareció ninguna evidencia o historia sobre los círculos de cosecha durante más de doscientos años. El fenómeno pareció quedar completamente olvidado y sólo surgieron noticias esporádicas, como si la gente tuviera miedo a hablar de estas marcas por si molestaban a las fuerzas sobrenaturales que podrían esconderse tras los círculos de la cosecha. Claro que los escépticos aseguran que no hubo noticias porque no había nada de que hablar. Sin embargo, en las últimas décadas, los círculos en los campos han levantado pasiones conduciendo a una variedad de elaboradas teorías.
ESTALLA EL FENÓMENO
Con el siglo XX llegó la proliferación del transporte aéreo y la visión de las granjas desde el cielo se hizo muy común. Y desde el aire los círculos de cosecha comenzaron a quedar completamente expuestos. Por primera vez, los científicos comenzaron a fijarse en el fenómeno. Cuando aparecieron los círculos de Wiltshire, hubo todo tipo de conjeturas sobre el misterio. El lugar era propicio para los misterios y para despertar la imaginación de los amantes de lo paranormal: a pocas millas está el círculo de piedras de Avebury, una construcción neolítica de más de cinco mil años que es hoy todavía un enigma; también próximo se encuentra el mayor montículo artificial prehistórico en Europa, la pirámide llamada Silbury Hill, y a su lado unos extraños caballos blancos aparecen grabados en las rocas calizas circundantes y, al sur de estas planicies, se encuentran las ruinas de piedra de Stonehenge, el monumento prehistórico más famoso de la Tierra. Una zona con atracciones turísticas y muchos seguidores del festival pagano de Lammas…
Los caminos y campos de Wiltshire comenzaron a ser patrullados cada vez por más investigadores del fenómeno. Uno de los más famosos es el ingeniero eléctrico Colin Andrews, quien ya antes de analizar la zona, era conocido en Inglaterra por su condición de ufólogo. Esos primeros círculos eran formas sencillas que nada tenían que ver con las elaboradas figuras que empezaron a aparecer años después. A Andrews lo intrigó tanto que, junto a Pat Delgado, un ingeniero vecino de la región, escribieron, en 1989, Testimonios circulares, un libro que se convirtió sorprendentemente en un best seller. A las pocas semanas de su publicación, todo el mundo hablaba sobre los círculos y se especulaba con todo tipo de teorías, incluida la visita de alienígenas. «Algo estaba sucediendo en los campos del sur de Inglaterra. Además, comenzamos a recibir noticias que confirmaban que fenómenos similares estaban apareciendo en otros lugares del mundo», recuerda Colin Andrews, actualmente el experto en el tema más conocido de Inglaterra.
El temor llegó a las altas esferas. Al ejército británico lo preocupaba que naves no identificadas estuvieran recorriendo su espacio aéreo. La Unión Nacional de Granjeros inglesa ofreció una recompensa de mil libras por cualquier dato que llevara a la detención de quien estuviera causando esos daños a la agricultura. La iniciativa para la primera investigación oficial vino de la primera ministra Margaret Thatcher. El encargo de la investigación recayó sobre Colin Andrews, quien dedicó los siguientes diez años a estudiar el fenómeno. «Cada persona interpreta estas marcas de forma diferente. Hay gente que piensa que son obras de arte; otros, comunicación extraterrestre y otros, simple vandalismo. Yo creo que está ocurriendo algo fascinante y de importancia crucial. Y la ciencia debería averiguar de qué se trata y qué es lo que lo provoca», indica Andrews.
Las marcas solían aparecer a la luz del día en lugares donde el día anterior no había nada anormal. Durante la noche se montaron guardias con cámaras infrarrojas, binoculares y grabadoras sensibles para registrar una posible actividad inusual. Pero los equipos de visión nocturna no registraban nada, pero a la mañana siguiente aparecían algunos círculos. También llamaba la atención que en el suelo no se detectaban rastros o residuos, y las plantas de los alrededores no estaban afectadas. «Pero lo más asombroso de todo era que no se apreciaba que existiera ningún camino de acceso, ninguna huella o rastro de tallos rotos en la espesura del campo alrededor de los círculos», cuenta Andrews.
Se puso en marcha una investigación científica. Se tomaron muestras de los círculos de cosecha y se analizaron en el laboratorio dirigido por el biofísico norteamericano Paul Levengood. Tras examinarlas, encontraron numerosas anomalías, entre ellas que las semillas habían desaparecido. «No había semillas en las vainas. Analizamos unas cuatrocientas cincuenta muestras procedentes de ocho países diferentes. Y en todas ellas se detectaron todas y cada una de las anormalidades detectadas en la primera muestra original. Las plantas mostraban cuatro o cinco anomalías que somos incapaces de explicar», afirma la colega del doctor Levengood, Nancy Talbott.
Una de las deformaciones más reveladoras aparecía en las articulaciones de los tallos, los nódulos. En las muestras tomadas en los círculos de algunos campos de cultivo los nódulos habían estallado, habían reventado desde el interior, algo parecido a lo que le sucede a un tejido vivo al que se mete en el microondas. Se empezó a pensar en la teoría de que «un agente de calor, que podría ser un microondas, estaba interactuando con los líquidos dentro de los tallos de las plantas», explica Nancy Talbott. Algunos atribuyeron esta radiación de alta frecuencia a naves extraterrestres que quemaban los campos formando círculos con sus emisiones de energía de microondas. No se llegó a ver ningún platillo sobre los campos ni se filmó ningún mensaje geométrico mientras se realizaba, pero los partidarios de la teoría de los extraterrestres destructores de las cosechas aseguraban que, de hecho, en la zona de los campos de cultivo había bastantes avistamientos de ovnis. Hasta el punto de que algunos investigadores aseguran que un tercio de todos los círculos de los campos de cultivo pueden relacionarse con avistamientos de ovnis. También hablan de niebla vista frecuentemente, poco después de una formación; y de extraños sonidos agudos en los campos de los círculos.
Sin embargo, la explicación del fenómeno del equipo de Levengood fue mucho más prosaica. Según Nancy Talbott, los círculos son producidos por unas fuerzas desconocidas llamadas plasmas, que no son más que masas de partículas de aire electrificadas, causantes entre otros de los relámpagos y las auroras boreales. «Los análisis de los terrenos y de las plantas revelan la presencia de fuertes campos magnéticos, impulsos eléctricos y algún tipo de calor que, posiblemente sean radiaciones por microondas», señala.
En 1990 surgió otra teoría. El físico y meteorólogo Terence Meaden indicó que la causa de los círculos podría ser un fenómeno meteorológico. Para Meaden los círculos solían aparecer en zonas donde el viento genera remolinos que se cargarían eléctricamente a causa de fricciones internas. Sensibles a las variaciones locales de los campos eléctricos, los remolinos se situarían sobre los campos. Según su hipótesis, esa especie de torbellino o pequeño tornado podría descender hasta la superficie del campo, donde permanecería estacionario; al desvanecerse, en el terreno quedaría una pequeña depresión con forma de caracol, resultado de los vientos en espiral, con todas las cosechas inclinadas hacia abajo en un círculo, en el sentido de las agujas del reloj. Por fin aparecía una teoría que tenía cierto sentido y que convencía a quienes no aceptaban una explicación sobrenatural.
LAS FORMAS SE COMPLICAN
Durante algún tiempo, sobre todo en el ámbito científico, la teoría del torbellino prevaleció hasta que los círculos se fueron convirtiendo en formas cada vez más complicadas. En mayo de 1990, cuando de pronto aparecieron dos círculos conectados por una línea recta, todo cambió. A partir de entonces comenzaron a aparecer trazos de diseño elaborado y llamativos dibujos, algunos de tamaños colosales. Entonces, la teoría del torbellino de Terence Meaden dejó de tener sentido. Lo que antes eran diseños sencillos, se presentaban ahora como cruces celtas que adoptaban la llamada geometría sagrada de las cinco formas en equilibrio, componiendo galaxias espirales, fases de la luna, signos astrológicos, símbolos mágicos y alfabetos desconocidos. Por su complicación y diseño, no eran tramas que pudieran ser realizadas por la naturaleza. Año tras año los diseños eran más complicados. Era como si una inteligencia superior estuviera intentando llamar la atención. Algunas personas se lo tomaron muy en serio convencidos de que un gran marcador de círculos intentaba enviar mensajes para iniciar a los seres humanos en misterios cada vez más profundos. Otras insistían en que ningún ser humano podría haber concebido una obra tan magnífica y complicada.
A principios de la década de los noventa, la circulomanía proliferaba en Inglaterra por todas partes y cada verano aumentaban los seguidores e investigadores devotos de los círculos con todo tipo de teorías. El fenómeno comenzó cuando la gente acudía entusiasmada, una y otra vez, a visitar los círculos. Se los empezó a llamar croppys o, en castellano, cerealólogos, y procedían de todo el mundo. Los campos de trigo más remotos se convertían así en puntos de encuentro internacionales, algo que no gustaba demasiado a los granjeros, que veían en estos grupos a violadores de la propiedad privada, ya que se metían en sus terrenos y pisoteaban sus campos. Incluso, algunos granjeros, incapaces de alejar a los visitantes no invitados, colocaron buzones para donaciones en las entradas a sus terrenos: de esta forma, los intrusos podían compensar en parte el daño que causaban en los cultivos.
Personas con distintos niveles de preparación científica inspeccionaron los lugares, dieron multitud de explicaciones, fundaron revistas dedicadas en su totalidad al tema… Los puntos de reunión de esta comunidad eran pubs, como el Barge Inn, en Wiltshire, el centro neurálgico reconocido de todos los entusiastas del misterio. Allí se creó un área de exposiciones y se colocaban tablones de anuncios con las últimas noticias de los círculos. En la parte de atrás del pub, los croppys acampaban cada verano, como si se tratara de una comuna hippy de los años sesenta. En la actualidad todavía se reúnen. Lo que atrae a todos esos peregrinos no es únicamente la belleza de los diseños. Se dice que los interiores de los círculos son fuentes de una misteriosa energía y que se experimentan cosas que desafían la realidad: los instrumentos electrónicos se descontrolan, las baterías se descargan, las brújulas se desconciertan, los relojes cambian rápidamente de hora… Incluso se les atribuye efectos afrodisíacos, conocidos como «el efecto viagra», ya que hay bastantes hombres que declaran haber tenido erecciones al pisar uno de estos círculos. Las explicaciones a tales fenómenos van desde la radiación ambiental a los traicioneros campos electromagnéticos, pero nadie sabe a ciencia cierta qué es lo que causa estas reacciones.
MÁS SEÑALES DE ALARMA
En junio de 1991 se descubrieron estos círculos en terrenos de la Casa Real británica. El príncipe Carlos y lady Diana llamaron a consulta a Colin Andrews y le pidieron que los acompañase a analizar los dibujos sobre el terreno. Sin embargo, debido a la filtración publicada en el periódico Today, todos los planes fueron cancelados, según afirma Colin Andrews. A los pocos meses, en septiembre de 1991, el bombazo apareció en todos los periódicos. Dos jubilados amigos de Southampton, llamados Doug Bower y Dave Chorley, anunciaron que llevaban quince años haciendo figuras en las cosechas y reclamaron la recompensa ofrecida por un periódico británico. Según Bower, la idea le surgió en los años sesenta, cuando vivían en Australia y se comenzó a hablar de avistamientos de ovnis relacionados con unas misteriosas marcas aparecidas en la hierba o en el campo. En aquellos días a estos círculos se les denominaban «nidos de ovnis». Tras trasladarse a Inglaterra en la época del boom de los fenómenos de Wiltshire, en su pub habitual se juntó con su compañero de bromas, David Chorley. Ambos encontraban muy graciosos los informes de ovnis y pensaron que podría ser divertido engañar a los crédulos. Desde 1978 hasta 1990 se dedicaron a hacer multitud de círculos de cosecha. Bower y Chorley hicieron incluso una demostración ante la prensa de cómo hacían las formas insectoides más elaboradas.
Los primeros dibujos sólo les ocupaban unos minutos y los realizaban aplanando el trigo con la pesada barra de acero que Bower utilizaba como mecanismo de seguridad en la puerta trasera de su tienda de marcos de cuadros. Más adelante utilizaron una plancha de madera atada a un trozo de cuerda y un ovillo de hilo para las medidas. Entonces, cuando la teoría del físico Terence Meaden sobre los torbellinos parecía haber convencido a todos, Doug Bower y Dave Chorley decidieron llevar más allá el reto y, gradualmente, fueron diseñando y ejecutando figuras cada vez más elaboradas, con círculos más complejos. La teoría de Meaden quedó invalidada: no se podía explicar cómo aparecían crop circles dentro de otros círculos, con barras y líneas rectas. De pronto, los círculos en los cultivos comenzaron a aparecer en la prensa y a ser investigados por ufólogos que se tragaron la broma y empezaron a propagar la teoría de que la inteligencia humana no podían ser responsable de los dibujos tan sofisticados.
IMITADORES Y ARTISTAS
Tras confesar Bower y Chorley a la prensa su engaño, una ola de alivio recorrió la opinión pública. Ellos dejaron de hacer círculos pero le siguieron muchos imitadores. «Basta una guía para dibujar la geometría y un aplastador para dejar plano el terreno», explica John Lundberg, conocido diseñador de círculos que confiesa que ha dibujado más de cien formaciones, pero se niega a decir cuáles, porque cree que parte del impacto que provocan se debe al aura de misterio que las rodea. Sin embargo, John Lundberg podría estar involucrado, junto a otro artista de vanguardia, Rod Dickenson, en la creación de uno de los más famosos círculos: el de la plantación de trigo de Avebury, creado para el periódico Daily Mail por dos artistas londinenses como parte de un experimento que revelaría la extraordinaria predisposición de la gente a creer en cualquier cosa. Parece ser incluso que Rod Dickenson y John Lundberg aprendieron a hacer círculos en los cultivos gracias a los consejos de Doug Bower.
Lo cierto es que hacer un círculo en un campo de cultivo es fácil: se fija la guía para marcar el diámetro; después una persona coge la guía, mientras otra marca el círculo sobre el trigo y, por último, el área se aplasta sencillamente con una tabla de 1,20 metros, con una cuerda para arrastrarla. Los patrones más complejos se consiguen haciendo muchos círculos y añadiéndoles florituras. Una sola formación puede tener hasta mil quinientos círculos. A menudo, los creadores marcaban sus diseños con sagradas geometrías y dibujos mágicos para transmitir la sensación de misterio al público que los contemplaba.
Misterio resuelto. Los círculos de los campos de cultivo quedaron justificados con la explicación de Bower y Chorley. Pero para muchos investigadores su historia presenta algunas lagunas inexplicables. Para comenzar, está la cuestión geográfica. Ellos son los únicos que han reconocido trazar estos dibujos desde 1978 hasta comienzos de los noventa. Pero ¿cómo un fenómeno de escala mundial puede explicarse por las acciones de dos hombres con una guía y una tabla? «Ellos nunca explicaron cómo habían hecho los círculos que aparecieron en Australia, Canadá, Estados Unidos o Rusia. Es evidente que no estamos hablando de una conspiración internacional. Con lo que contaron Doug y Dave lo único que hay es una explicación del fenómeno local. Ellos lo hicieron en Inglaterra, pero ¿quién los trazó en tantos otros sitios?», se pregunta Colin Andrews.
También está el hecho del análisis científico del estado de las plantas que, en algunos casos, aparecieron destrozadas, pero en otros surgieron como si se hubieran caído por sí mismas sin intervención humana alguna. «En los primeros círculos, los tallos aparecían sin daño alguno, sin evidencias de haber sido aplastados», cuenta la experta Lucy Pringle, fundadora y miembro del Centre for Crop Circle Studies. Entonces, surgió una nueva perspectiva sobre los hechos. Se comenzó a hablar de que, por un lado, estaban los círculos realizados como engaños que, generalmente, son los más complicados y realizados en el sur de Inglaterra. Pero también estaban los llamados círculos originales de los campos de cultivo localizados por todo el mundo y que solían tener diseños más sencillos y con detalles muy sutiles, como por ejemplo, que no existían vías de acceso visibles a ellos.
En opinión de algunos expertos, hay una gran diferencia entre los que se consideran fenómenos de la tierra y los falsos círculos realizados por la mano del hombre. «Te quedas completamente desconcertado cuando ves con tus propios ojo uno de estos círculos. No sé a qué atribuirlo. Estoy completamente desorientado», cuenta Carl Kuhn, propietario de una granja situada entre Alberta y Saskatchewan, en Canadá, donde en el verano de 1999, cuando recolectaba el trigo, halló una gran brecha con las plantas aplastadas formando una marca en forma de espiral en medio del campo. Formaban tres círculos, pero lo más asombroso de todo era «que no se apreciaba que existiera ningún camino de acceso, ninguna huella, ningún rastro de tallos rotos en la espesura del trigo», asegura.
«Poco a poco la historia de Bower y Chorley ha ido perdiendo fundamento y credibilidad, y cada vez hay más gente que vuelve a preguntarse por qué siguen ocurriendo estos fenómenos», afirma Andrews. De hecho, año tras año, siguen apareciendo desconcertantes formaciones en los campos de grano maduro. Y con estas apariciones, continúa la peregrinación de croppys. Increíblemente, se está produciendo el regreso del fenómeno. En 2002, el director norteamericano de origen indio M. Night Shyamalan volvió a rescatar los círculos de los campos de cereales con el filme Señales, protagonizado por Mel Gibson. La película, con menos éxito que su thriller psicológico El sexto sentido que lo catapultó a la fama, volvía a la teoría de los extraterrestres con, según la crítica, un uso poco imaginativo de los crop circles. Pero volvió a surgir la pregunta: ¿hay algo más que un engaño o la obra de algunos artistas detrás de estos círculos?
ÚLTIMOS DESCUBRIMIENTOS
Tras la confesión de Bower y Chorley en 1991, el fenómeno pareció perder interés. Para los científicos esto fue positivo. Si podían encontrar evidencias previas a 1978, año en que según su confesión comenzaron a actuar, el argumento del engaño quedaría completamente desacreditado. Algunos historiadores se pusieron manos a la obra. Antes de 1980 hay registrados cerca de cuatrocientos círculos en doscientos noventa casos extraños. «Puede que haya más casos, pero éstos son los que están documentados», asegura George Bishop. La investigación que ha realizado Terry Wilson demuestra sin lugar a dudas que el misterio de los círculos se remonta mucho más allá de 1978, a varias décadas atrás. Entre los casos documentados, está el ocurrido en 1975 en una granja de Minnesota, donde un granjero encontró un ternero mutilado. Días antes, un fotógrafo desde una avioneta fotografió largas cadenas de círculos: hasta cuarenta y siete dibujos diferentes todos en el mismo terreno. «Fue un descubrimiento histórico: nunca tuvimos un número de círculos tan alto, hasta entrados los años noventa», explica el escritor Terry Wilson. Y ocurrió antes de la actuación de Bower y Chorley y a miles de kilómetros de Inglaterra. A partir de estos casos, el fenómeno se volvió a situar en sus comienzos y surgió de nuevo la duda original: ¿quién hacía esos círculos?
Desde que, en 1999, aparecieron los tres círculos en la granja de Carl y Pat Kuhn, para ellos el misterio no ha hecho más que aumentar. En dos de los tres círculos no ha vuelto a crecer nada, ni hierbajos. «Me resulta extraño. Parece que todo hubiera sido causado por una extraña fuerza, pero no tengo explicación. No he visto nada parecido en todos mis años de granjero», cuenta Carl Kuhn. Tan extraño que algunos aseguran que está fuera de la realidad. Dicen que hay una cuarta dimensión, una dimensión paralela que la ciencia convencional no puede explicar. Sería como una especie de proyección de lo que percibimos como realidad y de la que sólo captamos impresiones aisladas como, por ejemplo, los círculos de los campos de cultivo. Extrañas huellas que vienen de otra dimensión y dejan marcas que aparecen por la noche y desaparecen con la recolección. Otra teoría de la explicación sobrenatural del fenómeno.
En agosto de 2000, Colin Andrews anunció los resultados de la investigación que durante décadas había llevado a cabo. Sus conclusiones indican que un 80 por ciento de los círculos ha sido trazado por la mano humana. Un descubrimiento posible gracias a las técnicas detectivescas más antiguas: Andrews contrató a un equipo de personas que vigilaron los campos. En algunos casos, los embaucadores fueron grabados con cámaras de infrarrojos. «Tenemos grabado en vídeo cómo se realizaron algunos de los círculos más laboriosos. Bajo las plantas hemos descubierto los rastros escondidos de las vías de acceso, incluso huellas de tractores que se adentraban en el campo. También hay huellas de ocho centímetros de profundidad que coinciden con las marcas de los zapatos de personas en los puntos exactos donde estuvieron paradas para trazar el dibujo», concluye Andrews.
Pero ¿qué explicación tiene el 20 por ciento restante? Según Andrews, un porcentaje también podría ser obras fraudulentas y sólo en una minoría no hay pruebas de la intervención humana. Según su explicación, los llamados círculos originales son producto del electromagnetismo. Según parece, un potente campo electromagnético no sólo elimina las plantas y produce el fallo de los aparatos eléctricos, sino que también deja su rastro en el terreno. «Tras nuestro análisis, hemos descubierto que el campo magnético en la tierra imita el patrón del grano en el terreno. No sólo sigue fiel el modelo sino que amplía el grado de magnetismo, la fuerza magnética y lo rota unos tres grados», explica Andrews.
Sea cual sea el origen de los crop circles, el fenómeno continúa hoy en día con todo tipo de especulaciones al respecto. «Estamos hablando de un fenómeno de cientos de años para el cual todavía no hemos encontrado una explicación medianamente convincente», señala Andrews. Mientras, las organizaciones cerealológicas han crecido y se han dividido. Tras Colin Andrews, Pat Delgado y Terence Meaden, los cerealólogos más famosos del mundo, han empezado a surgir otros expertos con teorías más prudentes o científicas. Meaden y Delgado desertaron tras la confesión de los primeros engaños. Andrews, en 2002, incluso denunció que la CIA estaba involucrada. Doug Bower, con cerca de 80 años, sigue siendo en Inglaterra una estrella mediática de la contracultura paranormal. Su compañero de travesura, Dave Chorley, murió en 1997. Ninguno de los dos previó la enorme repercusión de sus dibujos. Para ellos no fue más que una broma. Sin embargo, los círculos de cosecha son un poderoso símbolo contemporáneo: para los que los consideran un regalo divino o de los alienígenas son, incluso, objetos de culto, y para los escépticos, la mayor broma artística del siglo XX.