En julio de 1947, un granjero de Roswell, Nuevo México, descubrió lo que posteriormente muchos ufólogos calificaron como restos de un platillo volante, y el gobierno de Estados Unidos como parte de un globo meteorológico. Este hallazgo se consideró un hito en la naciente historia del estudio de los ovnis, y comenzó a conocerse como el incidente Roswell. Menos de un año después de que este suceso ocupara portadas de periódicos y revistas en medio mundo, la base militar secreta Kapustin Yar, en la Unión Soviética, experimentó también su propio encuentro con un objeto volador no identificado. Un avión de caza Mig ruso que intentó enfrentarse a él fue atacado por el ovni y derribado; su piloto murió. Esta historia nunca se contó en los medios de comunicación. Detrás del Telón de Acero, a lo largo de las últimas décadas, se han escondido innumerables secretos, misteriosos incidentes relacionados con naves no identificadas, con combates aéreos contra ellas y laboratorios secretos donde se estudiaba la tecnología extraterrestre… Algunos de estos enigmas empiezan a salir a la luz pública. Por primera vez, en Rusia se puede hablar con testigos de avistamientos y científicos expertos en ufología y documentar con asombrosas e inéditas imágenes, fotografías e investigaciones hasta hace poco ocultas en los informes secretos de la KGB.
Kapustin Yar se construyó bajo la dirección personal de Stalin, unos noventa kilómetros al sudoeste del antiguo Stalingrado y setecientos cincuenta al sur de Moscú. Bautizada inicialmente con el nombre de Vladimirovka, es la base dedicada al desarrollo de misiles más grande y más antigua de toda Rusia, y también la más ultrasecreta y controvertida durante los últimos sesenta años.
El 19 de junio de 1948, señalan los informes, los controladores del espacio aéreo de Kapustin Yar detectaron un objeto extraño en sus radares en el mismo momento en el que el piloto de un Mig avistaba un objeto alargado y plateado a unos diez kilómetros de la base. El piloto anunció por radio que una potente luz lo estaba cegando. Se cree que recibió órdenes directas del comandante en jefe de las Fuerzas Aéreas soviéticas, el mariscal Pavel Zhigarev, para que cerrara el paso al aparato no identificado: el Mig lanzó un cohete que logró derribarlo. Los informes sugieren que el piloto ruso, en un último intento de retomar el control de su avión, fue alcanzado por las armas del ovni ya en el suelo, y cayó junto con su Mig.
Bill Birnes, ufólogo y editor de la revista norteamericana UFO Magazine, tiene su explicación al suceso: «Los extraterrestres probablemente utilizaron un haz de partículas como arma, mientras que el Mig atacaría con las armas que entonces disponían los rusos: ametralladoras, cohetes y alguna versión primitiva de misil, que fueron capaces de romper de alguna manera la capa antigravedad que rodearía al ovni, por lo que se estrelló». Sin embargo, a diferencia del célebre incidente Roswell, este choque nunca llegó a los titulares de los diarios. Según Bill Birnes los restos del aparato no identificado fueron llevados al laboratorio subterráneo de Zhiktur y fue el comienzo del programa secreto de ovnis en la Unión Soviética. Es más, a partir de entonces, los rusos se embarcaron en misiones suicidas donde los pilotos de los Mig tenían que abatir todo objeto desconocido que surcase sus cielos. El objetivo era investigar esa avanzada tecnología de las naves extraterrestres.
PRIMEROS AVISTAMIENTOS DOCUMENTADOS
Desde que se construyó a principios de los años cuarenta del siglo XX, Kapustin Yar ha estado rodeada del más absoluto hermetismo. Se decía que allí se enviaba a los mejores investigadores, científicos y militares para desarrollar la tecnología armamentística más avanzada de la Guerra Fría. También era el lugar donde se probaban distintos tipos de misiles tierra-aire, tierra-tierra o aire-aire, e incluso misiles para ser lanzados desde los submarinos rusos. La construcción de la base se llevó tan encubiertamente que, incluso, en previsión de que los habitantes de la pequeña población vecina de Zhiktur fueran testigos de lo que ocurría en Kapustin Yar, fueron evacuados y la ciudad se eliminó sin más.
Muchos investigadores creen que el nombre de Zhiktur fue después asignado a un centro secreto de investigación ufológica situado bajo la superficie de la base Kapustin Yar, donde se piensa que se almacenarían los restos de ovnis caídos a la tierra, así como los cuerpos de sus tripulantes. El ufólogo Bill Birnes asegura que muchos países cuentan con centros similares —como el Área 51 en Groom Lake, en Nevada— donde se guarda y estudia la tecnología de los ovnis con el fin de poder practicar ingeniera inversa y así comprender cómo funcionan estos aparatos.
Sin embargo, el accidente de 1948 no fue el primero en el que los cielos rusos veían un objeto volador no identificado. Ya en el año 950 de nuestra era, cuenta Paul Stonehill, autor del libro UFOUSSR, el viajero musulmán Ibn Fatlan y su expedición avistaron unos extraños fenómenos en el cielo que los atemorizaron, y se encontraron con que los nativos, acostumbrados a las batallas aéreas entre objetos no identificados, no hacían más que mofarse del terror de la expedición extranjera. Pero hay muchas más leyendas sobre batallas de luz en el cielo. En el siglo XVII, Rusia experimentó un brote de avistamientos de ovnis que muchos testigos describían como «bolas de fuego con forma de cometa». Uno de los episodios más célebres fue el de Robozero, cuando un gigantesco disco llegó a un lago del norte de Rusia. Un testigo directo de los hechos declaró que aquel 15 de agosto de 1663 se oyó un fuerte estruendo que venía de los cielos, y en pleno mediodía comenzó a descender de un cielo despejado una gran bola de fuego con dos puntiagudos rayos por delante. Iba del sur al oeste y desapareció tras recorrer unos quinientos metros. Sin embargo, luego regresó a Robozero, y permaneció cerca de hora y media sobre la población, llenando de espanto a todo el que lo veía. El documento de este testigo habla también de pescadores escaldados por el agua caliente del lago o de peces luminosos que huían desesperadamente de la bola de fuego.
Este tipo de historias era muy común en la Rusia prerrevolucionaria, y también en el resto de Europa. De hecho, se estima que aproximadamente el 50 por ciento de los ovnis avistados pertenecía a este tipo esférico. En 1892 tuvo lugar otro extraordinario suceso en Moscú. Esta vez apareció publicada la noticia completa en el diario Svet, el 17 de marzo. Según un testigo presencial, se trataba de una columna de luz con forma de cono de un color similar al de las llamas normales y con un brillo considerable, como el de una farola del alumbrado público. El punto desde el que aparecían los rayos estaba inmóvil y los rayos permanecieron visibles durante unos veinte o veinticinco minutos.
LA DESTRUCCIÓN DE UN BOSQUE SIBERIANO
Sin embargo, a pesar de que el avistamiento de ovnis ha sido un fenómeno relativamente común y extendido a lo largo de los siglos en Rusia, jamás ninguno ha resultado tan devastador como el suceso que arrasó el bosque siberiano de Tunguska en 1908. El 30 de junio, a las siete de la mañana, la apacible calma del bosque de Tunguska fue interrumpida por una ensordecedora y destructiva explosión de una fuerza equivalente a una bomba de hidrógeno de 40 megatones. Los árboles salieron volando por los aires como si fueran palillos y sus efectos llegaron hasta Centroeuropa; incluso se detectaron cambios en los campos magnéticos de la Tierra.
Para explicar este extraño incidente se barajaron distintas posibilidades. En primer lugar se pensó que la destrucción de Tunguska se debía al impacto de un meteorito gigante contra la Tierra. Pero no se encontró el cráter ni en el bosque ni en los alrededores. Además, el extraño objeto cambió de trayectoria y voló en dirección contraria, algo que los meteoritos no suelen hacer. Hasta hoy ningún científico ha dado con una explicación satisfactoria, mientras que, según los expertos en fenómenos extraterrestres, hay muchas pruebas que apuntan a que el desastre de Tunguska fue causado por la caída de un aparato que realizó un trazo de maniobras que sólo puede hacer un objeto guiado racionalmente; se cree incluso que fueron dos ovnis los que chocaron contra el bosque.
Algunos informes estudiados por investigadores como Paul Stonehill sugieren que el mismo Stalin pensaba que la explosión de Tunguska fue causada por el lanzamiento de armas experimentales desde algún objeto volador no identificado. Stalin tenía un gran interés en saber si estos objetos venidos del espacio exterior podían constituir una amenaza real para la Unión Soviética, de modo que empleó a algunos de sus mejores científicos para evaluar el posible peligro y, al mismo tiempo, para intentar reproducir estas naves alienígenas, con fines militares, a partir de sus restos.
Uno de los científicos rusos más prestigiosos de la época, Sergei Korolev se propuso, igual que Stalin, resolver el misterioso caso de Tunguska. Korolev, que pasaría a la historia por ser el padre de la carrera espacial soviética y responsable del Sputnik, animado por sus observaciones, organizó por su propia cuenta una expedición a Tunguska. Al sobrevolar el bosque, Sergei Korolev y su equipo descubrieron señales de la gran explosión aún visibles. Sin embargo, el hallazgo más sorprendente llegó en forma de fragmentos metálicos muy radiactivos que no tenían nada en común con los de cualquier otro asteroide o meteorito. Se descubrió también un enclave de unos trescientos metros cuadrados donde no ha vuelto a crecer ni una planta y donde los animales mueren debido al alto nivel de radiactividad presente. Los ufólogos rusos lo conocen hoy con el nombre de la Tumba del Diablo y creen que puede ser el resultado de algún resto metálico radiactivo del hipotético choque entre ovnis. O de la nave nodriza que se estrellara contra el suelo, como apunta la hipótesis del editor de UFO Magazine, Bill Birnes.
A pesar de la similitud de sus intenciones, no hay ninguna prueba de que Korolev y Stalin se reuniesen antes de la expedición del científico, pero se cree que éste confesó a Stalin que los fragmentos que encontraron diseminados por el área de Tunguska pertenecían a un ovni. Los informes oficiales del Partido Comunista, sin embargo, cuentan otra versión muy distinta: el desastre de Tunguska fue causado por un meteorito gigante.
Además, surge una pregunta: ¿dónde se llevaron los fragmentos radiactivos encontrados por Korolev? Bill Birnes y otros ufólogos insisten en que, al igual que otros países, los rusos también tenían un lugar donde almacenar la tecnología alienígena, y este lugar era Zhiktur, en los subterráneos de Kapustin Yar, base militar dotada de un sistema de altísima seguridad. Pero ¿qué hacían exactamente allí los científicos de Stalin con estos desechos de ovni? Algunos investigadores, como el profesor Fred Culick del California Institute of Technology (Caltech, universidad conectada a la NASA) avalan la hipótesis de que los restos se estudiaban para obtener la tecnología que les permitiera superar a los norteamericanos en la carrera espacial y mejorar su tecnología armamentística.
Este extremo no es algo que se pueda asegurar a ciencia cierta, pero algunos informes de la época confirman que tanto Stalin como su sucesor, Jruschev, tenían contacto directo con los jefes del programa espacial soviético. También confirman que desde los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, pocos años antes del incidente de 1948, los pilotos de aviones Mig recibían la orden, de parte de los más altos estamentos militares, de disparar a cualquier ovni. Hay que recordar cuán importante fue la carrera espacial y establecer la superioridad de un país sobre el otro en esos años de la Guerra Fría: el dominio tecnológico podría venir de cualquier parte, incluso de las naves extraterrestres.
EL ESPIONAJE NORTEAMERICANO
Estados Unidos tampoco permanecía impasible a las investigaciones de la URSS y, a medida que se extendía el rumor de las actividades llevadas a cabo en Zhiktur, tanto sobre los restos del desastre de Tunguska como los del accidente de 1948, la CIA se interesaba más y más por lo que estaba ocurriendo en aquel lugar. Ya en 1950 algunos agentes estadounidenses hablaban de los avistamientos de ovnis en la Unión Soviética. Lógicamente, tras el interés de la CIA también estaba la investigación armamentística rusa. La primera misión que realizó el avión norteamericano secreto U-2 fue sobrevolar y fotografiar Kapustin Yar.
A principios de la Guerra Fría las actividades desarrolladas en la base de Kapustin Yar incluían la construcción y prueba de sofisticadas armas, misiles y cohetes. Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos podía miniaturizar hasta cierto punto sus armas, pero los soviéticos no tenían la tecnología necesaria para producir armas atómicas de pequeño tamaño; por eso tenían que construir grandes cohetes que las transportaran. Según explica el profesor Fred Culick, lo que a priori era una desventaja les dio por el contrario una posición privilegiada en la carrera espacial. Stanton Friedman, físico nuclear y ufólogo, asegura que, tras investigar los archivos secretos soviéticos, comprobó que «los rusos hicieron durante dieciocho meses más progresos en el campo del armamento nuclear de lo que habían previsto para los cinco años siguientes. Y eso ocurría en 1951», indica.
La actividad de Kapustin Yar no pasó inadvertida para los servicios de inteligencia de la superpotencia rival; la prueba de que era uno de los puntos más vigilados por la CIA se encuentra en los numerosos documentos desclasificados que hablan sobre la base soviética. No casualmente, la primera misión de los célebres aviones espía U-2 fue a este lugar. Así se descubrió que Kapustin Yar no era sólo un laboratorio donde se desarrollaban nuevas tecnologías, sino también un campo de entrenamiento para las tropas especializadas que utilizaban estas nuevas armas.
Hay que señalar que esa orden general para los aviadores rusos de atacar a los ovnis que entrasen en su espacio aéreo dio lugar a un incidente que no fue cubierto por el habitual velo de silencio, sino públicamente aireado, el llamado «caso del U-2». El acrónimo ovni significa «objeto volante no identificado». Se lo ha considerado un sinónimo técnico de platillo volante, pero no lo es; no tiene un carácter necesariamente extraterrestre, es más, puede asegurarse que a las autoridades soviéticas les preocupaban más los ovnis de procedencia terrestre, concretamente norteamericana, que los venidos del espacio exterior.
Dentro de esta política de defensa agresiva de su espacio aéreo, el 1 de mayo de 1960, un misil tierra-aire soviético derribó un ovni sobre Sverdlovsk, ciudad situada al este de los montes Urales, famosa por ser el lugar del asesinato de la familia imperial, que hoy vuelve a llamarse Yekaterimburg. Ese ovni resultó ser un avión-espía U-2 que había despegado de Peshawar (Pakistán), con la misión de sobrevolar el mar de Aral y hacer un recorrido por el norte de la URSS, pasando por los puertos árticos de Arjángelsk y Murmansk, para aterrizar en la base noruega de Bödo.
El piloto norteamericano, Francis Gary Powers, que pertenecía a la CIA, logró salvarse lanzándose en paracaídas y fue capturado. El incidente, bien aireado por Nikita Jruschev, provocó una crisis diplomática internacional, incluidas protestas de los gobiernos de Pakistán, Turquía y Noruega frente a Estados Unidos, exigiendo que no se utilizaran sus territorios para esas misiones de espionaje aéreo. La conferencia cumbre entre los líderes de Occidente y Jruschev, convocada en París para el mes de mayo, tuvo que ser suspendida, y Estados Unidos, aun negando que el U-2 tuviese órdenes de realizar ese vuelo espía, ofreció suspender las misiones de los U-2 para apaciguar a Moscú. Jruschev orquestó perfectamente la propaganda, montando un juicio público para el piloto Powers, que fue condenado a diez años de prisión, aunque dos años después sería canjeado por un famoso espía ruso, el coronel Abel.
Es decir, en el ambiente de la Guerra Fría, los norteamericanos estaban decididos a llevar sus «ovnis» al espacio aéreo soviético, y los rusos a destruirlos sin remilgos. Pese a ello, Estados Unidos se movió lo suficiente sobre la URSS como para obtener un gran volumen de información. Según desvela un documento conjunto de la CIA, las Fuerzas Aéreas y la Marina estadounidense, la base soviética de Kapustin Yar que tanto les interesaba, ocupaba una superficie de 2250 kilómetros cuadrados. Las fotografías áreas tomadas en aquella época desvelan que disponía de al menos cuatro lanzaderas de misiles, catorce plataformas de lanzamiento, un radar de precisión, pistas de aterrizaje y muchas otras áreas con una función sin identificar. A pesar del interés y del esfuerzo de la CIA por descubrir los secretos de Kapustin Yar, había algo bajo tierra que los vuelos de los U-2 no pudieron desvelar: si era o no un laboratorio ufológico ruso. Para el especialista Bill Birnes no hay duda, y describe el lugar como un lúgubre laboratorio típicamente soviético, lleno de máquinas dignas de los inventos del tebeo y de hangares que albergaban ovnis accidentados sometidos a ingeniería inversa por parte de los científicos rusos.
Dejando aparte la imaginación del ufólogo, es un hecho comprobado que en la época estalinista, y aun después, había una fiebre constructora de complejos subterráneos secretos en la URSS. Dichas estructuras se extendían por todo el país. La experta en historia urbana de Moscú, Tatiana Pigariova, documenta la existencia de un metro secreto, paralelo al metro público, para uso de los grandes jerarcas. Había —y hay— una línea para el uso exclusivo de Stalin (hoy abierta al público) que llevaba desde el Kremlin a la dacha de Stalin en Kúntsevo. Otros ramales, en cuya construcción se siguió trabajando hasta los años sesenta, continúan siendo secreto de Estado, aunque se sabe que unen el Kremlin con los edificios del gobierno de las Colinas de los Gorriones, y siguen hasta el aeropuerto gubernamental de Vnúkovo y hasta Rámenki, una ciudad militar… subterránea.
Otro aspecto intrigante respecto a las instalaciones de Kapustin Yar son los extraños trazos que hay en el suelo, los cuales, vistos desde el aire, forman motivos geométricos, tipo «círculos de cosecha». Hay quien dice que los propios Stalin y Korolev tomaron la idea de los dibujos y las pirámides que construyeron los mayas, disponiendo estratégicamente distintas formas con la intención de atraer y llamar la atención de seres de otro planeta.
Pero a pesar del secretismo el que se desarrollaban, estas investigaciones podían albergar una dimensión propagandística. Las autoridades soviéticas no podían perder la ocasión de hacer pública ostentación de sus éxitos científicos. El 4 de octubre de 1957 lanzaron con éxito el primer satélite artificial al espacio exterior. Era el Sputnik. Sólo cuatro años después la URSS volvió a superar a Estados Unidos en la competitiva carrera espacial entre ambas potencias cuando llevó al espacio al primer hombre, el célebre astronauta Yuri Gagarin. Después vendrían la primera mujer en el espacio, el primer paseo espacial o el primer encuentro entre dos naves, una situación de ventaja que duraría prácticamente hasta el año 1981.
La máxima autoridad rusa en ufología es un hombre tan popular que se lo conoce simplemente por su apellido: Ajaja. Alcanzó la cúspide de su fama en las décadas de los años sesenta y setenta, cuando no estaba expresamente prohibido hablar de ovnis, pero tampoco podía hacerse en total libertad. Ajaja ha estado muchas veces en el lugar del accidente de 1948. No muy lejos de allí se estrelló otro ovni en 1961. Asegura que, tras varias mediciones de los campos electromagnéticos de la zona, el área en cuestión tiene la misma forma de la nave extraterrestre: un cilindro de 30 metros de largo por 6 de ancho. Si se mide la energía en la zona, se puede comprobar que es una fuente «extraña y desconocida, positiva en el centro del área y negativa en sus bordes. Los animales lo rodean y nunca pastan en esta especie de cilindro invisible. Para los humanos tampoco es mucho mejor: permanecer mucho tiempo allí afecta al pulso cardíaco y produce un extraño cansancio», cuenta. La versión que da Ajaja sobre este accidente es corroborada por los vecinos de las zonas cercanas, como Shubenkiva Zoya, quien pudo ver desde su casa cómo aquella tarde de 1961 una gran esfera de color rojo subía y bajaba sobre el río Skoudnya.
TESTIMONIOS DE PILOTOS Y ASTRONAUTAS
¿Qué relación tendrían estos accidentes con Kapustin Yar? No sólo la CIA o los expertos estadounidenses les han encontrado un vínculo de conexión. Ajaja también cree que había una especie de guerra contra los pilotos rusos, quienes recibían órdenes de defender a toda costa el espacio aéreo de la URSS y disparar a los ovnis que encontraran. Los testimonios más impresionantes sobre estas supuestas luchas son de la famosa cosmonauta rusa Marina Popovich, quien asegura haber asistido a combates entre ovnis y aviadores rusos. En 1964 en concreto fue testigo de cómo «el instructor de vuelo militar Alexander Capagan y uno de sus alumnos caían en picado tras el ataque de un ovni», asegura. La heroína rusa Popovich también afirma que, en 1980, en el transcurso de una de sus expediciones secretas avistó tres sospechosas luces en forma de triángulo.
El caso de Popovich no es el único. El coronel Lev Mijailovich Vyatkin, piloto de pruebas de aviones Mig, cuenta que fue capturado momentáneamente por un ovni el 7 de agosto de 1967. Aquella tarde estaba realizando un giro a la izquierda cuando de repente vio una luz que llegaba desde arriba. Era un disco de considerables dimensiones que comenzaba a iluminarse, y apenas tuvo tiempo para inclinarse y evitar que el rayo de luz chocara con una de las alas. El aparato sufrió una sacudida y los indicadores comenzaron a girar de derecha a izquierda. Lo más extraño es que cuando aterrizó, uno de los mecánicos se dio cuenta de que el ala tocada por el ovni brillaba, y así estuvo en el hangar durante una semana, emitiendo una luz blanca que no desapareció hasta que fue lavada con queroseno. En otras ocasiones, explican pilotos y ufólogos, eran los mismos ovnis los que peleaban entre ellos. Una verdadera guerra en los cielos de Rusia.
A medida que estos incidentes aumentaban y llegaban a oídos de las autoridades soviéticas a través de fuentes tanto militares como testigos civiles, el gobierno se esforzaba cada vez más en acallar a los protagonistas, encubrir información oficial y controlar a la prensa. En aquellos días, según cuenta Vladimir Seminov, que trabajó veintiséis años en la KGB, la agencia de espionaje rusa preparaba los informes oficiales sobre la cuestión. Conocido como el expediente azul de la KGB, recogió una imponente colección de documentos escritos durante veinte años: desde mediados de los sesenta hasta bien entrada la década de los ochenta. Se trata del más completo informe oficial sobre actividades ufológicas jamás encargado por ningún gobierno del mundo. En él se mencionan miles de testimonios sobre avistamientos, accidentes y luchas entre ovnis, todos ellos descritos con minuciosos detalles en sus correspondientes fichas. Por ejemplo, el expediente azul menciona un avistamiento simultáneo acaecido en una docena de ciudades rusas no lejos de Kapustin Yar, entre las diez y las once y media de la noche del 21 de marzo de 1990. Fueron muchos los que vieron uno o dos ovnis, y un testigo en particular pudo observar cómo uno de ellos lanzaba un rayo de luz hacia el suelo.
En cierto modo, la presión de los rumores era tan fuerte que muchos investigadores creen que la KGB publicó este informe para responder a ellos de forma oficial, pero también aseguran que no es más que la punta del iceberg, y que la agencia de espionaje soviética guarda mucha más información sobre el tema.
ATAQUES DE OVNIS
La situación política interna también tuvo su papel. De no haber caído la URSS a principios de los noventa, posiblemente muchos de estos incidentes permanecerían ocultos, como ocurrió con los inexplicables fallos que surgieron en las pruebas espaciales realizadas en Kapustin Yar. Entre los ufólogos circula una historia, según cuenta el físico nuclear y especialista en ovnis Stanton Friedman, que dice que durante los años cincuenta y sesenta cuatro lanzaderas explotaron en sus plataformas en la base Kapustin Yar, en una especie de venganza extraterrestre por disparar contra platillos volantes. Recientemente se han encontrado cintas rodadas por una cámara militar con imágenes que muestran a dos ovnis esféricos chocando contra el suelo el 3 de junio de 1960, cerca de Kapustin Yar, y a tres militares huyendo de la onda expansiva. Los memorandos subsiguientes hablan de explosiones masivas en la zona durante al menos una hora después del accidente de ambas naves alienígenas y de cómo una de las esferas localizó y destruyó un depósito de combustible. Los restos de ambos ovnis se enviaron inmediatamente al complejo subterráneo de Zhiktur.
Pero ¿qué interés podrían tener los alienígenas en nosotros? El experto Bill Birnes defiende que la tierra es para ellos «una especie de colonia subdesarrollada, y del mismo modo en que superpotencias como la URSS y Estados Unidos dirimen sus diferencias en terceros países, los ovnis vienen a la Tierra a luchar entre ellos por nuestros recursos».
También muchos ufólogos se preguntan aún por el motivo que llevó a la URSS a mantener tan herméticamente el secreto de los ovnis. El hijo del presidente Nikita Jruschev, Sergei, que pasó varios años como investigador en Kapustin Yar, apela al poder represor del gobierno de Stalin: «Simplemente —dice— en aquellos años enviaban a la gente a prisión».
Los tiempos de Stalin, la Guerra Fría y la carrera espacial han pasado, pero los fenómenos relacionados con los ovnis parecen tener aún una especial predilección por las tierras rusas. En 1989 se vio otro ovni cayendo a tierra en los alrededores de Kapustin Yar. En 1997 se trasladaron hasta la legendaria base los restos de un ovni accidentado en Polonia. En mayo de 2005, Kim Murphy, corresponsal del Los Angeles Times en Moscú, publicó cómo un lago de la zona desapareció completamente en pocas horas; los testigos contaron que, a modo de las ondas del desagüe de un lavabo, por el centro del lago se esfumó todo el agua. Y la lista de sucesos misteriosos documentados no acaba…
En los últimos años, con el gobierno de Putin, en Rusia la información sobre ovnis no está tan disponible como antes. Para el ufólogo Bill Birnes esto tiene su explicación: antes de que el ingente y valiosísimo volumen de investigación ufológica generado por la antigua Unión Soviética desde finales de la Segunda Guerra Mundial caiga en manos privadas, el presidente Putin está volviendo a levantar otra vez el telón de acero sobre Kapustin Yar. Como en tiempos pasados, la base rusa vuelve a rodearse de misterio y secretismo.