La titularidad de la tierra tendrá una base igualitaria, esto es, la
tierra se distribuirá entre los trabajadores conforme a criterios
de consumo o de trabajo, dependiendo del contexto local.
No existirá ninguna restricción sobre las
formas de titularidad de la tierra:
familiar, agrícola, comunal o cooperativa.
Mandato campesino sobre la tierra,
Izvestia, Petrogrado, 19 de Agosto de 1917.
Durante un periodo del siglo XX, el desarrollo cultural de la Carta Magna condujo a su reificación: dejó de ser una fuerza constitucional activa, se transformó en un símbolo caracterizado por la ambigüedad, el misterio y el despropósito y comenzó a desaparecer como ley concreta. Sin la constante disciplina de la interpretación y el desarrollo legal, sus acepciones se debilitaron y hacia 1957 fueron, de hecho, invertidas. Se convirtió en un ídolo de la clase dirigente, aun cuando no había sido concebida como tal.
Mural de la Carta Magna en los antiguos juzgados de Cuyahoga County (Cleveland, Ohio), por Frank Brangwyn. The Western Reserve Historical Society, Cleveland, Ohio.
A finales del siglo XIX, Tom L. Johnson, el progresista alcalde de Cleveland, Ohio, realizó una peregrinación por las ciudades británicas; su asesor principal escribió un libro que alababa las políticas municipales británicas y otro donde se refería a las ciudades como «la esperanza de la democracia». Entre los dos crearon un centro urbano basado en el modelo europeo (con juzgado, biblioteca, edificio federal y estación de tren) «para acercar a todas las clases lo más posible»[348]. El edificio de los juzgados se terminó durante el mandato del alcalde Newton Baker, un hombre brusco y aristocrático dado a comenzar sus discursos con alguna frase en latín y conocido como el alcalde de los «tres centavos»: tres centavos era la tarifa del tranvía, tres centavos la entrada al baile, tres centavos el cucurucho de helado y tres centavos la libra de pescado proveniente de las remolcadoras municipales[349].
Una fachada de los juzgados da a la ciudad, la otra al lago Erie. Una vez dentro, un elegante salón de dos alturas recibe al visitante: tras la balaustrada y dentro de un gran luneto situado en la pared del segundo piso hay un mural con forma de luna creciente que representa la firma de la Carta Magna. Completado en 1913, muestra un conocimiento específico y detallado de Runnymede que recalca la reticencia del rey Juan a someterse. El mural es un homenaje a las multitudes: los clouted shoon[350] de la Inglaterra plebeya reflexionan sobre los acontecimientos y destaca con prominencia el hombre que propulsa una gabarra apoyándose en una pértiga de cinco metros. Nadie (rey u obispo, barón o escribiente) podría haberse reunido en la isla de Runnymede en medio del Támesis sin la ayuda de los barqueros: este se encuentra sobre una pequeña plataforma en la parte de atrás de la barca; apoya todo su peso sobre la pértiga, hace fuerza sobre la punta con brazos y hombros; empuja con su pierna derecha y pone a trabajar los muslos y la espalda; y así es como la barca avanza por el río, gracias a la fuerza y la gracia humana.
El autor del mural fue Frank Brangwyn, nacido en Bélgica de una humilde familia galesa. Durmiendo en el suelo, comiendo pan y azúcar, sin dinero para ir a la escuela, desahuciado de la casa familiar, más tarde recordaría:
Mi pobre padre era un buen hombre […] Así que me pregunto por qué: ¿Por qué habrían de expulsar a gente honesta de su casa por no poder pagar sus impuestos? ¡Uf! ¡Maldita sea! ¡Este tipo de cosas son las que hacen que gente como yo se ponga al rojo vivo! ¡Que nos hierva la sangre!
Brangwyn se dedicó a deambular por los muelles hasta que el artesano y socialista inglés William Morris le tomó como aprendiz. Más tarde se iniciaría en la pintura mural («por supuesto mi trabajo con William Morris habrá tenido que ver con que las cosas fueran en esa dirección») y en 1888 se hizo a la mar: «Sus brazos estaban cubiertos de tatuajes […] todo tipo de curiosos símbolos, incluyendo un gran ancla»[351]. El año que embarcó hacia Constantinopla fue también el año de la huelga de los estibadores del East End londinense.
Para comprender su acercamiento a la Carta Magna debemos situarlo en dos marcos. Uno de ellos es la ciudad de Cleveland, construida a través de las reformas populistas del alcalde Tommy Johnson (que cumplió cuatro mandatos entre 1901 y 1909); y el otro es el concepto de medievalismo de Brangwyn, que ponía énfasis en la artesanía, así como en la belleza y en el ejercicio del trabajo, como promulgaban los artistas pre-rafaelitas.
Cleveland era, además, una ciudad obrera. El Cleveland Central Labor Union [Sindicato Central de Cleveland], formado en la década de 1880, expresaba con claridad el credo de los socialistas de aquella época:
La emancipación de la clase trabajadora debe ser conseguida por las mismas clases trabajadoras, ya que no hay ninguna otra clase que tenga interés alguno en mejorar su situación. En sus manos descansa el futuro de nuestras instituciones libres y es su destino sustituir el injusto sistema social actual por uno basado en la igualdad y en la nobleza de todo trabajo productivo.
La lucha de clases alcanzó un punto de extrema tensión en los años que precedieron a la Primera Guerra Mundial. La huelga más prolongada, la de los marineros del lago Erie, duró desde 1909 hasta 1912; su sindicato se unió a los Industrial Workers of the World [Trabajadores industriales del mundo][352] en 1913, el año en que Frank Brangwyn terminó su mural[353].
El periodo anterior a la guerra fue un momento de gestión científica de las relaciones de clase, caracterizado por expertos en asuntos laborales que centralizaron las sucesivas fases de fabricación, sistematizaron las diferentes operaciones, aportaron una instrucción y una supervisión detalladas y vincularon el sistema de salarios a un sistema de mando. Eugene Debs resumía este proceso[354]:
El ser humano debe ser reducido a una mano […] Mil manos a un cerebro: las manos del obrero, el cerebro del capitalista. Un millar de animales estúpidos con forma humana (un millar de esclavos con los grilletes de la ignorancia, con la cabeza en las manos), todos ellos poseídos y explotados y ordeñados por un solo capitalista, por un tratante de ganado obsesionado con el beneficio. ¡Esto es el capitalismo![355]
Mural sobre la Carta Magna del edificio del Capitolio de Madison (Wisconsin), por Albert Herter. Wisconsin Historical Society.
El concepto de trabajo humano que se reducía a una mano se oponía al de los socialistas, comunistas y anarquistas de antes de la guerra, que lucharon por la emancipación de todo el cuerpo obrero en una intensa lucha de clases.
El mural de Brangwyn en el antiguo juzgado del condado de Cuyahoga en Cleveland es un claro intento de representar a los trabajadores artesanos no alienados del siglo XIII, tan queridos por William Morris, en una hermosa descripción de la tensión de clase que existía entre una realeza altanera, la clase episcopal dirigente y una multitud de dignificados trabajadores en un momento de reflexión. He aquí una visión del anticapitalismo.
Una visión que reflejaba su tiempo con veracidad. A medida que primero la guerra y luego la revolución amenazaban tanto el orden geopolítico imperial como la estabilidad del sistema capitalista del laissez-faire, las representaciones de la Carta Magna dejaron de incluir a los clouted shoon, a los campesinos, a los proletarios o alusiones al mundo de los comunes. El mandato bolchevique sobre la tierra de 1917 así como los ejidos de la Constitución mexicana de 1912 se encargaron de demostrar que el mundo de los comunes no había desaparecido.
En contraste con la colorida Carta Magna de Brangwyn, un año después Albert Herter pintó otro mural sobre el mismo tema para el Tribunal Supremo de Wisconsin, en el edificio del Capitolio de Madison. En él se ilustra una comprensión étnica, familiar y patrimonial de la Carta Magna que no incluye al pueblo o a la clase trabajadora. Herter fue un exitoso hombre de negocios, pintor de retratos de señoras adineradas y dueño de una compañía de Nueva York de tapices y elegantes textiles hechos a mano. Sus diseños son esbeltos, sus colores pálidos, sus escenas teatrales. El mural tiene unas dimensiones de seis por tres metros. En el espacio inferior izquierdo, dos chicos contemplan por encima de un escudo con motivos heráldicos la tensión que existe entre el rey y sus barones, escuchando atentamente. Se trata de una interpretación pedagógica de la Carta Magna: se hallan contemplando la escena de la firma, como escolares que visitaran los juzgados y se detuvieran a contemplar el mural. Un adolescente rubio de mejillas rosadas, vestido con calzas verdes, está sentado al fondo del estrado sosteniendo a su perro; Christian Herter, el hijo del artista que sirvió como modelo para el niño, fue más tarde secretario de Estado con Eisenhower.
La retórica política del imperialismo angloamericano de finales del siglo XIX y principios del XX desarrolló la idea de una civilización occidental como expresión política e histórica separada del resto del mundo[356]. En 1915, Nicholas Murray Butler, presidente de la Universidad de Columbia, impartió en Albany una conferencia para los políticos de Nueva York a propósito del VII Centenario de Runnymede. Fue una charla efusiva y pomposa que vinculaba raza, sangre, libertad, nacionalidad y esfuerzo personal. En su apertura se refirió a «la mezcla de dos sangres», la sajona y la normanda, para formar la «raza angloparlante». De nuevo la anglofonofilia. Esta raza propagaba «vástagos coloniales de la casta paterna» por todo el globo. Boyd Barrington, en su estudio de 1900 sobre la Carta Magna, también se refería a la «raza anglosajona»[357]. Kipling escribió unas líneas pensadas para poner los pelos de punta a la raza blanca:
At Runnymede, at Runnymede,
What say the reeds at Runnymede?
The lissom reeds that give and take,
That bend so far, but never break,
They keep the sleepy Thames awake
With tales of John at Runnymede[358].
En Palo Alto, California, en 1916, un año después del VII Centenario de la Carta Magna y en medio de un contexto bélico, Charles Week fundó una cooperativa de explotación de pollos y la llamó Runnymede. En la utopía aviar de Runnymede cada hogar poseía su propio depósito de agua para irrigar las acelgas, coles y coliflores que servían como alimento de alta calidad para los animales. «Nos encerramos entre cuatro paredes», escribió. «¿Por qué debemos trabajar largas y duras jornadas en lugares insanos cada día de nuestras vidas a cambio de la mera subsistencia?», se preguntaba. Lejos de incorporar el principio anticercamientos que encontramos en la Carta de Libertades, reemplazó la ganadería aviar en libertad [free-range] por un sistema de gallineros en compartimentos especiales para la alimentación, descanso, cría e incubación del pollo. Su eslogan era: «Un acre e independencia», y su ideología era suministrada por William Smythe, fundador del Little Landers Movement [Movimiento de pequeños propietarios] que buscaba «la conquista de espacios baldíos mediante la promoción de la irrigación». Charles Weeks predicaba el evangelio utópico del aire libre, los grandes espacios abiertos y la buena alimentación aviar. Consiguió atraer a más de doce mil colonos a Runnymede. Muchos eran mujeres solteras independientes y veteranos que regresaban de la primera gran guerra. El Runnymede califoniano no fue algo tan inocente como cabría deducir del pastoralismo aviar de Charles Week. Smythe compartía los códigos racistas predominantes en su tiempo, entre los que se incluía la demanda de expulsión de los jornaleros chinos de California. En este contexto, un nombre como Runnymede era algo que no pasaba desapercibido a aquellos que se veían a sí mismos como anglosajones[359].
En enero de 1930 el National Trust [Patrimonio nacional] británico adquirió la isla y terrenos de Runnymede en el río Támesis. La Carta Magna se había convertido en un lugar de peregrinaje. J. W. Hamilton fue el fundador (en 1908) y secretario de la International Magna Carta Day Association [Asociación Internacional del Día de la Carta Magna] con sede en St. Paul (Minnesota), que ha tenido representantes de Canadá, Terranova, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica, todas ellas «colonias blancas», como EEUU. Desde esta asociación se propuso que el tercer domingo de junio se convirtiera en el «Domingo de la Carta Magna». En 1934 se celebró un desfile en Runnymede bajo el patrocinio del príncipe de Gales, con quinientos actores, doscientos caballos y cuatro elefantes. En 1937, el «prado más famoso del mundo anglosajón» fue arrebatado de las manos de los constructores. Los floricultores ingleses denominaron «rosa Magna Carta» a una variedad híbrida entre rosa y carmín[360].
En Inglaterra la Carta Magna se había convertido en una vaca sagrada. En septiembre de 1930 la revista humorística Punch satirizaba: «Nadie será condenado a muerte, salvo por alguna razón (excepto la gente común). Todo el mundo será libre (excepto la gente común) […] Ningún barón será juzgado por nadie excepto por un tribunal especial formado por otros barones que lo entenderán». Concluye así: «La Carta Magna fue de este modo el pilar fundamental de la democracia en Inglaterra, y por lo tanto algo bueno para todo el mundo (excepto para la gente común)»[361]. Esta sátira venía acompañada de una ilustración del rey Juan perdiendo la ropa en las mareas del estuario de The Wash (zona de la costa oriental de Inglaterra donde el rey Juan perdió la vida).
Si la Carta Magna podía estar perdiendo su almidonado a un lado del Atlántico, en el otro se estaba poniendo más rígida que nunca, como un pomposo telón de fondo del régimen de supremacía blanca. El edificio del Tribunal Supremo de Washington DC fue proyectado por Cass Gilbert e inaugurado en 1935, cuando la ley y el orden necesitaban de semejante mole, y su diseño resultaba una alusión consciente al Imperio Romano. Gilbert era amigo de Benito Mussolini, quien también trataría de fundar su gobierno sobre la grandeza de la antigua Roma. Gracias a esta amistad Gilbert tuvo la posibilidad de obtener el mármol de Siena para las columnas ornamentales del interior del edificio. La construcción fue llamada el Palacio de Mármol; el juez Stone la encontró «ostentosamente pretenciosa», mientras que otro magistrado se preguntaba: «¿Qué se supone que hemos de hacer, entrar a lomos de nueve elefantes?»[362].
Gilbert diseñó el proyecto, pero ¿qué trabajadores lo construyeron? Bertolt Bretch, muy impresionado por la construcción del metro de Moscú aquel mismo año y muy consternado por la invasión italiana de Etiopía en 1935, mezcló construcción y destrucción en su célebre Fragen Eines Lesenden Arbeiters [Preguntas de un trabajador que lee]:
¿Quién levantó Tebas, la de las siete puertas?
Los libros están llenos con los nombres de los reyes.
¿Acaso los reyes acarrearon los colosales bloques de piedra?
Y Babilonia, tantas veces destruida,
¿Quién levantó la ciudad cada vez? ¿En qué casas
de la dorada Lima, vivieron quienes la construyeron?
La noche en que la Muralla China fue terminada,
¿A dónde fueron los albañiles? La gran Roma
está llena de arcos del triunfo. ¿Quién los erigió? ¿Sobre quiénes
triunfaron los césares?[363]
El trabajo ornamental del edificio del Tribunal Supremo incluía algunas referencias a la Carta Magna. Las puertas frontales fueron concebidas y forjadas por los inmigrantes irlandeses John Donnelly e hijo. Los frisos los diseñó un inmigrante alemán, Adolf Weinman, y fueron tallados por inmigrantes italianos, los hermanos Piccirilli.
Las puertas de bronce miden casi seis metros de altura y pesan trece toneladas. En 1925, los canteros empleados por Donnelly se pusieron en huelga para protestar contra el tallado de la piedra con martillo neumático «del que decían que provocaba insensibilidad en la mano izquierda»[364]. Las puertas se componen de ocho paneles, cada uno con un par de representaciones masculinas. La serie de parejas masculinas en situación de diálogo sugiere el acceso a un templo de elegante dialéctica. Un episodio griego, tres romanos, tres ingleses y uno estadounidense cuentan la historia de la ley: la Iliada, el edicto del pretor, Juliano y el erudito, el código de Justiniano, la Carta Magna, el estatuto de Westminster, Coke y Carlos I, y el caso Marbury contra Madison (un caso de 1803 por el que el Tribunal Supremo pasó a ser el árbitro último de la Constitución). El mural de la Carta Magna es un grácil pas de deux[365] coreográfico. Las puertas, fabricadas por irlandeses, se abrían a la más alta instancia de la ley, cuyas cuatro paredes estaban decoradas por frisos realizados por italoamericanos.
Los cuatro frisos del Tribunal, uno en cada lado, fueron diseñados por Adolf Weinman entre 1931 y 1932. Cada uno de ellos tiene trece metros de longitud y casi tres metros de altura. Los frisos de los muros norte y sur representan «una procesión de grandes legisladores de la Historia» donde encontramos retratos de Menes, Hammurabi, Moisés, Salomón, Licurgo, Solón, Draco, Confucio, Augusto, Justiniano, Mahoma, Carlomagno, el rey Juan sin tierra, Luis IX, Hugo Grocio, Blackstone, Marshall y Napoleón. Figuras que representan una concepción de la ley ecuménica e imperial, así como la vocación universal de la jurisprudencia norteamericana. Aun así hallamos omisiones, como la de los juristas hindúes, los debates legales de la URSS (donde según sus partidarios se estaba fraguando una nueva era de la historia humana), la Constitución mexicana y formas de derecho consuetudinario y prácticas tradicionales no escritas. Esta selección de «grandes legisladores» es semejante a la que encontramos en los murales de la cúpula del Tribunal Supremo del Estado de Nueva York: una visión orientalizante de la ley occidental[366]. Aquí, el rey Juan destaca de varias maneras: es el único que viste armadura, su cota de malla (se tallaron miles de eslabones entrelazados en el mármol) se extiende por su cuello y le cubre la cabeza bajo un yelmo cónico de hierro, su postura sugiere resistencia. Es un retrato psicológico, la imagen curtida de un hombre que ha estado guerreando recientemente y la fina boca tensionada de alguien que ha sido derrotado y está contrariado por ello. No se trata de un legislador, sino de alguien que ha sido obligado a aceptar la carta que su mano derecha aprieta con fuerza. En esta era de dictadores, su mano izquierda también se contrae en un puño. La figura está retratada con sutileza artística y prudencia política.
Panel de la puerta del edificio del Tribunal Supremo de EEUU en Washington DC: Edward Coke y Jaime I de Inglaterra. Fotografía de Franz Jantzen, Colección del Tribunal Supremo de Estados Unidos.
Giuseppe Piccirilli (1844-1910) era un marmolista de Carrara, Pisa, que emigró con su mujer a EEUU en 1887, parte de la gran migración de italianos[367]. Giuseppe era un camicia rossa [camisa roja], un militante seguidor de Garibaldi. Tuvo seis hijos: Attilio, Furio, Ferruccio, Getulio, Masaniello y Orazio, que colaboraron en sus esculturas arquitectónicas. Eran descendientes de incontables generaciones de artesanos: los quadratarii (canteros) y los marmorarii (marmolistas) se encontraban entre los gremios de oficios compilados por Constantino en una ley del 337 d. C. Las catacumbas de Roma originariamente fueron canteras antes de convertirse en prisiones subterráneas. Pero aquello pertenecía al pasado: el futuro se abría ante ellos, y en 1890 ya se habían establecido en su propio local del Bronx, dedicándose a la importación de mármoles italianos[368].
Panel de la puerta del edificio del Tribunal Supremo de EEUU en Washington DC: Arzobispo Stephen Langton con el rey Juan. Fotografía de Franz Jantzen, Colección del Tribunal Supremo de Estados Unidos.
En el período entre 1913 y 1916, la Carta Magna fue objeto de solemnes alegorías en las cortes de justicia y otros «templos de la soberanía» de EEUU; se convirtió en un icono de poca utilidad en los procesos legales del Tribunal Supremo a la vez que mostraba una vasta y duradera preeminencia dentro de la arquitectura gubernamental. En 1923 abría sus puertas el edificio del Capitolio estatal de Nebraska para el que Lee Lawrie, el escultor arquitectónico más renombrado de EEUU, realizó veintitrés bajorrelieves en las cuatro fachadas de su exterior. Bajo el nombre de The Spirit of the Law as Shown in its History [El espíritu de las leyes visto a través de su historia], el panel central de la fachada sur representa una escena con un obispo y un barón, un monje arrodillado y el rey Juan con un rollo de pergamino en una mano y una espada en la otra[369]. Es una imagen de estabilidad, unidad y monumentalidad sin rastro de comunes o comuneros. La Revolución Rusa y la Revolución Mexicana tampoco aparecen. Al igual que la aplicación de la ley en ese momento, estos murales ocultan la verdad sobre las Cartas de Libertades.
El mismo año que se abrió el edificio del Tribunal Supremo de Cass Gilbert, con su grandeur romana, se inauguró el Juzgado Federal de Terre Haute, Indiana, con estilo art nouveau, y que también incluye un mural sobre la Carta Magna: la pared tras el estrado está cubierta con un tríptico pintado por Frederick Webb Ross, de Shelbyville, Indiana. La energía visual se aglutina en el centro, alrededor del rey Juan: en su mano y en la pluma que sostiene, con la que va a escribir en el pergamino que hay ante él. Se halla rodeado de más de cincuenta personas, muchas de ellas con una mano en la espada. «Merced a este documento existe un gobierno supeditado a las leyes y no al poder» explica la leyenda del panel central. La gran diferencia entre la Carta Magna tal como es presentada en el Tribunal Supremo y como la encontramos en el mural de Terre Haute reside en que en este último el rey ratifica la ley y en el primero le es impuesta.
Runnymede aparece como un acto público en esta interpretación de Ross, al igual que el tribunal cuyos muros decora: la bandera de barras y estrellas cuelga de un mástil en la parte izquierda del estrado y en lo alto del mástil hay un águila de metal con las alas extendidas. Detrás de ella, uno de los estandartes del ejército allí congregado también lleva una imagen de un águila dorada con las alas abiertas. La gente tiene un aspecto agradable: no hay mutilados de guerra, ni heridos, ni enfermos ni hambrientos; acaban de regresar de las cruzadas: algunos llevan aun la cruz de Jerusalén sobre las solapas. Todo es a la vez bello y marcial, amistoso y blanco (no hay norteafricanos ni palestinos entre ellos)[370]. El rey Juan era famoso por su inmenso guardarropa: su calzado está atado con numerosas y delicadas cintas blancas y lleva un cinturón de oro[371]. La figura central del panel de la izquierda muestra a una persona joven y esbelta, de género indeterminado, con una túnica rosa, apoyándose en una cadera con la pierna flexionada en una postura sinuosa y atractiva. El tono general es más alegre que belicoso.
Friso de una de las salas del Tribunal Supremo de EEUU: el rey Juan. Fotografía de Steve Petteway, Collection of the Supreme Court of the United States.
Mural sobre la Carta Magna en el Juzgado Federal de Terre Haute, Indiana, por Frederick Webb Ross. Martin Collection, Indiana Historical Society.
A la élite legal de EEUU siempre le ha gustado controlar estas conmemoraciones. Durante la Guerra Fría vinculó monoteísmo y militarismo con la Carta Magna. In God We Trust [En Dios confiamos] se declaró lema nacional y se incluyó en el papel moneda del país en 1957. En ese mismo año la American Bar Association [ABA, Asociación Americana de Letrados] inauguró un monumento a la Carta Magna en Runnymede, en un paisaje repleto de simbolismos de la clase dominante. El arquitecto de aquel elegante templete fue Edward Maufe, una figura del establishment que diseñaba casas de campo, refinadas iglesias y edificios universitarios, y cuyos interiores de tonos pastel, rosa, malva y crema ayudaron a establecer en la Inglaterra de entreguerras una tendencia que se denominó «modernidad con modales». En el centro del templete encontramos un pedestal en el que hay una estrella de cinco puntas inscrita en un círculo azul, un signo de identificación de la Fuerza Aérea de EEUU, una insignia sin ningún significado en la heráldica o la semiótica inglesas.
La reina estuvo presente, los discursos fueron retransmitidos por la BBC y el príncipe Felipe acudió a caballo desde un partido de polo. Cinco mil dignatarios asistieron a los «ritos» que se celebraron sobre la «tierra sagrada», para escuchar a Smythe Gambrell, antiguo presidente de la ABA, hablar de cómo cada «hombre es una criatura de la voluntad divina» y de cómo las verdades de la Carta Magna «son universales y eternas […] Por nuestras venas fluye un línea sanguínea común, mezcla de celtas, sajones, daneses, normandos, pictos y escotos». Se dedicó un «templo», una «capilla» o «altar», donde «toda la humanidad pudiera rendir culto»[372].
El siguiente orador fue Lord Evershed, Master of the Rolls [Juez superior de la Cámara de los Lores], que concluyó su intervención diciendo que la responsabilidad del liderazgo «bajo la mirada del Dios de las gentes libres de la Tierra» ahora descansaba en los hombros de EEUU. Tras Evershed habló Charles Rhyne, el presidente entrante de la ABA, asesor legal del presidente Eisenhower y la persona que había propuesto el monumento a la Carta Magna, que procedió a explicar el significado de la expresión Freedom Under Law [Libertad bajo la ley] inscrita en piedra de Portland. Esta verdad, aseguraba, «ha levantado poderosas naciones como la británica o la americana», y añadió que esa era la verdad contra «la tiranía extranjera del comunismo». Pero, de hecho, estaba invirtiendo el sentido de la Carta Magna que ya Stubbs, el historiador constitucional victoriano, había expresado: «El rey está y estará por debajo de la ley». La Guerra Fría puso patas arriba este significado. Más aun cuando la idea de los comunes no es en absoluto algo ajeno a la Carta Magna. Los símbolos artísticos podían ocultar la verdad en el siglo XX igual que el impresionismo en el siglo XIX suprimió de la memoria histórica la inquietante pesadilla de la Comuna de París[373].
El Muy Honorable Sir Hartley Shawcross, consejero de la Reina y miembro del Parlamento, concluyó los discursos con algunos relatos de misterio cuasi-druídico, irracionales, de clase alta, que versaban sobre un cercamiento que incluía un roble plantado por el duque de Gloucester, otro por el primer ministro de la India en 1994 y un tercero por su Alteza Real la reina Isabel II, ese mismo año. En 1987, John O. Marsh Jr., secretario del Ejército de EEUU, había plantado otro pequeño roble en tierra traída desde Jamestown (Virginia), «el primer asentamiento permanente del Nuevo Mundo». Tras haber encontrado un gran roble recientemente talado, que había sido joven en 1215, la Egham and Thorpe Royal Agricultural and Horticultural Association [Real Asociación Agrícola y Hortícola de Egham y Thorpe], encargó una placa con su madera y se la regaló a la American Bar Association.
El roble había crecido en el vecino Bosque de Windsor, un lugar donde en otros tiempos los hombres se pintaban las caras de negro, cazaban ciervos furtivamente y realizaban juicios satíricos para defender sus costumbres. En realidad, vivió tanto tiempo porque pertenecía a un bosque comunal y estaba protegido por un sistema de hacer-común que incluía festivales estacionales como el May Day [fiesta de la fertilidad], que Charles S. Rhyne también trató de abolir: el mismo año que propuso el monumento de Runnymede sugirió que en EEUU el May Day fuera sustituido por el Law Day [Día de la Ley], cambio que realizó debidamente Eisenhower en 1958[374]. Uno de los orígenes del racismo en Inglaterra, la Waltham Black Act, tuvo lugar en 1722 en ese mismo bosque. En 1957, Rosa Parks en Montgomery, Alabama, y las naciones del Tercer Mundo en Bandung, Indonesia, comenzaron a poner en cuestión las consecuencias raciales de la supremacía blanca. Tal y como la tierra de Jamestown esparcida por el ejército de EEUU en suelo inglés oculta el genocidio de la conquista, el monumento de ABA oculta el origen comunitario de la Carta Magna, al invertir su significado: los símbolos son medios de comunicación traicioneros.
El templete conmemorativo de Runnymede, de Edward Maufe. Foto del autor.
En junio de 2005, mientras presentaba la decisión mayoritaria del Tribunal Supremo en el Caso Van Orden contra Perry, el presidente de la sala, el juez Rehnquist, se sorprendió a sí mismo absorto en los frisos de mármol («los grandes legisladores de la historia») que rodean los muros del Tribunal. Más tarde explicaría que la representación de tres metros de altura de Moisés y los pocos caracteres hebreos de las tablas que aquel sostenía no suponían una violación del principio constitucional de separación entre Iglesia y Estado, del mismo modo que un monolito tallado de dos metros de alto y uno de ancho, en el que se inscribía una versión abreviada de la traducción del rey Jaime del Éxodo, 20:6-17 (los Diez Mandamientos), podía ser colocado en el Capitolio de Texas sin violar la Constitución. El juez Souter discrepó de esta opinión, alegando que el monolito tejano de los Diez Mandamientos «no era una obra de arte»[375]. Quizás solo realizaba un ejercicio de contraste estético entre la visión exaltada de los legisladores de los frisos de mármol de la sala del Tribunal y unas tablas esculpidas cuyo diseño provenía del remake que hizo Cecil B. De Mille en 1956 de Los Diez Mandamientos, con Charlton Heston en el papel de Moisés.
Pedestal en el centro del templete, Runnymede. Foto del autor.
Texto grabado en el pedestal, Runnymede. Foto del autor.
Ese mismo día el tribunal escuchó las deliberaciones sobre otro caso referente a los Diez Mandamientos en McCreary County contra ACLU. Los defensores de que se incluyera una representación de los Diez Mandamientos en los juzgados intentaban aplacar el temor del Tribunal Supremo de que el gobierno pareciera imponer la religión, incluyendo junto a la imagen enmarcada de los Diez Mandamientos otros ocho documentos, a saber: la Carta Magna, la Declaración de Derechos, la Declaración de Independencia, la Carta de Derechos, la letra del himno nacional The Start-Spangled Banner, el Pacto del Mayflower, el lema nacional, el preámbulo de la Constitución de Kentucky y un retrato de la diosa Justicia. Souter puso voz a la opinión mayoritaria, ordenando la retirada de la vitrina («The Foundation of America Law and Government Display» [Exposición sobre la fundación del gobierno y la ley de EEUU]) de los pasillos del juzgado de Kentucky[376]. Pero ¿qué es exactamente lo que se suponía que la Carta Magna podía aportar? También es un documento que presupone el monoteísmo, un documento de un Estado encarnado en la forma del rey y la Iglesia. En este capítulo se sostiene que la mayor parte de la gente desconocía la Carta Magna, pues una lectura cuidadosa de las dos Cartas de Libertades revela su presuposición de los comunes y muestra que la idea de la Carta Magna como defensora del individualismo, la propiedad privada, el laissez-faire y la civilización inglesa no es más que una tapadera. De ahí la importancia de sus representaciones simbólicas. Estos símbolos se convierten en ídolos, y los ídolos, incluso los venerables, pueden intoxicar y destruir, como un «señor de las moscas».
Souter expresó la opinión del Tribunal que puso objeciones a la «falta de una conexión histórica o analítica demostrada» entre los Diez Mandamientos y el resto de documentos y dijo que el imperativo divino del Decálogo y el de la Declaración de Independencia no tenían conexión entre sí porque el primero deriva de su sanción por Yahvé mientras que el segundo deriva «del consentimiento de los gobernados». Es más, Souter expresó su estupor por la omisión de la decimocuarta enmienda, «la provisión estructural más significativa que se ha adoptado desde el documento original». Y continuaba: «Y no es menos desconcertante dejar fuera la Constitución original de 1787, mientras se cita la Carta Magna de 1215 incluso en el punto en el que declara que “se eliminarán las empalizadas de pesca del río Támesis”».