3. Las cartas perdidas y recuperadas

¡Qué tiempos estos en los que hablar sobre árboles es casi un crimen

al entrañar un silencio sobre tantos horrores!

Bertolt Bretch, «A los que nacieron después», 1938.

And I won’t tell you where it is, so why do I tell you

anything? Because you still listen, because in times like these

to have you listen at all, it’s necessary

to talk about trees.

Adrienne Rich, «What kind of times are these?», 1991[119].

Bertolt Bretch escribió contra la esclavitud y el genocidio, los horrores contra los que luchó la generación del antifascismo, posponiendo la revolución, la amabilidad y el hablar sobre los árboles. Bretch suplicaba tolerancia a aquellos «que nacieron después». Adrienne Rich vino después y le contestó que para ella los árboles escondían la memoria de una revolución oculta de meeting houses[120] y apelaban a una economía accesible a las mujeres en la que, por ejemplo, se podían recoger setas. La relación entre esclavitud y estado guerrero, y la expropiación de lo común y la ofensiva contra las mujeres tuvo su origen en el siglo XVII. Fue entonces cuando el hacha triunfó de dos maneras, a saber, por decapitación y defoliación, por regicidio y defrichément (como se llamó en Francia a la roturación de los bosques). Este capítulo desarrolla dos líneas argumentales sobre las Cartas: cómo una fue encontrada y se convirtió en baluarte constitucional, y cómo la otra fue abandonada y acabó perdida entre lo local y lo consuetudinario. Se divide el siglo XVII en tres periodos: el de la autocracia de los Estuardo (1603-1640), el de la Revolución Inglesa (1640-1660) y el de la Restauración (1660-1700).

La decapitación de Carlos I en 1649 provocó una ola de escalofríos en todos los palacios reales de Europa. El rey fue juzgado «como un tirano, traidor, asesino y enemigo público de la commonwealth» así como por violar «los preceptos fundamentales de este reino» incluyendo «la ley de la tierra», una expresión de la Carta Magna. El monarca sonrió ante su veredicto[121]. John Bradshaw, el juez que presidió el Alto Tribunal de Justicia que condenó al rey Carlos, citó la «Gran y Antigua Carta de Inglaterra» en el discurso con el que decretó la muerte del monarca. Los pensamientos de Carlos de Estuardo debían estar con el rey Juan. Su clérigo predilecto, el Arzobispo Laud, que precedió a su señor en el cadalso por unos años, dijo que «la Gran Carta nació de la usurpación, de forma oscura, y fue adoptada y presentada ante el mundo por la rebelión»[122].

¿Cuál era la relación entre la caída de la monarquía y la roturación de los bosques? La respuesta se encuentra entre la gente común. Margaret Harkett, vecina de Stanmore (Middlesex), de sesenta años de edad, fue ahorcada en 1585 por brujería porque:

Había recogido un canasto de habas en el campo del vecino sin permiso. Cuando se le pidió que las devolviera, las arrojó al suelo con furia. Desde entonces no crecen habas en el campo [del vecino]. Más tarde, un sirviente de William Goodwin le negó una porción de levadura y a partir de entonces su cervecería dejó de producir. Fue golpeada por un oficial que la sorprendió mientras ella recogía leña en los terrenos del señor y el oficial enloqueció[123].

Keith Thomas define este fenómeno como un conflicto entre la noción de vecindad y un sentido creciente de la propiedad privada. El derecho de la Carta a los estovers había sido parte de las relaciones de vecindad durante siglos, pero la Carta en sí no era bien conocida, según John Manwood, muerto en 1610, y que fue guardabosque, magistrado forestal y autor de un texto clásico sobre la ley forestal. Él mismo declaró que el derecho del bosque «ha desaparecido de la memoria en la mayoría de los lugares»[124].

Muchos miles de mujeres fueron quemadas o colgadas por brujería en Inglaterra durante el siglo XVII. De los ajusticiamientos colectivos de Pendle Forest, en Lancashire, a los procesos contra la brujería de 1692 en Salem (con diecinueve ahorcamientos), pasando por los trescientos ahorcamientos y hogueras ordenados por Matthew Hopkins, el «Gran Inquisidor de Brujas» de 1645. El siglo de la Revolución Científica (la Edad de la Razón) fue testigo de un terror sistemático dirigido contra las mujeres, especialmente las ancianas, las curanderas, las herbolarias, las consejeras y las desposeídas: «Van de puerta en puerta pidiendo un poco de leche o de potaje, sin los cuales apenas podrían sobrevivir», como escribiera en 1594 un observador de dichas mujeres. Bien fuera un joven que buscando bayas en el bosque se topara con un cónclave de brujas, o de una tejedora acusada de robar combustible vegetal (turba), o de una mendiga acusada del robo de ovejas o de que una vaca se quedara sin leche, los temas recurrentes en las pruebas contra las brujas tenían que ver con derechos comunales de estovers [leña y madera], herbage [pasto] o pannage [alimento para los cerdos]. El mismo Carlos I interrogó personalmente a cuatro brujas en 1635[125].

A lo largo de la extensa historia de Inglaterra, algunos aspectos de la Carta Magna, en concreto el artículo XXXIX, evolucionaron como respuesta creativa a los eventos de la época. Otras partes, como el artículo VII, que contempla la provisión de leña para las viudas de la comunidad, o la Carta del Bosque en su totalidad, se llenaron de polvo entre los archivos. La más pequeña de las cartas comienza a desaparecer durante la crisis del siglo XVII, cuando se conjuga la restauración de la esclavitud con la conquista colonial, el cercamiento de las tierras comunales y los diversos ataques contra las mujeres. Su desaparición final y el establecimiento de colonias atlánticas (Irlanda, el Caribe, América continental) son inseparables.

La crisis del siglo XVII fue una crisis de silvicultura. En relación con la historia de los hidrocarburos, había comenzado la transición al carbón motivada por las necesidades financieras de los Estuardo, la construcción de barcos, la fundición de hierro y una pequeña glaciación. Así, la dinastía Estuardo se propuso sacarle el jugo a los bosques, restableciendo la ley forestal a su conveniencia, expandiendo los límites de los bosques reales, procesando a los free-holders, convocando los eyre (nombre de las cortes medievales) forestales, disponiendo del combustible y la madera y reduciendo los bienes comunales[126]. En 1608, Jaime I impuso sus derechos sobre los copyhold tenants [arrendatarios con contrato por escrito] del Pendle Forest restringiendo el acceso a la madera, un molesto requisito dentro del frenesí de la quema de brujas de Lancashire. El abuso de las leyes forestales fue uno de los agravios fundamentales que llevaron a la Revolución Inglesa.

Las costumbres están en el centro de nuestra comprensión de la historia inglesa[127]. Los derechos consuetudinarios (como el pannage [para alimentar a los cerdos], piscary [derecho a pescar en los lagos y ríos de los bosques], estovers [recogida de madera], chiminage [derecho de paso]) adoptan nuevos significados a través de estas luchas. Billets, elding, bavins, faggots, kids, bush, gorse, furze, pit, whins, cazzons, bracken, sedge, reets. Los nombres que una vez designaron toda una multiplicidad de usos naturales quedaron reducidos a mera nomenclatura para combustible[128]. Parte de la crisis del siglo XVII se vio reflejada precisamente en esta separación entre los estatutos (la «ley escrita») y la common law (las opiniones de los magistrados) y, por lo tanto, también separación de la tradición de los propios comunes.

El eyre forestal fue recuperado en 1632, primero en Windsor y Bagshot, después en el bosque de Dean, luego en Waltham, en el New Forest y en el bosque de Alice Holt. El General Attorney [fiscal general] y Lord Chief Justice [presidente del tribunal de justicia] de Carlos I, Sir John Finch, fue un estudioso de Francis Bacon así como un adepto adulador y monárquico declarado («Señor, es su majestad el aliento en nuestras bocas y la luz en nuestros ojos»). En las assizes [reunión de los tribunales superiores] de Essex, Finch extendió los límites del bosque real contra el derecho consuetudinario local, lo que acabaría convirtiéndose en uno de los motivos de su destitución. En el tribunal de la Cámara Estrellada, en 1633, sentenció al parlamentario puritano William Prynne a perder las orejas por escribir un libelo sedicioso. En un segundo juicio, en 1637, hizo que se las rebanaran de nuevo, aún más cerca del cráneo, y se le marcaron las mejillas con las letras L y S, de libelo sedicioso. De Finch se decía: «Dio nuestros bienes al rey, nuestras tierras al ciervo y nuestras libertades a los merinos». Ningún otro tribunal fue tan odiado como el de la Cámara Estrellada, que fue el encargado de castigar a un millar de personas tras las revueltas del bosque de Braydon en 1631 y el que procesó a los comuneros desheredados del bosque de Gillingham.

Las «deambulaciones del bosque» [forest perambulations] existían al menos desde los tiempos de la Carta Magna. Eran paseos ceremoniales alrededor de un territorio para reafirmar y recodificar sus límites, es decir, para «repasar los linderos». Una «deambulación» era una suerte de mapa peripatético, o walkabout[129], en el que las rozaduras de zarza, los dedos magullados y las piernas doloridas contribuían a la memoria. Las «deambulaciones» también expandían la jurisdicción de la corona y así, los límites del bosque de Rockingham aumentaron de seis a sesenta millas, a la vez que en la Cámara Estrellada se imponían cuantiosas multas contra los infractores acaudalados[130]. La «deambulación» del New Forest autorizada por Carlos II en 1671 se plasmó en un documento original en latín que en su traducción consta de una sola frase de seis páginas de longitud, con aproximadamente 1.980 palabras, varios cientos de sintagmas preposicionales (la mayoría de las unidades gramaticales tienen que ver con la posición y la dirección: hacia, desde, junto a, tras, a través, en) y puntos de referencia artificiales o naturales (zanja, poste, portilla, río, roble, haya, tumba, granja, pantano, camino, pista, vado), junto con topónimos de la época, coloquiales y antiguos, consiguiendo así un texto atravesado de historia semántica y abarrotado de indicaciones exactas que, sin embargo, no expresa acción a pesar de la enorme cantidad de lugares conectados por el caminar de numerosas pisadas. Así era el mapa del New Forest, cuyas praderas de camomila y matas de tojo protegían a los pequeños robles y hayas mientras crecían. Así se transformaban en las características hayas y robles, gigantescos y nudosos, que tan adecuados se consideraban para las vigas de cubierta y curvadas cuadernas de la industria naval inglesa[131].

Si la «deambulación» era una especie de mapa, también se trataba de un acto de lucha, ya que algunos de los caminantes portaban hachas para destruir los cercamientos a su paso[132]. El paseo, por lo tanto, se podía transformar en una expresión de justicia e incluso de igualdad popular, como sucedió en 1744 cuando William Good instó a que la «deambulación» anual se transformara en una protesta contra los cercamientos:

Todos los arrendatarios de los bosques de los comunes forestales tienen […] el mismo derecho al común que aquellos que tienen hacienda y tierras propias, y el mismo privilegio, según las costumbres y las leyes de la tierra, que el que tienen los dueños de los bosques a su madera y al sotobosque[133].

Cottagers, artesanos, jornaleros y campesinos pobres se rebelaron para proteger sus bienes comunales ante los intentos de cercamiento de Carlos I, ya que durante las épocas de malas cosechas y de estancamiento del sector textil, dependían de los suplementos de ingresos provenientes del bosque: pannage, pastoreo, leña, madera para construcción y caza. Las autoridades se quejaban de que los derechos comunales, y en particular los pastos comunales, alimentaban a los pordioseros y permitían el libertinaje de ladrones, pícaros y «gentes malvadas y ociosas», y era usual que hubiera una gran recogida de madera y de caza en el bosque durante los inviernos más duros y las épocas de escasez[134].

Las mujeres jugaban un papel fundamental en la conservación de los derechos comunitarios. La audaz capitán Dorothy encabezó a las mujeres de Nidderdale contra el cercamiento del Thorpe Moore. El gleaning [espigado] era una práctica ancestral (la recolección de las espigas sobrantes una vez finalizada la cosecha principal), casi completamente bajo el control de las mujeres, que cuando entraban en los campos sembrados iban dirigidas por una de las suyas, la reina de las espigadoras. Las revueltas del bosque de Gillingham, entre 1626 y 1628, fueron dirigidas por mujeres que proclamaban: «Aquí nacimos y aquí moriremos». Un testigo de los disturbios del bosque de Leicester de 1627, con evidentes inclinaciones intelectuales, observó que eran liderados por «un cierto número de mujeres ignorantes». Las revueltas de bosque de Dean, en 1632, estuvieron encabezadas por la figura mítica de Lady Skimmington. Aunque se trajeron cañones desde Bristol, los artilleros se zafaron y se negaron a disparar las armas. En 1633, una segunda oleada de persecución contra las mujeres barrió el bosque de Pendle[135].

Durante el levantamiento del bosque de Rockingham, en 1607, fueron masacradas más de cincuenta personas que defendían los derechos comunales. El levantamiento de los comuneros de los bosques fue un paso fundamental en la historia de la lucha de clases en Inglaterra. Surgieron nuevos tipos de literatura que describían la lucha social, como los mensajes sediciosos («los pobres quieren un sustento, y un sustento los pobres tendrán») que eran envueltos en una bola de cera y arrojados en los coros de las iglesias, o como el tratamiento que Shakespeare le da al regente de duro corazón enfrentado a una población hambrienta en su obra romana Coriolano, de 1608.

En los altos páramos del este de Sussex, los comuneros que habían tenido pannage, pastos, estovers, piedra para construir y turba para fertilizar, pidieron en 1680 la paralización del cercamiento del bosque de Ashdown. En 1689 derribaron las cercas y destruyeron el mandamiento judicial: «Y tras haber derribado la cerca sobre una zanja, arrojaron dicho papel encima y lo cubrieron todo de tierra». Y así la praxis enterró la lex. El cercamiento del bosque fue un proceso de protesta, negociación y compromiso que duró un periodo de cincuenta años y tuvo como resultado un bosque que nunca fue cercado del todo y en el que una gran parte ha permanecido libre y abierta hasta nuestros días[136].

Edward Coke, principal constitucionalista del Parlamento, fue un hombre de leyes, propiedad y comercio[137]. Un individualista que escribió que «el hogar de un inglés es su castillo». En una de sus intervenciones, Coke también dijo que «la Carta Magna es una compañera, una igual [fellow] que nunca tendrá soberano»[138]. Y más tarde escribió que «no hay ley que justifique la tortura en esta tierra». Aunque fue destituido como Chief Justice of the Common Pleas [Juez del Tribunal Consuetudinario][139] en 1616 y confinado en la Torre de Londres en 1621, en 1628 ayudó a redactar la Petition of Right [Petición de Derechos][140]. Durante el debate sobre la Petición, Rudyeard dijo:

«Me gustaría mucho ver aquella buena y decrépita ley de la Carta Magna […] me gustaría verla caminar de nuevo, con renovado lustre y vigor»[141]. Fue Coke el que la puso otra vez en pie.

La ofensiva contra los bosques se vio precedida por un tira y afloja entre el rey y el Parlamento. La Carta Magna pasó de ser un documento medieval raramente citado, aunque frecuentemente ratificado, a una legislación constitucional moderna; de una agrupación de derechos feudales a un ordenamiento aplicable al comercio, la propiedad y el individualismo. Edward Coke contribuyó a esta transformación: primero al fusionar el habeas corpus con el artículo XXXIX; en segundo lugar, al insertarla en los estatutos de las colonias atlánticas; en tercer lugar, al afirmar que la figura del nullus liber homo (hombre libre) de la Carta Magna igualaba a todas las personas, incluyendo a las mujeres; y finalmente, al vincular la Carta Magna al Parlamento[142].

En 1631, el rey Carlos I supo que Coke estaba trabajando en un libro sobre la Carta Magna y decretó su prohibición. En 1634, mientras Coke yacía en su lecho de muerte, su despacho fue saqueado y sus manuscritos confiscados. El Parlamento ordenó su recuperación al comienzo de la Revolución Inglesa y en 1642 publicó póstumamente los Institutes of the Laws of England, cuyos cuatro tomos tuvieron gran influencia en la jurisprudencia posterior. Desde su ornamentada portada, una obra maestra de complejidad arquitectónica entrelazada, al diseño extravagante de las páginas, con comentarios sobre la Carta Magna línea a línea tanto en inglés como en latín, pies de página, notas al dorso y comentarios explicativos, la obra era un tour de force rococó. Los reformadores ingleses querían mostrarse como restauradores de la antigua tradición, no como innovadores.

Coke incluyó la Carta del Bosque en su disertación sobre la Carta Magna y se refirió a ella como «una ley declarativa [declaratory law] que restaura al sujeto su derecho de antaño». A la manera de los abogados, comenzó por definir sus términos: «El bosque está compuesto por ocho elementos: tierra, fronda, leyes, tribunales, jueces, oficiales, caza y ciertos linderos. Tres de ellos pueden considerarse naturales, los otros cinco conciernen a la sociedad de los hombres», y también estableció: «Como regla general, un hombre podrá participar de los recursos comunes del bosque [may common in a forest]». Enfatizando el uso del término common como verbo, Coke quería que se entendiera como una actividad establecida por la costumbre y no como un objeto o un recurso. A diferencia de la ley, entendida desde principios del siglo XVI por Tomás Moro y otros como una gran conspiración de los ricos para oprimir a los pobres, la costumbre pertenecía tradicionalmente al ámbito de los manor courts [cortes señoriales][143], «pequeñas commonwealth», como las llamaba Coke, que podían proteger de hecho a los pobres.

«Todos los hombres tendrán derecho de uso común para sus ovejas en el bosque del rey». «Todos los hombres, en sus propios bosques dentro de la jurisdicción real, podrán tomar housebote [madera para la construcción] y heybote [para las vallas]» o «en su caso, con arreglo a la costumbre». Coke explicó los usos de los drifts [rebaños de ganado] en el bosque:

Primero, asegurarse de que aquellos que utilizan los recursos comunes lo hacen con el tipo de ganado que por concesión les corresponde. Segundo, si hacen uso del común con el ganado que les corresponde, comprobar si lo hacen en exceso o no. Tercero, asegurar que no haya ganado de forasteros a quienes no corresponde el uso de lo común.

Por un lado, Coke reconocía que la Carta del Bosque, como la Carta Magna, restauraba «al sujeto su derecho de antaño»; por otro lado afirmaba que la ley forestal estaba constreñida por la common law [ley consuetudinaria] y que no podía oponerse a las leyes promulgadas por el Parlamento. Al mismo tiempo que elevaba la Carta Magna a la categoría de ley fundamental, subordinaba la Carta del Bosque a los estatutos y a la ley de los jueces.

Una vez comenzada la Revolución Inglesa, una de sus primeras leyes revocaba las intrusiones de la Corona en los bosques a fin de conservarlos, no tanto para los comuneros pobres como para los ricos. De este modo, la Act for the Certainty of Forests [Ley de delimitación de bosques] de 1641 (17 Carlos I c. 16) entre otras cosas «estipulaba que los arrendatarios, propietarios y usufructuarios […] podrán usar y disfrutar tales comunes y otros beneficios y usos de los bosques como desde antiguo y según costumbre han venido haciendo», y restauraba las lindes establecidas por las «deambulaciones» de 1623. El Lord Canciller podía designar inspectores para establecer estos límites «como eran comúnmente conocidos»[144]. La Grand Remonstrance [Gran protesta] de diciembre de 1641, la extensa petición surgida de la Cámara de los Comunes[145], contenía 204 puntos y el número 21 se refería a «la ampliación de los bosques [de la Corona], contraria a la Carta de Foresta».

La Carta Magna se transformó en un texto revolucionario y su potencial se expandió a medida que avanzaba la Revolución. La Ley de 1641 para la abolición del Tribunal de la Cámara Estrellada (17 Carlos I c.10) comenzaba citando el artículo XXXIX de la Carta Magna. El número de panfletos en la colección de Thomason[146] creció de 24 en 1640 a 721 en el año siguiente y 2.134 en 1642. Ese mismo año John Milton escribió The Reason for Church Goverment [La razón del gobierno de la Iglesia], contra la jerarquía episcopal y los «mercaderes de Babilonia» quienes «mediante sus corruptas y serviles doctrinas» establecerán la esclavitud y «revocarán y eliminarán cada línea y cada cláusula de nuestros dos grandes fueros»[147]. John Lilburne, paladín del pueblo, panfletista, agitador y eterno prisionero[148], organizó el primer partido político democrático, The Levellers[149], que por medio de rituales, acción directa y representaciones simbólicas vinculó la Carta Magna al concepto mismo de nación[150]. Predicadores y charlas en tabernas y reuniones transmitían sus palabras a una audiencia entusiasta mientras que los panfletos las hacían llegar a aquellos «sentados en la mesa de estudio». Lilburne fue el primero en ingresar en prisión por defender que la idea de la autoinculpación[151], como ya señalara William Walwyn, iba en contra de la Carta Magna. Desde la Torre de Londres pudo escuchar el ruido de pasos y cascos de caballos de la llegada de Thomas Fairfax, comandante de la New Model Army de Oliver Cromwell. Cuando Fairfax llegó a la Torre, invocó la Carta Magna diciendo: «Esto es por lo que hemos luchado y con la ayuda de Dios lo conservaremos»[152]. La meta de los levellers era «el derecho, la libertad, la seguridad y el bienestar de cada hombre, mujer y niño de Inglaterra» y convirtieron la Carta Magna en «la herencia y derecho de nacimiento de todo inglés.» Lilburne declaró que «la libertad de toda la nación inglesa» estaba en el artículo XXXIX y, dirigiéndose al ejército, dijo: «La antigua y famosa magistratura de este país, la Petición de Derechos, la Gran Carta de Inglaterra […] que nuestros antepasados adquirieron a un alto precio y con gran cantidad de sangre y riquezas, para nuestra herencia y la de los que vendrán»[153].

Como vemos, Coke puso la Carta Magna en pie. Richard Overton, otro leveller, utilizó de hecho sus pies para protegerla cuando él y su mujer fueron arrastrados al presidio: «Me querían hacer marchar a pie por las colinas, sí, me lo suplicaron, pero en aquel momento no me apetecía ser su siervo ni utilizar mis pies para arrastrar el resto de mi cuerpo hasta prisión, así que los dejé colgar como si no fuesen míos, como un par de cirios baratos balanceándose desde mis rodillas». La copia del Second Institute de Coke sobre la Carta Magna que apretaba entre sus manos le fue arrebatada: «Por asalto me arrancaron la gran Carta de Libertades […] y de este modo y sin potestad alguna aquella desamparada Carta Magna fue confinada en Newgate a mi lado, pobre compañera de prisión merced a las convenientes visitas de mis amigos»[154].

El 11 de septiembre de 1648, los levellers remitieron al Parlamento, con 40.000 firmas, la Large Petition [Gran petición] que planteaba cuestiones sobre los comuneros y exigía compensaciones. Entre sus 27 demandas había algunas a favor de la soberanía popular; en contra de la obligación «de cualquier hombre a participar en guerras»; sobre la tolerancia religiosa hacia ateos, musulmanes y judíos; sobre el castigo contra el monopolio y el acaparamiento; sobre compensaciones a los oprimidos por «monopolistas y contratistas»; a favor del juicio por jurado popular; sobre el rechazo a un veredicto sin al menos dos testigos; y contra la autoinculpación. Se exigió además la excarcelación de deudores y la apertura de «todos los recientes cercamientos de marismas y otros bienes comunales». La pérdida de derechos comunales llevó a la criminalización de los comuneros, por lo que las garantías contra la tiranía quedaron vinculadas a la conservación de la comunalización.

En mayo de 1649 miles de mujeres se dirigieron a la Cámara de los Comunes con la Petition of Women [Petición de las mujeres], que recordaba a los parlamentarios que ellas eran dignas peticionarias, creadas a la imagen de Dios, y que tenían una participación igual en las libertades y la commonwealth, tal y como estipulaba la Petition of Rights [Petición de Derechos] y otras buenas leyes[155]. No se quedaron en sus casas, sino que se manifestaron para protestar contra el encarcelamiento de los levellers, la condena a muerte de Robert Lockyer (que se había amotinado contra el servicio militar en Irlanda), para denunciar la ley marcial y exigir compensaciones. Desde luego, la Petición llegaba «hasta ustedes de la mano débil de las mujeres, siendo esta la preferencia de Dios, realizar grandes obras por la mano del débil». Aquí podríamos continuar con uno de los pasajes más elocuentes de aquella época, escrito por John Warr, un radical con un particular interés en las leyes[156]:

Dios favorece a todas las criaturas desvalidas y tiene especial atención por los débiles cuando estos se encuentran bajo la oscuridad o la opresión. Y para ello tiende el hacha en la raíz del árbol y fortalece nuestro débil fundamento. Él planta la semilla de la libertad dentro de nosotros y procede a atizar el fuego hasta que resulta demasiado abrasador para el mal y la impiedad.

De hecho, el fuego ardió con furia gracias a Gerrard Winstanley, el teólogo de la liberación, sastre, ganadero y comunista que fundó las colonias de diggers[157] en los yermos del sur de Inglaterra a mediados del siglo XVII; y tuvo que ver con quién blandía el hacha contra los árboles. Winstanley firmó, junto a otras 43 personas, A Declaration from the Poor Opressed People of England [Declaración de las gentes pobres y oprimidas de Inglaterra]; en 1649 tomaron la determinación de «sembrar los comunes […] a la vista de que la Tierra fue hecha para nosotros, tanto como para ustedes». La declaración estaba dirigida a los dueños de tierras que

[…] por razones de realengo hacen cortar para su venta los árboles y bosques que crecen en las tierras comunales; para su uso privado de las tierras comunales que, según ellos mismos afirman, pertenecen a los pobres, y que se ven depauperadas, y la pobre y oprimida gente despojada de sus derechos […] mientras ellos y los ricos terratenientes sacan el máximo beneficio a las tierras comunales, llenándolas de ovejas y ganado; y los pobres […] son perseguidos por ustedes si cortan leña, matorral, turba u otros bienes [furseys] en terrenos comunales en los que ustedes no dan su venia.

Cuando justo antes de la Pascua de 1649 el cura de la parroquia y el señor del feudo contrataron algunos operarios «para derribar la casa de un pobre hombre que estaba construida en terrenos comunales, y golpearon y patearon a la mujer del pobre hombre, de forma que perdió a su hijo», Winstanley negoció un acuerdo con el lord para que tanto la casa como los árboles permanecieran en pie. Aun así, el Viernes Santo el lord regresó con cincuenta hombres para quemarlo todo, cosa que hicieron, arrojando las pertenencias «por todo el común, sin piedad por los gritos de los niños y de sus asustadas madres»[158].

Mientras que Winstanley pensaba que la Magna Carta estaba sobrevalorada: «las mejores leyes que tiene Inglaterra (videlicet [a saber, la] Carta Magna) […] son los yugos y los grilletes, forzando a una clase de personas a ser esclavas de otras»[159], Thomas Tany, que firmaba como «un comunero de Inglaterra», afirmó que «la Carta Magna es la esencia de nuestro ser». Tany estaba influido por los alternativistas de aquel momento, que pensaban y vivían como si otro mundo fuese posible. No tenía un hogar y plantaba su tienda donde podía en los alrededores de Londres, y cuando se negó a descubrir su cabeza en la cantina de la Cámara de los Comunes fue encarcelado por blasfemia[160]. Murió embarcado, en un intento fallido de recuperar Jerusalén para los «verdaderos judíos», que era cualquiera que estuviera dispuesto a «alimentar al pobre, vestir al despojado, oprimir a nadie y liberar al cautivo».

Tras la ejecución del rey y la proclamación de la república, John Warr publicó The Corruption and Deficiency of the Laws of England Soberly Discovered; or, Liberty Working Up to Its Just Height [La corrupción y la deficiencia de las leyes de Inglaterra serenamente descubiertas o La libertad elevándose hasta su justo lugar]. Ya que no hay cosa que se parezca a un exceso de libertad, Warr concluía que las leyes fueron creadas para limitar el poder de príncipes y parlamentos. Para él, la «ley fundamental» era un falso ídolo; se basaba en la historia que demuestra que la voluntad de los conquistadores en sus sucesivas invasiones solo podía ser repelida «por la furia de la guerra incesante llevada a cabo» por el pueblo. Por ejemplo, cuando los normandos introdujeron la figura del terrateniente, el arrendatario y la tenencia, «vínculos esclavistas y obligaciones impuestas al hombre, basados originalmente en la conquista y el poder». Su posición era cercana a la de los diggers, aunque se distanciaba de Winstanley en su valoración de la Carta Magna. De hecho, cuando la menciona (casi el único dentro de las abigarradas discusiones de la Revolución Inglesa) lo que pone de relieve es la Carta del Bosque y la alaba por disminuir el poder del rey para expandir su influencia en los bosques. Aunque John Warr escribió ese texto en junio de 1649, justo meses después de la derrota de los levellers y la masacre de los diggers, sostiene que el pueblo, como el gusano cuando es pisoteado, se levantará de nuevo.

Adrienne Rich encontró la memoria de la revolución y los fantasmas de los perseguidos entre las arboledas. Podía haber estado expresando las condiciones de Inglaterra tras la Restauración y no las de Estados Unidos a finales del siglo XX. Caminaba al filo del terror, en el sentido de que en las lindes de las tierras comunales se escondían el genocidio y la esclavitud.

This is nor somewhere else but here

Our country moving closer to its own truth and dread

Its own ways of making peole disappear[161].

El estado de terror durante la Restauración incluyó el Código de Clarendon, que prohibía el derecho a voto y preveía la suspensión del derecho de reunión para los disidentes, las restricciones sobre los bosques y sobre la comunalización, el tráfico de esclavos del Atlántico y el archipiélago carcelario colonial (Bunyan[162] en prisión, Milton[163] acosado, las brujas de Salem abrasadas). Pero la represión había comenzado antes, cuando los terratenientes ricos se opusieron contundentemente a los derechos consuetudinarios de los pobres[164]. El Consejo de Estado de Cromwell fue informado en 1654 de que «el fin principal» del cercamiento de los bosques era «favorecer la agricultura y el cultivo, para lo cual todos los comunes son nocivos». Dos leyes de 1653 y 1654 autorizaban la disafforestation de todos los bosques reales restantes[165].

La Restauración también aportó una contrainterpretación a la generosa, revolucionaria y ampliada Carta Magna de Coke. El primer comentario de Coke sobre el apartado de nullus liber homo del artículo XXXIX era categórico: «Esto se extiende a los villanos [villiens]» y abría así la vía para la construcción democrática que los levellers desarrollaron. Robert Brady, médico de Carlos II y Jaime II, escribió en 1685 A Complete History of England [Historia completa de Inglaterra] como «una roca inexpugnable contra la pretendida soberanía y poder del pueblo en esta nación»[166]. Para él, la claúsula nullus liber homo del artículo XXXIX se refería a los titulares de propiedades y demostraba que las condiciones de la «gente común» eran las mismas antes y después de la conquista normanda. Según Brady, en Runnymede los barones normandos provocaron un «alboroto» que culminó en la «libertad», que ellos entendían como una relajación de las deudas feudales, lo que no tenía nada que ver con los derechos y libertades fundamentales o con los derechos de nacimiento del hombre inglés. Los obispos y arzobispos les habían guiado en ese «baile», pero Coke, los levellers, los diggers y otros agentes crearon nuevos pasos durante la Revolución Inglesa.

Brady se acercó a la composición de la clase trabajadora mediante la filología (los antiguos autores latinos usaban términos tales como villein o rustico) y por lo tanto hizo distinciones en función de si la persona pagaba con rentas o con trabajo por el acceso a la tierra. La lucha por acceder a los derechos consuetudinarios era, por lo tanto, una lucha por conservar la jornada laboral. Fuentes más tardías hacen referencia a cottagers y arrendatarios consuetudinarios, siervos y feudatarios, y operarii, «pobres trabajadores miserables que trabajaban en todo tiempo y estación, y realizaban toda suerte de tareas a la orden de sus señores», que se hallaban bajo tenencia de socage, esto es, pagaban una renta en dinero o en trabajo pero no tenían la obligación de ir a la guerra a petición de su señor. Según Brady, la Carta no introdujo cambio alguno para la mayor parte del pueblo inglés «que eran tanto cortadores de madera o acarreadores de agua como auténticos vasallos y esclavos, antes y después de esta Gran Carta»[167].

Mientras que para el filósofo autoritario y materialista Thomas Hobbes, la ley es el mandato del soberano, nada más y nada menos, para el filósofo del empirismo y de la propiedad privada, John Locke, la ley es el acuerdo entre propietarios. Ninguno de los dos dice demasiado, si es que dice algo, sobre las Cartas de Libertades. Brady, además, escribe: «Sir Edward Coke no quiere saber nada de la ley feudal tal y como estaba vigente en su tiempo y tuvo una gran destreza en acudir a la Gran Carta para extrapolarla y reinterpretarla según las leyes modernas». La idea es que la distancia temporal entre feudalismo y modernidad es demasiado grande para que haya continuidad. Sin embargo, en la mecánica de ondas, el poder del fetch[168] de una onda deriva de la distancia que ha viajado, y esta distancia puede ser oceánica.

En efecto, la Carta Magna adquirió una dimensión atlántica: Coke ayudó a esbozar el Estatuto Real de la Compañía de Virginia en 1606, y los estatutos reales que establecían otras colonias inglesas en América (Massachusetts en 1629, Maryland en 1632, Maine en 1639, Connecticut en 1662 o Rhode Island en 1663) también hacían mención a la Carta Magna. En la medida en que estos colonos utilizaron la Carta Magna contra la autoridad del rey (el Estatuto de Libertades de Nueva York citaba el artículo XXXIX), ignoraron las disposiciones relativas a los bosques cuando se trataba de sus propias intrusiones en los de los pueblos originarios. La Carta Magna se convirtió al mismo tiempo en un instrumento tanto de la independencia colonial como del imperialismo expansionista[169].

Al mismo tiempo que se expulsaba a los diggers de los terrenos comunales a base de fuego, Roger Williams, un inglés emigrado a Massachusetts, documentaba una conversación con los indios: «¿Por qué vienen hasta aquí los ingleses? Y miden a los demás según ellos mismos. Dicen: “Es porque vosotros queréis hacer fuego”; porque ellos, habiendo quemado el bosque en un sitio […] son dados a seguir al bosque; y entonces se trasladan a un nuevo lugar, por el bien del bosque». Hacia finales de siglo, las tierras forestales inglesas estaban siendo taladas a un ritmo tal que John Evelyn[170] temía por la seguridad nacional, en la medida en que la Armada británica proporcionaba unos «muros de madera» a la isla. La expansión del Imperio Británico era posible gracias a los productos madereros pero se acercaba el fin de las existencias. En Norteamérica, los pueblos originarios eran conscientes de que la composición de los bosques era el resultado de toda una variedad de cambios naturales e interacciones con el ser humano. La quema semestral alteraba la composición de los bosques en favor de especies adaptadas al fuego como el pino de hoja larga [pinus pallustris], el pino taeda [pinus taeda] y el pino elioti [pinus elliottii]. ¡No era una tierra virgen, sino viuda! La supervivencia de los colonos dependía del conocimiento de los «numerosos indios sabios y ancestrales» que cultivaban tabaco, batata, tomate, calabaza, sandía, habas, girasoles y maíz. «En los bosques, más allá de los campos, las mujeres, principalmente, recogían leña muerta o caída para combustible, así que generalmente se la llamaba “madera de india”»[171], una práctica idéntica a la de los comuneros de los bosques ingleses.

John Evelyn, cronista de la Restauración y naturalista, heredó la fortuna que su abuelo había acumulado durante los reinados de Jaime I y Carlos I gracias a su monopolio real sobre el salitre, ingrediente esencial (junto con el sulfuro y el carbón) de la pólvora. El «hombre del salitre» solía saquear establos, cubiles y palomares en busca de nitrato de potasio. El proyecto de su nieto fue realizar un inventario de los árboles ingleses en función de su valor de uso y transferir este conocimiento de los comuneros a los comerciantes, científicos y militares. Evelyn no menciona ni una sola vez la Carta del Bosque. En su opinión, un bosque cercado [enclosed] prospera mejor que un bosque abierto.

Escribió desdeñosamente sobre «satisfacer a unos pocos comuneros, bastos y ruidosos» y, como no podía librarse de un millar de años de tradición pero sí esconderlo en oscurantismos grecolatinos, concluyó citando un proverbio latino de Erasmo, quien parafraseaba al poeta griego Teócrito: Praesente Quercu ligna quivis colligit, «En presencia del roble todos recogen leña»[172]. Refiriéndose a An Act for the Punishment of Unlawfull Cutting or Stealin or Spoiling of Wood [Ley para el Castigo de la Tala, Robo o Menoscabo de Madera] (15 Carlos II c.2), hizo notar fríamente que la ley antigua castigaba la «decapitación» de un árbol con la pérdida de una mano[173]. No obstante, se mantuvo la idea de que la leña [de los comunes] se podía coger by hook or by crook [por las buenas o por las malas]. La criminalización del derecho consuetudinario fue uno de los temas centrales de la historia social inglesa durante el siguiente siglo y medio[174].

Mientras el estatuto de los comuneros se perdía, la Carta Magna se vio fortalecida por tres vías: la conservación de la figura del jurado, el habeas corpus y la prohibición de la tortura.

En 1680, John Hawles escribió The Englishman’s right; or, A Dialog between a Barrister at Law and a Jurymen [Los derechos del hombre inglés o Un diálogo entre un letrado y un jurado], que venía a definir una parte esencial del conjunto de derechos comprendidos bajo el concepto de ser free-born [nacido libre]. El jurado se originó en un «tiempo más allá de la razón», «contemporáneo a la nación misma». Estas libertades estaban enumeradas y confirmadas en la Carta Magna, artículos XIV y XXXIX: «El fin de los jurados es evitar la opresión sobre el individuo», como dijera Coke. En diciembre de 1667, la Cámara de los Comunes decretó que el Lord Chief Justice [Juez Supremo de la Magistratura] había sido arbitrario y alegal en el uso de sus poderes para multar jurados y que había «despreciado, vilipendiado y corrompido la Carta Magna, la gran protectora de nuestras vidas, libertades y propiedades». El Lord Chief Justice Keeling había provocado la cólera de los comunes al multar a un Gran Jurado de Somerset, obligándolo a emitir un veredicto de asesinato en lugar de homicidio. Cuando uno de los jurados se refirió a la Carta Magna en su alegato de protesta, él contestó «Farta Magna [Gran pedo][175], ¿por qué tanto revuelo con ella?»[176]. Lejos de estar corriendo por su propio pie, la Carta comenzaba a cojear.

En agosto de 1670, William Penn[177] predicó en Gracechurch Street, en Londres, ante una multitud de trescientas o cuatrocientas personas. Fue acusado de perturbar la paz «ante el gran terror y disgusto de sus conciudadanos.» Se declaró no culpable y el jurado lo halló culpable «de hablar», lo que no constituía un crimen. Aunque los miembros del jurado permanecieron retenidos de sábado a domingo [obligados a «reconsiderar» su veredicto], el lunes insistieron en el veredicto de no culpabilidad y se les multó con 40 marcos por cabeza. Uno de ellos, Edward Bushel, requirió un mandato de habeas corpus contra «este encarcelamiento ilegal y doloso»; el tribunal revisó el caso, aceptó su demanda y decretó que un jurado no podía ser multado por cierto veredicto.

El rey Carlos y su conciábulo reprimieron los complots y levantamientos durante la Restauración desterrando a todo sospechoso a Barbados, Virginia o Tánger[178]. Cuando la Ley de Habeas Corpus se aprobó en 1679 fue descrita como «una ley para mayor seguridad de las libertades del individuo, y para la prevención del destierro allende los mares». En ella se prescribía que ningún súbdito inglés «sería mandado a prisiones a Escocia, Irlanda, Jersey, Guernsey, Tánger u otras plazas, lugares, islas o destinos de ultramar». La constitución inglesa se fraguó durante una recomposición transoceánica de la fuerza de trabajo: el transporte de delincuentes, las políticas penales, el tráfico de esclavos, la agricultura de plantación, las leyes penales de Irlanda, las migraciones a América y la esclavitud contractual. Bretch escribió:

Allá fuimos, cambiando de país más que de zapatos

Por las guerras de clase, desesperando

Donde solo había injusticia, y no rebelión[179].

The Great Charter of the Forest, Declaring the liberties of It [La Gran Carta del Bosque, una declaración de sus libertades] fue publicada en 1680. Tenía una anotación: «Una declaración de las libertades de la nación inglesa con respecto a sus bosques». Unos ochenta años más tarde, Montesquieu, citando a Tácito en El espíritu de las leyes, elogiaba al gobierno inglés diciendo: «Este bello sistema fue creado primero en los bosques».

Las Cartas de Libertades habían encontrado «sus pies» y fueron conservadas por estudiosos, por políticos y por la acción directa, a través de «danzas», como se quejaba Robert Brady en su Historia completa. Pero el baile de la Cenicienta, donde hasta la sirvienta puede ser hermosa, se acaba a la medianoche. Aunque algunos aspectos de la Carta Magna sobrevivieron en la Ley de Habeas Corpus de 1679, en el caso Bushel de 1671 y en la Declaración de Derechos de 1689, uno de sus pies ya cojeaba. Su compañera, la Carta del Bosque, como el zapato de Cenicienta, se había perdido a efectos prácticos. De nuevo Adrianne Rich:

I won’t tell you where the place is, the dark mesh of the woods

Meeting the unmarked strip of light

Ghost-ridden crossrods, leafmold paradise:

I know already who wants to buy it, sell it, make it disappear[180].