Ningún libro se escribe sin ayuda, y pocos autores necesitan tanta ayuda como yo. ¡Iniciemos, pues, el desfile de agradecimientos!
Muchas gracias, como siempre, a mi fabulosa esposa, Deborah Beale, por su indeclinable apoyo, su brillante ayuda y su perspicaz ojo de lectora, y a mi magnífico agente, Matt Bialer, por respaldarme cuando vuelan las objeciones.
También gracias a nuestra talentosa asistente, Dena Chávez, que nos mantiene a Deborah y a mí relativamente cuerdos gracias a su inmensa capacidad organizativa, y también al impedir que mis amados hijos me ayuden demasiado cuando realmente necesito terminar algo.
Mis editores extranjeros, Tim Holman en Gran Bretaña y la doctora Ulrike Killer en Alemania, han respaldado mucho mi labor y me brindan una gran confianza con todos los proyectos que emprendo. También para ellos mi abrumadora gratitud.
Y mis amigos de DAW Books —que además son mis editores en Estados Unidos—, entre ellos Debra Euler, Marsha Jones, Peter Stampfel, Betsy Wollheim y Sheila Gilbert, no pueden escapar de un efusivo agradecimiento. Betsy y Sheila han sido mis editores y cómplices en el delito desde que inicié esta desaforada labor de escribir libros hace veinte años, y con el paso del tiempo comprendo cada vez más que ha sido una bendición y que soy muy afortunado. Gracias, amigos. ¿Verdad que lo hemos pasado bien?
No puedo dejar de mencionar que este libro tiene una enorme deuda de gratitud e inspiración con la alocada y maravillosa gente del foro shadowmarch.com, un incomparable depósito de sabiduría, respaldo, tontería y recetas para el ruibarbo. Debo una mención especial por Shadowmarch (el proyecto online) a Josh Milligan y al incomparable Matt Dusek, que todavía pilota el sitio web como mago tecnológico oficial. Ojalá se sumen muchos lectores nuevos: paso mucho tiempo parloteando en ese foro, y me agradaría conoceros.