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El primer contacto

Ari Kalu se sentó de espaldas al comedor del albergue y de cara a la eternidad del paisaje siempre cambiante de la montaña. Puso una silla a su lado. Esperaba que Adrián Ripoll contactara con él mientras daba lectura a su texto:

Adrián Ripoll, AR, AR, en mis plegarias también te llamaré así, por tus iniciales… Noble hijo, escucha. AR, AR, ¡escucha, presta atención!

Budas y bodhisattvas que residís en las diez direcciones, vosotros, depositarios de la gran compasión y la sabiduría trascendental, sois el refugio de todos los seres. Os lo suplico, por compasión, venid a este lugar. Oh, compasivos, ahora Adrián Ripoll, AR, y todos los demás que están saliendo del mundo hacia la otra orilla, dando el gran salto, parten compungidos al emprender el gran viaje, sin amigos, protección ni refugio, totalmente desasistidos. Adrián Ripoll será perseguido por la fuerza de su karma, avanzará a través de desiertos, será arrastrado por el gran océano y empujado hacia delante por los vientos del karma, será llevado allí donde no hay tierra firme. Os lo ruego, sed su refugio en la gran oscuridad del bardo. Sed sus protectores y aliados. Apartad de ellos el huracán del karma, protegedlo de los terrores de la muerte y liberadlo de los largos y estrechos pasajes del bardo.

El lama le había aconsejado que fuera insistente y, sobre todo, que le hablase con fuerza y determinación. Tenía que atraer su atención.

Oh, Noble hijo, AR, ¡presta atención! No dejes que tu mente se distraiga. La atención es la fortaleza de tu espíritu, será tu guía por el bardo. Sin atención podrías quedar vagando indefinidamente por los reinos intermedios… ¡Toma refugio, toma refugio en Buda, en el Dharma y en la shanga hasta la visualización de la clara luz! AR, AR, Noble hijo, te lo ruego, sírvete de la atención como soporte.

En la silla contigua a la de Ari Kalu fue apareciendo, primero tenuemente y luego con más intensidad, la imagen del cuerpo mental de Adrián Ripoll. Su aspecto era desaseado y confuso, como el de quien no oye o no entiende bien las palabras.

El cuerpo mental de Adrián Ripoll empezó a hablar para sí:

—¿Noble hijo? ¿AR? ¿Presta atención? ¿Clara luz? ¿Por qué me hablas así, con ese tono tan raro? ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Qué me estás queriendo decir? Amigo, amigoooo… Esto es muy raro… Me siento cansado y no hago más que ver todo a mi alrededor de colores diferentes, primero fue el amarillo… luego el rojo… ¿Es que alguien me ha drogado? Creo que he soñado que estaba en mi casa y que ni mi mujer ni mi hija me veían. Qué angustia… qué terrible pesadilla… yo intentaba contactar con ellas y era como si me ignoraran… recogían mis cosas del armario… las doblaban y las metían en cajas… Se sentaban a la mesa y empezaban a comer sin ponerme mi plato… ¡Dios! ¿Qué está pasando? Y de repente… el único tipo que me habla es este chalado…

Ari Kalu continuaba su plegaria ajeno a la presencia corpórea de Adrián Ripoll:

¡AR, AR, Noble hijo! ¡Presta atención! Reconoce la luminosidad de la clara luz… Te lo ruego, AR, ¡penetra en esa claridad!, ¡AR, AR Noble hijo! ¡Date cuenta de que estás en el proceso de los estados intermedios, aquellos en los que te introduces después de la muerte!

Adrián Ripoll se sobresaltó al oír aquello:

—¿Que qué? ¿Que yo estoy muerto?

Ari Kalu lo visualizó en ese momento.

Adrián Ripoll se dirigió con enfado a Ari Kalu:

—¿Qué tontería acabas de decir? ¿Quién diantres eres tú?

Ari Kalu, que hasta ese momento no había percibido la presencia del espíritu de Adrián, se sobresaltó, y de su garganta salió, sin quererlo, un grito ahogado.

—¡Ahhh! ¡Qué susto me has dado! ¡Estás aquí! —Luego siguió con alivio—: Menos mal, AR, que me has escuchado… tenemos poco tiempo… Hay que concentrarse en lo que hemos de hacer… ya han pasado cuatro días desde la muerte de tu cuerpo físico… Cuanto más tardes en descubrir la clara luz… menos oportunidades habrá… El peligro será mayor para ti y tendrás que atravesar los pasadizos oscuros y dolorosos del bardo…

Adrián Ripoll, incrédulo, se dirigió al monje:

—¿Me estás queriendo decir que estoy muerto? ¿Muerto de verdad? Pero ¿cómo? ¿Por qué? ¿Cuándo ha sido?

Ari Kalu respondió entonces con más firmeza:

—Sí, Adrián Ripoll, reconócelo… Desde que has iniciado el proceso de la muerte, hace ya cuatro días… te has sentido pesado, cansado, como si tus pies se disolvieran en la tierra… ¿No es así? Luego quizás hayas percibido que tu mirada se tornaba turbia y el entorno tomaba una luz amarilla… Es posible que después lo hayas notado todo rojo al mismo tiempo que te sentías arder por dentro. ¿Reconoces, AR, alguna de las sensaciones que te estoy relatando? Si has intentado volver a casa, habrás notado que tu mujer y tu hija no te ven. Ellas están apenadas porque has muerto, AR, pero no te pueden percibir.

Una mueca de terror descompuso el rostro de Adrián mientras su figura se desvanecía bruscamente en el espacio.