Pierre intentó ignorar la mirada de Avi Meyer. Habían pasado veintiséis meses desde la última vez que se vieron, y aunque Pierre le había explicado su condición por teléfono, su corea fue una sorpresa para Avi.
Despacio, con mucho cuidado, Pierre puso dos placas de radiografías en el panel luminoso del laboratorio, intentando hacer que sus lados coincidiesen. Se sentó en un taburete e hizo un gesto a Avi para que las mirase.
—¿Qué es lo que ve?
Avi se encogió de hombros, sin saber qué esperaba Pierre que dijera.
—¿Un grupo de líneas negras?
—Exacto… casi como una versión borrosa de los códigos de barras de los supermercados. Pero estos códigos de barras —señaló una de las placas con un dedo tembloroso— son huellas de ADN de dos personas distintas.
—¿De quién?
—Enseguida llegaremos a eso. Verá que los códigos son bastante distintos, ¿no?
Avi movió su cabeza de bulldog.
—Aquí, por ejemplo, hay una línea gruesa, pero en el mismo punto de la otra placa no hay otra igual, ¿cierto?
Avi asintió de nuevo.
—Pero algunas de las líneas son iguales. Aquí hay una línea fina y… ¡mire! la otra persona tiene una igual en el mismo sitio.
—Ya lo veo. —La voz de Avi sonaba impaciente.
—Ahora, compare las dos huellas, y dígame en qué proporción cree que coinciden.
—No veo qué…
—Hágalo, ¿quiere?
Avi suspiró resignado y entornó los pequeños ojos hacia las placas.
—No sé… Un veinte o treinta por ciento.
—Alrededor de una cuarta parte, en otras palabras.
—Eso me parece.
—Un cuarto. Bien. Usted debe saber algo de genética, como todo el mundo. ¿Cuánto ADN recibe usted de sus padres?
—Todo.
Pierre sonrió.
—No me refería a eso. ¿Qué proporción recibe de su padre y de su madre?
—Ah, mitad y mitad. ¿No?
—Exacto. Todo el ADN de un ser humano procede la mitad de su padre y la mitad de su madre. Ahora, dígame: ¿tiene usted un hermano?
—Sí.
—De acuerdo. Entonces, si usted tiene la mitad del ADN de su madre, también la tiene su hermano, ¿verdad?
—Claro.
—¿Pero es la misma mitad?
Avi se pasó la mano por el rastrojo de su cara.
—¿Qué quiere decir?
—¿El ADN que recibió usted de su madre es el mismo que recibió su hermano?
—No sé… supongo que si recibí una selección al azar de los genes de mi madre, y Barry también, algunos de ellos coincidirían. ¿Un cincuenta por ciento?
—Eso es —dijo Pierre. No estaba asintiendo deliberadamente, pero las sacudidas de su cabeza causaban esa impresión—. Una media del cincuenta por ciento. Así que, si ponemos juntas su huella de ADN y la de su hermano, ¿qué podemos esperar?
—Mmm… ¿la mitad de mis barras en el mismo sitio que la mitad de las suyas?
—¡Exactamente! ¿Pero qué tenemos aquí? —preguntó señalando el panel iluminado.
—Una coincidencia del veinticinco por ciento.
—Así que es improbable que estas personas sean hermanos.
Avi asintió.
—Pero de todas formas, parecen parientes, ¿no?
—Supongo.
—De acuerdo. Leí una cosa cuando empecé con este asunto que se me ha quedado grabada. En su solicitud de la condición de refugiado, John Demjanjuk dijo que el nombre de soltera de su madre era Marchenko.
—Sí, pero estaba equivocado. Su apellido de soltera era Tabachuk. Demjanjuk dijo que no lo recordaba, así que dio un apellido ucraniano corriente.
—Eso siempre me ha sonado raro. Yo sé cuál era el nombre de soltera de mi madre, Ménard… y el de su madre, Bergeron. ¿Cómo puede alguien no acordarse del apellido de soltera de su propia madre? Al fin y al cabo, Demjanjuk rellenó aquel formulario en los años 40, cuando tenía veintitantos años. No era un anciano cuya memoria estuviese flaqueando.
Avi se encogió de hombros.
—¿Quién sabe? Lo que está claro es que no lo recordaba.
—Oh, yo creo que lo recordaba muy bien… pero que no entendió la pregunta.
—¿Qué?
—No entendió la pregunta. Dígame: ¿qué significa el término «apellido de soltera»?
Avi frunció el ceño, irritado.
—El nombre de nacimiento de una mujer.
—Eso es. Pero supongamos que Demjanjuk, quien, de acuerdo con los artículos que leí, no pasó del cuarto año de colegio, supongamos que pensó que significaba el nombre de su madre antes de casarse con su padre.
—Es lo mismo.
—No necesariamente. Sólo sería lo mismo si su madre no hubiese estado casada antes.
—Pero… oh, mierda. Mierda, mierda, mierda.
—¿Lo ve? ¿Cuál era el nombre de pila de la madre de Demjanjuk?
—Olga. Murió en 1970.
—Si nació como Olga Tabachuk, pero se había casado y después divorciado de un hombre llamado Marchenko antes de casarse con el padre de John Demjanjuk…
—… Nikolai Demjanjuk…
—… cuando le preguntaron el apellido de soltera de su madre, John Demjanjuk pudo haberlo entendido como su apellido anterior, y por eso contestó «Marchenko». Y si Olga tuvo un hijo llamado Ivan en 1911 con Marchenko, y otro también llamado Ivan 9 años después con Nikolai Demjanjuk, entonces…
—¡Entonces Ivan Marchenko e Ivan Demjanjuk serían medio hermanos!
—¡Exacto! Medio hermanos, teniendo aproximadamente el veinticinco por ciento de su ADN en común. De hecho, incluso tiene sentido que los dos sean calvos. El gen de la calvicie masculina se hereda de la madre; reside en el cromosoma X. Y eso explicaría por qué se parecen tanto, y por qué tantos testigos se confundieron.
—Pero… espere, espere. Eso no encaja. Nikolai y Olga Tabachuk se casaron el 24 de enero de 1910, e Ivan Marchenko nació más tarde, el 2 de marzo de 1911. Eso significa que fue concebido en el verano de 1910, después de que Olga pasase a llamarse Demjanjuk.
Pierre frunció el ceño por un momento, pero pensando en su propia madre y Henry Spade, no tardó en dar con la respuesta.
—¡Un triángulo!
—¿Qué?
—Un triángulo, ¿no lo ve? Piense en el matrimonio del propio John Demjanjuk en 1947. Recuerdo haber leído que estuvo tonteando con la esposa de otro hombre mientras el marido estaba lejos. —Pierre hizo una pausa—. Ya sabe que a veces resumimos el credo de los genetistas como «de tal padre, tal hijo»… pero «de tal madre, tal hijo» es igual de válido para muchas cosas. Mi mujer es psicóloga del comportamiento y no le gusta admitirlo, pero ciertos tipos de infidelidad se transmiten en las familias. Digamos que Olga Tabachuk se casó con Marchenko padre, se divorció de él, y se casó con Nikolai Demjanjuk.
—De acuerdo.
—Pero Nikolai deja su pueblo y se marcha a… ¿dónde nació Demjanjuk?
—Dub Macharenzi.
—Se marcha a Dub-lo que sea. Va allí en busca de trabajo o algo por el estilo, diciendo que volverá a por su mujer cuando se haya establecido. Bien, cuando el gato está lejos… Olga vuelve a acostarse con su ex marido, Marchenko. Queda embarazada y da a luz al hijo de Marchenko, un niño al que llaman Ivan. Pero entonces Nikolai envía un mensaje a su esposa para que se reúna con él en Dub como se llame. Olga abandona al bebé Ivan, dejándole con Marchenko padre. De hecho, aquí hay algo que le gustaría a mi esposa: a Ivan Marchenko le gustaba cortar los pezones a las mujeres. Podríamos considerarlo una venganza contra la madre que le abandonó.
Avi asintió lentamente.
—Tiene sentido. Si Olga abandonó al bebé Ivan Marchenko, y si su segundo marido, Nikolai Demjanjuk, no llegó a enterarse de lo ocurrido, eso podría explicar por qué el hijo que tuvo con Demjanjuk se llamaba también Ivan… le puso el mismo nombre para no ser descubierta si alguna vez llamaba sin querer a su hijo legítimo por el nombre del bastardo. —Avi contempló el panel—. Supongo que una de estas placas procede de la muestra de tejido de John Demjanjuk que le envié, ¿no?
—La de la izquierda, para ser exactos.
—Y la otra… ¿Abraham Danielson?
—Efectivamente.
—¿Cómo consiguió la muestra?
—Hice que me construyeran un aparatito. —Pierre se levantó poco a poco del taburete, agarrándose al borde para mantener el equilibrio. Después fue hasta un estante y cogió un pequeño objeto. Volvió junto a Avi y extendió la mano para que pudiera ver lo que tenía. Pero era imposible verlo bien a causa del temblor; Avi alargó la mano y lo cogió. Era como una pequeña chincheta color carne, con una punta muy corta y fina.
—Lo llamo «zumbador de broma» —dijo Pierre sentándose de nuevo—. Se pega a la palma de la mano con una gotita de pegamento de cianocrilato, y al estrecharle la mano a alguien, toma una muestra de células de la piel. La presión de la mano basta para disimular el diminuto pinchazo. —Levantó la mano—. No todo el mérito es mío, saqué la idea de un bolígrafo especial que usa Seguros Cóndor; parecía justicia poética usar un instrumento parecido. Un periodista que conozco, el mismo que tomó la foto de Danielson que le envié, lo llevó a una entrevista con Danielson y le estrechó la mano.
Avi asintió, impresionado.
—¿Puedo quedarme con una copia de estas placas?
—Claro ¿Para qué?
—Cuando hayamos terminado, quiero mandárselas al abogado de Demjanjuk en Cleveland. Quizá le ayuden a recuperar su ciudadanía. —Miró a Pierre y se encogió de hombros—. Es lo mínimo que puedo hacer.
—Entonces, ¿cómo estamos ahora?
—Tenemos dos identificaciones de testigos, ambas positivas. Pero los testigos son viejos, y uno de ellos es legalmente ciego. Me gustaría tener más. De todas formas, esto de los medio hermanos rehabilita hasta cierto punto las identificaciones erróneas de Demjanjuk.
—Entonces, ¿tenemos suficiente para actuar?
Avi suspiró.
—No lo sé. Danielson ni siquiera era sospechoso de ser un nazi. Ha hecho un buen trabajo ocultando sus huellas.
—Sin duda habrá podido pagar a la gente a lo largo de los años… haciendo que desapareciese cualquier archivo molesto.
—Muy probable. Los israelíes van a tomárselo con mucho cuidado, después de lo que pasó la última vez.
—¿Qué más necesita para el caso?
—¿En el mejor de los mundos posibles? Una confesión.
Pierre frunció el ceño. Por supuesto, Molly podría confirmar la culpa de Danielson con mucha facilidad, pero Pierre no quería que tuviese que testificar.
—Podría reunirme con él llevando un micrófono.
—¿Qué le hace pensar que le recibiría? —El tono de Avi era un tanto desdeñoso, como si dijese «¿Qué le hace pensar que recibiría a alguien en su estado?».
Pierre rechinó sus dientes.
—Ya se nos ocurrirá algo.
—Y aunque acepte recibirle, ¿por qué cree que confesará?
—No hace falta que confiese, basta con que diga algo lo bastante incriminatorio como para justificar su arresto. Entonces podrán interrogarle bien.
—Supongo. Exigiría algo de papeleo…
—Adelante, hágalo.
—No sé, Pierre. Usted es un civil, y…
—Soy un voluntario. ¿Acaso quiere que ese bastardo quede libre?
Avi lo pensó.
—De acuerdo —dijo al fin—. Probemos.