CAPÍTULO 27

Burian Klimus se sentó en el salón de Pierre y Molly. No parecía caerle bien a Amanda, pero tampoco hizo ningún intento de sostenerla o decirle cosas. Aquello molestó a Pierre: al fin y al cabo, el viejo había querido ver a la niña. Pero en vez de jugar con ella, se limitó a seguir preguntando cosas sobre sus hábitos de alimentación y sueño, mientras (para sorpresa de Pierre) tomaba notas en cirílico en un cuadernito de bolsillo.

Por fin llegó la hora de la cena. Habían acordado que, aunque le tocaba cocinar a Pierre, probablemente la velada saldría mejor con algo más elaborado que perritos calientes o platos precocinados. Molly preparó pollo a la Kiev (Klimus era ucraniano, después de todo), patatas al gratén y coles de Bruselas. Pierre abrió una botella de liebfraumilch como acompañamiento, y los tres adultos se sentaron a la mesa, dejando a Amanda, a la que Molly ya había dado el pecho, dormitando en su cuna.

Pierre probó todo tipo de temas adecuados para una conversación, pero Klimus no seguía ninguno de ellos, así que acabó preguntándole en qué trabajaba ahora.

—Bueno, ya sabe que últimamente paso mucho tiempo en el Instituto de los Orígenes Humanos —el IOH también estaba en Berkeley; su director era Donald Johanson, descubridor de la famosa Australopithecus afarensis conocida como Lucy—. Espero hacer progresos con el ADN de la Triste Hannah para resolver la cuestión de la procedencia de África.

—Gran película* —dijo Molly en tono ligero, intentando evitar que la conversación girase en torno al trabajo—. Meryl Streep lo hacía muy bien.

Klimus enarcó una ceja.

—Sé que Pierre está al tanto del asunto de Hannah. Pero ¿y usted, Molly?

Ella meneó la cabeza. Klimus le habló de su logro al extraer ADN intacto de los huesos de la Neanderthal de Israel, y después hizo una pausa para reconfortarse con otro sorbo de vino. Pierre se levantó para abrir una segunda botella.

—Bien —explicó Klimus. Hay dos modelos enfrentados por el origen de los humanos modernos. Uno es el que conocemos como la procedencia de África; el otro es la hipótesis multiregional. Ambas coinciden en que el Homo erectus empezó a extenderse de África a Eurasia hace 1,8 millones de años: el hombre de Java, el de Pekín, el de Heidelberg, son todos especímenes de erectus. Pero la hipótesis de la procedencia de África dice que el hombre moderno, el Homo sapiens, que puede o no incluir a los Neanderthal como subgrupo, evolucionó en el este de África, pero no se extendió hasta una segunda migración hace cien o doscientos mil años. Los defensores de esta teoría dicen que cuando esta segunda oleada se encontró con grupos erectus en Asia y Europa, los derrotó, dejando al Homo sapiens como la única especie existente de la humanidad.

Hizo una pausa el tiempo suficiente para que Pierre le sirviese otro vaso de vino.

—La hipótesis multiregional es bastante distinta: dice que todos esos grupos erectus evolucionaron, llegando independientemente al hombre moderno. Eso explicaría la presencia simultánea del Homo sapiens en fósiles de toda Eurasia.

—Pero —dijo Molly, intrigada a su pesar— si tienes poblaciones aisladas, acabarás con especies distintas evolucionando en cada lugar, como en las Islas Galápagos. —Se levantó para empezar a fregar los cacharros.

Klimus le dio su plato.

—Los partidarios de esta idea dicen que hubo numerosos cruces entre las diversas poblaciones, posibilitando así un desarrollo similar.

—¿Cruces desde Francia hasta Indonesia? —preguntó Molly, desapareciendo en la cocina por un momento—. Y yo que creí que mi hermana se lo montaba bien…

Pierre se rio, pero Molly meneaba la cabeza al volver.

—No sé. Esa teoría multiregional me suena más a ejercicio de corrección política que a verdadera ciencia… un intento de evitar la cuestión quién-evolucionó-primero y decir «eh, todos lo hicimos juntos».

Klimus asintió.

—Por lo general, estaría de acuerdo. Pero hay excelentes secuencias de cráneos todo el camino desde el Homo erectus pasando por el de Neanderthal hasta llegar a humanos modernos en Java y China. Parece que hubo una evolución independiente hacia el Homo sapiens al menos en esas ocasiones, y probablemente también en otras partes.

—Pero eso es evolutivamente absurdo —dijo Molly—. El modelo clásico de evolución dice que, a través de la mutación, un individuo adquiere una ventaja para la supervivencia, y que sus descendientes, gracias a esa ventaja, se imponen a todos los demás y acaban creando una nueva especie.

Pierre se levantó para ayudar a Molly a servir el postre, una mousse de chocolate que había hecho ella misma.

—Siempre he tenido un problema con ese método —dijo—. Pensemos en ello: significa que, en unas pocas generaciones, toda la población descenderá de ese afortunado mutante. Eso da como resultado una reserva genética muy reducida y tiende a concentrar los trastornos genéticos recesivos. —Le dio un cuenco de cristal a Klimus y volvió a sentarse—. Es como la Reina Victoria, que tenía el gen de la hemofilia: sus descendientes se mezclaron con las casas reales de Europa, devastándolas. Suponer que poblaciones enteras descienden de un único padre cada vez que se da una ventaja a causa de una mutación haría la vida extraordinariamente precaria. Si el mutante no muriese por accidente, él y los suyos lo harían posiblemente a causa de las enfermedades genéticas. —Probó la mousse y asintió, impresionado—. Pero si la evolución pudiese, de alguna forma, ocurrir simultáneamente en poblaciones dispersas, como sugiere la hipótesis multiregional… Bueno, supongo que eso evitaría el problema. No se me ocurre ningún mecanismo que lo permitiese, aunque…

Amanda empezó a llorar. Pierre se levantó de inmediato y corrió hacia ella, abrazándola contra su hombro y meciéndola suavemente.

—Ea, ea, cariño. Ya está, no llores —sonrió a Klimus, al volver al comedor—. Lo siento.

—No pasa nada, no pasa nada —Klimus sacó su cuaderno y apuntó algo.