Pierre llamó a Tiffany Feng y le dijo que cursase su solicitud. La compañía podía haber puesto objeciones al informal análisis si los resultados hubiesen sido negativos, pero no había ventaja concebible en fingir un resultado positivo. Tiffany dijo que la declaración de Pierre en papel oficial del Centro Genoma Humano, escriturada por el archivista del campus, sería prueba suficiente.
Pierre volvió a pasar las noches en la Biblioteca Doe. De vez en cuando alzaba la vista, mirando a su alrededor en busca de una cara familiar.
Ella nunca aparecía.
Pasó cada una de esas noches leyendo y buscando más información sobre el ADN basura. Ahora, más que nunca, sabía que corría contra el tiempo. Ya era siete años mayor que James D. Watson cuando éste hizo su gran descubrimiento, y sólo dos años menor que cuando recibió el premio Nobel.
El fuerte tictac de un reloj de pared encima de la silla de Pierre le hizo irse a otra mesa.
Había empezado con el material más reciente e iba retrocediendo. Una referencia en el índice de una revista atrajo su atención. «Otro tipo de herencia».
Otro tipo de herencia…
¿Podría ser?
Pidió a Pablo que le buscara el Scientific American de junio de 1989.
Allí estaba… exactamente lo que buscaba. Otro nivel completamente distinto de información potencialmente codificada en el ADN, y un sistema plausible para la herencia fiable de esa información de una generación a otra.
El código genético consistía en cuatro letras: A, C, G y T. La C era la citosina, y la fórmula química de la citosina era C4H5N3O: cuatro carbonos, cinco hidrógenos, tres nitrógenos y un oxígeno.
Pero no toda la citosina era igual. Desde hacía tiempo se sabía que uno de esos cinco hidrógenos podía ser sustituido por un grupo metilo, CH3, un átomo de carbono unido a tres de hidrógeno. Lógicamente, el proceso se llamaba metilación de la citosina.
Así, al escribir una fórmula genética, por ejemplo el CAG repetido en los genes enfermos de Pierre, la C podía ser citosina normal o estar en la forma metilada, llamada 5-metilcitosina. Los genetistas no se preocupaban por cuál de las dos era, ya que resultaban en las mismas proteínas sintetizadas.
Pero en aquel artículo de Robin Holliday en el Scientific American se describía un hallazgo intrigante: casi siempre que la citosina sufre una metilación, la base siguiente en la cadena de ADN es guanina: un doblete CG.
Pero C y G unidas a un lado de una cadena de ADN significa que debe haber una G y una C en la cadena opuesta. Después de todo, la citosina siempre se une con la guanina, y la guanina con la citosina.
En su artículo, Holliday proponía una enzima hipotética a la que llamaba «metilasa de mantenimiento». Esa enzima uniría un grupo metilo a una citosina adyacente a una guanina si y sólo si el doblete correspondiente del otro lado estaba ya metilado.
Todo era hipotético. La metilasa de mantenimiento podía no existir.
Pero si existía…
Pierre miró el reloj: era casi la hora de cerrar. Hizo una fotocopia del artículo, devolvió la revista a Pablo y se fue a casa.
Esa noche soñó con Estocolmo.
—Buenos días, Shari —dijo Pierre, al entrar en el laboratorio.
Shari llevaba una blusa beige bajo un traje de dos piezas color vino. Se había cortado el pelo oscuro hacía poco y ahora lo llevaba elegantemente corto, con raya a la izquierda, y curvándose hacia la base del cuello. Como Pierre, se estaba enterrando en el trabajo, en un intento de superar la pérdida de Howard.
—¿Qué es esto? —dijo sosteniendo una placa de rayos X que había encontrado mientras ordenaba todo. El laboratorio hubiese sido una pocilga de no ser por las periódicas limpiezas de Shari.
Pierre miró el pedazo de película e intentó sonar despreocupado.
—Nada. Sólo basura.
—Quien sea, tiene la enfermedad de Huntington.
—Sólo es una placa vieja.
—Es tuya, ¿no?
Pierre pensó en seguir mintiendo, pero se encogió de hombros.
—Creí que la había tirado.
—Lo siento, Pierre. Lo siento mucho.
—No se lo digas a nadie.
—No, claro no. ¿Desde cuándo lo sabes?
—Hace unas semanas.
—¿Cómo se lo ha tomado Molly?
—Hemos… hemos terminado.
Shari metió la placa en un cubo de basura Rubbermaid.
—Oh.
Pierre se encogió de hombros.
Se miraron uno a otro por un momento. La mente de Pierre hizo lo que él suponía que hacían todas las mentes masculinas en momentos así. Pensó un instante en Shari y él, en las posibilidades existentes. Los dos tenían genes enfermos. Él tenía treinta y dos años y ella veintiséis: no era una diferencia ultrajante. Pero… pero había otras distancias entre ellos. Y él no vio en su cara ninguna indicación, ninguna sugerencia, ningún ánimo. La idea no se le había ocurrido.
Algunas distancias no son fáciles de cubrir.
—No pensemos en ello. Tengo algunos datos que quiero enseñarte. Algo que encontré anoche en la biblioteca.
Shari pareció querer seguir con el tema de su enfermedad, pero asintió y tomó asiento en un taburete.
Pierre le habló del artículo en el Scientific American; de las dos formas de citosina, la normal y la variante 5-metilcitosina; y de la enzima hipotética que podía transformar a la una en la otra, pero sólo si la citosina en el doblete CG del lado opuesto ya estaba metilado.
—Hipotéticamente —remarcó Shari—. Si es que existe.
—De acuerdo, de acuerdo. Pero supón que lo hace. ¿Qué pasa cuando se reproduce el ADN? Por supuesto, la escalera se abre por el centro, formando dos hebras. Una contiene todos los componentes izquierdos de los pares, quizá algo así…
Escribió en la pizarra que cubría casi toda una pared:
Lado izquierdo: T-C-A-C-G-T
—¿Ves ese doblete CG? Muy bien, digamos que su citosina es metilada. —Repasó las letras con su tiza:
Lado izquierdo: T-C-A-C-G-T
—Ahora, en la reproducción del ADN, nucleótidos libres encajan en los lugares apropiados de cada hebra, de forma que el lado derecho acabará pareciéndose a esto… —su tiza voló por la pizarra, escribiendo la secuencia complementaria:
Lado izquierdo: T-C-A-C-G-T
Lado derecho: A-G-T-G-C-A
—¿Vea? Justo en el lado opuesto del par zurdo CG está el par diestro GC. —Hizo una pausa, esperando a que Shari asintiese—. Ahora llega la metilasa de mantenimiento y ve que no hay paridad entre los dos lados, así que agrega un grupo de metilo a la derecha. —Repasó otras dos letras de la pizarra.
Lado izquierdo: T-C-A-C-G-T
Lado derecho: A-G-T-G-C-A
—Al mismo tiempo, la otra mitad de la hebra original se llena con nucleótidos libres flotantes. Pero la metilasa de mantenimiento hace la misma cosa, reproduciendo la metilación de la citosina en ambos lados, si originalmente estaba presente en uno de ellos.
Pierre palmeó para quitarse el polvo de tiza.
—¡Voilá! Postulando esa enzima, acabas con un mecanismo que preserva el estado de la metilación de la citosina de una generación celular a la siguiente.
—Y piensa en nuestro trabajo con los sinónimos. —Hizo un gesto en dirección a la tabla del código genético.
—¿Sí?
—Hay un posible nivel adicional de codificación oculto en el ADN, si la elección de sinónimo es significativa. Ahora tenemos un posible tipo segundo de código adicional en el ADN: el código de si la citosina está metilada o no. Apuesto a que uno o ambos de esos códigos adicionales es la clave del propósito de lo que llamamos el ADN basura.
—¿Y qué hacemos ahora?
—Bien, como se supone que dijo Einstein, «Dios es sutil, pero no malicioso». —Sonrió a Shari—. No importa lo complejos que sean los códigos, deberíamos poder descifrarlos.
Pierre se fue a casa. Su apartamento parecía inmenso. Se sentó en el sofá del salón, tirando ociosamente de un hilo naranja que salía de uno de los cojines.
Él y Shari estaban haciendo progresos. Estaban cerca de algo, lo sabía.
Pero no se sentía feliz. No estaba entusiasmado.
Dios, qué idiota soy.
Vio el programa de Letterman, y el de Conan O'Brien.
No se rio.
Empezó a prepararse para dormir, dejando sus calcetines y ropa interior tirados en el suelo… ya no había razón para no hacerlo.
Había vuelto a leer a Camus. Su grueso ejemplar de las Obras completas estaba abierto boca abajo sobre uno de los cojines verde y naranja. Camus, que había ganado el premio Nobel de Literatura en 1957; Camus, que hablaba de lo absurdo de la condición humana. «No quiero ser un genio,» había dicho. «Ya tengo bastantes problemas intentando ser un hombre».
Pierre se sentó y exhaló en la oscuridad. Lo absurdo de la condición humana. Su total absurdo. Lo absurdo de ser un hombre.
Bertrand Russell pasó también por su mente… otro laureado con el Nobel, en 1950.
«Temer al amor es temer a la vida. Y quien teme a la vida ya está muerto en tres partes».
Muerto en tres partes… bastante exacto para un enfermo de Huntington de treinta y dos años.
Pierre se arrastró a la cama, quedándose en una posición fetal.
Apenas durmió… pero cuando lo hizo no soñó con Estocolmo, sino con Molly.