Quien me conoce sabe que soy verdaderamente obsesiva con los nombres que doy a mis personajes. Necesito que tengan un significado. En esta historia, esa obsesión es todavía más pronunciada. No solo exigía que tuvieran un significado acorde a lo que quería que los personajes trasmitieran, sino que era preciso que pudieran relacionarse fonéticamente con los actores de esta novela y el lugar del que procedían. Además, los de las dríades requerían cierta musicalidad y, en el caso de los meses del año, cierto significado.
Aisling: sueño, visión (gaélico o irlandés)
Fiàin: salvaje (irlandés)
Gard: guardia (galés)
Iníon da faroise: hija del bosque (irlandés)
Iobairt: sacrificar (irlandés)
Iolar: águila (irlandés)
Kier: pequeño oscuro (gaélico)
Máthair Mór: gran madre (irlandés)
Milis y Grá: dulce y amor (irlandés)
Con respecto a los meses, tras mucho pensar opté por el calendario celta, en el que cada mes está representado por un árbol. Aunque este calendario consta de trece meses, a mí solo me hacían falta cuatro, por tanto desarrollé mi historia basándome en la simbología de esos cuatro meses. Debo reconocer que me tomé la licencia de extrapolar esos nombres a los meses exactos que a mí me cuadraban (los meses celtas no se corresponden en días con los nuestros).
Uath (mayo): espino. Simboliza la purificación y la castidad forzosa.
Duir (junio): roble. Simboliza la solidez, la fuerza y la longevidad.
Tinne (julio): acebo. Simboliza la superación en la lucha.
Coll (agosto): avellano. Simboliza el conocimiento.
Y por último y no menos importante, a lo largo de las páginas de este libro, podréis comprobar que las dríades que he imaginado no se parecen en su origen ni en su personalidad a las que describe la mitología griega. Esto tiene un motivo muy simple: mi desquiciada imaginación es incapaz de seguir ninguna norma, ni siquiera aquellas que dictaron los griegos hace tantos, tantos años.