Hay tantas personas a las que quiero agradecer su cariño, su aliento, su buen rollo que me resulta muy complicado nombrarlas una por una.
Gracias a tod@s mis chic@s de Internet (autor@s, lector@s, forer@s, facebooker@s, bloguer@s) por vuestro apoyo y, especialmente, por sacarme de la monotonía en la que a veces me sumerjo, haciéndome reír como una loca con vuestras ocurrencias.
Gracias a Pilar Aldegunde, Nuria Casas y Loli Díaz por escuchar sin parpadear mis aburridos monólogos y luego decirme exactamente lo que pensáis de mis estupideces. Sinceramente, no sé qué sería de mí sin vosotras.
Gracias a Isabel Morcillo Ruiz por crear el mapa más bonito que nadie jamás podrá hacer del Reino del Verdugo, ¡eres una grandísima dibujante! Y gracias también a Ana R. Vivo y Chus Nevado por ser unas conspiradoras natas y hacer del mapa una realidad.
Y, por último, gracias sobre todo a una persona que se ha convertido en un pilar para mí.
A veces, la pereza me vence, me dejo llevar por la desidia y digo: «Ya escribiré mañana». Es en esos momentos cuando por arte de magia, o tal vez por lo mucho que mi amiga me conoce, suena el teléfono. Y al otro lado del auricular escucho su voz, una voz que muchas veces ni siquiera me saluda, que simplemente me dice en tono imperioso: «¿Estás escribiendo?».
Y si se me ocurre contestar «No», esa persona del otro lado de la línea exclama: «¡Escribe!».
Y eso es lo que hago, enciendo el ordenador y comienzo a escribir.
Gracias, Merche Diolch. Por tus ánimos, por tus «órdenes», por tu ímpetu imparable. Por todo.