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—Empezamos pronto, ¿eh? —comenta el camarero mientras desliza un chupito por la barra que va a parar a mi mano.

—Si el bar está abierto y atendéis a los que entran, no es demasiado pronto.

Ya son las tres de la tarde. Esta mañana dejé sola a Camryn temprano, bastante antes de las ocho. Resulta algo extraño que hayamos estado juntos todo este tiempo durante el viaje y que a ninguno de los dos se le haya ocurrido, o haya querido, hablar de darnos el número de teléfono. Supongo que no era muy importante, puesto que siempre estábamos juntos. Estoy seguro de que a estas alturas ya no se pregunta si voy a volver, quizá quisiera tener mi teléfono para saber si estoy bien: la pantalla está rota, pero el móvil todavía funciona. Y eso que empiezo a desear que no fuera así, porque Asher y mi madre ya me han llamado un montón de veces.

Tengo intención de volver al hotel, pero he decidido que será sólo para coger la guitarra de Aidan de la habitación y dejarle a Camryn un billete de avión sobre la cama. La habitación está pagada dos días más, así que estará bien. También le dejaré dinero para que vaya al aeropuerto en taxi. Es lo menos que puedo hacer. Fui yo quien la metió en esta mierda conmigo, así que seré yo quien se asegure de que tiene pagada la vuelta a casa y de que esta vez no vaya en autobús.

Hoy acaba todo.

No debería haber dejado que llegara tan lejos, pero me dejé engañar y cegar por lo que siento por ella, algo prohibido y doloroso. No obstante, creo que estará bien; no nos hemos acostado y ninguno ha pronunciado esas dos palabras condenatorias que sin duda alguna complicarían más las cosas, así que, sí…, creo que estará perfectamente.

Al fin y al cabo, no llegó a entregarse a mí. Básicamente le puse la opción sobre la mesa: «Si te follara, tendrías que dejar que fueras mía». Si no fue una invitación descarada, no sé lo que es. No muy romántica, pero es lo que es.

Pago el chupito y salgo del bar. Sólo necesitaba algo para quitarme las penas. Aunque para quitarme esta pena en concreto tendría que haberme bebido la maldita botella. Me meto las manos en los bolsillos y camino por Bourbon Street y Canal Street, y al final por calles cuyos nombres ni siquiera recuerdo mientras paso los letreros. Camino una eternidad, por todas partes, un poco como el esporádico viaje por carretera de Camryn y mío sin dirección ni objetivo. Ando, sin más.

Creo que no estoy intentando matar el tiempo para que se haga de noche y pueda escabullirme sin hacer ruido mientras ella duerme, sino que lo mato con la esperanza de cambiar de opinión. No quiero dejarla, pero sé que debo hacerlo.

Termino en el parque Woldenberg Riverfront sentado a la orilla del Mississippi, contemplando los barcos y el transbordador que va y viene de Algiers. Cae la noche. Y durante mucho tiempo mi única compañía es una estatua de Malcolm Woldenberg, hasta que se me acercan dos chicas, obviamente turistas, a juzgar por las camisetas de «I LOVE NOLA»[8].

La rubia me sonríe tímidamente mientras la de pelo castaño entra a matar.

—¿Sales esta noche?

Ladea la cabeza y me mira.

—Soy Leah, y ésta es Amy.

La rubia, «Amy», me sonríe de un modo que sé que no tendría más que pedirle que se lo hiciera conmigo y lo haría.

Muevo la cabeza intentando ser amable, pero sin decirles cómo me llamo.

—¿Entonces? ¿Sales esta noche o no? —pregunta la castaña al tiempo que se sienta a mi lado en el cemento.

Ya se me han olvidado sus nombres.

—No, la verdad es que no —contesto, y lo dejo ahí.

La rubia se me sienta al otro lado y dobla las piernas, de manera que los pantalones cortos se le suben por los muslos.

«A Camryn le sientan mejor esos pantalones».

Meneo la cabeza y sigo mirando el Mississippi.

—Deberías venirte con nosotras —asegura la de pelo castaño—. El d.b.a. estará muy animado esta noche, y pareces más aburrido que una ostra.

La miro de reojo: está muy buena, igual que la rubia, pero cuanto más habla, menos me pone. Sólo puedo pensar en Camryn. Esa chica me ha dado fuerte. Ya nada volverá a ser lo mismo.

Le miro las piernas a la de pelo castaño y después veo cómo se mueven sus labios cuando dice:

—Nos gustaría mucho que te vinieras con nosotras, será divertido.

Podría…, si me marcho con la intención de no volver a ver a Camryn, tal vez debiera irme con estas dos, coger una habitación en algún sitio y tirármelas a las dos. Estoy casi seguro de que, tal y como van las cosas, se lo montarían delante de mí. Conozco el percal, lo he hecho unas cuantas veces y siempre es lo mismo.

—No sé —contesto—. Estaba esperando a alguien.

No sé ni lo que digo ni por qué lo digo.

La castaña se inclina hacia adelante y me pone una mano en el muslo.

—Estarías mejor con nosotras —asegura en un susurro sensual que encierra las claras connotaciones de que es una chica que ha tenido bastantes líos de una noche.

Retiro su mano y me levanto, me meto de nuevo las manos en los bolsillos y me marcho. En cualquier otro momento quizá me dejara llevar, pero no hoy.

Sí, probablemente me haya dado demasiado fuerte y ya no tenga remedio. Debo salir de esta ciudad.

Mientras me alejo de las dos chicas sin decir palabra, oigo sus voces en el aire. Me importa una mierda lo que estén diciendo o que puedan sentirse rechazadas. Dentro de una hora se estarán tirando a otro tío y olvidarán que estuvieron hablando conmigo.

Ya es más de medianoche. Me he metido en un cibercafé y le he sacado un billete de avión a Carolina del Norte a Camryn, y después he parado en un cajero y he sacado dinero más que de sobra para que vaya en taxi al aeropuerto y para que coja otro taxi cuando llegue al aeropuerto de Carolina del Norte.

Ya en el vestíbulo de nuestro hotel, le pido al recepcionista un sobre, papel y algo para escribir, y me siento en un sofá allí mismo para dejarle una nota:

Camryn:

Siento haberme ido así, pero sé que no podría despedirme de ti cara a cara. Espero que te acuerdes de mí, pero si olvidarme resulta más fácil, lo entenderé.

Di siempre lo que pienses, Camryn Bennett, asegúrate de hacer lo que quieras en la vida, decir lo que sientas y no tener nunca miedo de ser tú misma. Que le den a lo que piensan los demás. Tu vida es tuya, no de ellos.

Lo de abajo es el código de la reserva del billete que te he sacado para que vuelvas a casa. Sólo tendrás que enseñar el carnet en el aeropuerto. El vuelo sale mañana por la mañana. El dinero es para el taxi.

Gracias por las dos mejores semanas de mi vida y por estar ahí cuando más te necesitaba.

Andrew Parrish

kyybpr

Leo la nota más de cinco veces hasta que estoy satisfecho con ella y finalmente la doblo y la meto en el sobre junto con el dinero.

Me dirijo hacia el ascensor. Un último obstáculo escapa sin que Camryn lo sepa. Espero que aún esté dormida. Por favor, que esté dormida. Puedo hacer esto si no la tengo que ver, pero si me ve… No. Debo poder hacerlo de cualquiera de las dos maneras.

Y lo haré.

Salgo del ascensor en nuestra planta y enfilo un largo pasillo vivamente iluminado, dejando atrás algunas habitaciones. Ver delante las nuestras hace que me ponga nervioso. Paso despacio, me preocupa que el ruido que hago al andar baste para que sepa que estoy aquí. De su puerta cuelga un letrero de «NO MOLESTAR», y no sé por qué verlo hace que el corazón me dé un vuelco. Puede que porque las únicas veces que he colgado esos letreros en la puerta de un hotel era cuando estaba dentro follando. La idea de que a Camryn se la folle otro tío…

Aprieto los dientes y paso por delante de la puerta. ¿Y ese pensamiento patético e irracional? Ni siquiera es mía y casi me dejo llevar por unos celos absurdos.

Cuanto antes salga de Nueva Orleans, mejor.

Deslizo la tarjeta en la puerta de mi habitación y entro. Está exactamente igual que la dejé: ropa tirada cerca de las bolsas y la guitarra de Aidan apoyada en la pared bajo el aplique. Voy por la habitación recogiéndolo todo y tengo un momento de gloria cuando me doy cuenta de que probablemente me hubiera dejado los cargadores en la pared si no los hubiese visto desde el ángulo adecuado al pasar. Los desenchufo y los meto en la bolsa junto con la ropa. Por último, entro de prisa al cuarto de baño para coger el cepillo de dientes.

Cuando salgo, Camryn está en la puerta.