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Al segundo día Zazzu se le acercó con una herida en la parte inferior de la espalda; se la había hecho mientras ayudaba a construir los baños. Al principio no le había dado importancia pero luego, por la noche, se había revolcado de dolor. Yaz pidió que lo acompañara a la salita donde ella y Biasi atendían. Le ordenó que se desvistiera. Cuando lo hizo comprobó que la herida estaba infectada. La limpió con alcohol. Notó marcas de color púrpura en torno a ella. Hematomas. Cuatro, uno al lado de otro. Le pidió que describiera lo que había ocurrido. Zazzu dudó, quiso irse pero Yaz insistió. Zazzu apoyó una mano en su frente, como si le doliera; contó que uno de sus brodis lo había golpeado con la punta del riflarpón. No había sido intencional. Yaz lo vendó y le regaló swits; le dijo que se podía retirar. Dudaba de que hubiera sido un accidente. La punta había entrado directamente; sospechaba premeditación, alevosía.

Apenas había oscurecido cuando Zazzu se dirigió al baño. Yaz, que estaba pendiente de él, lo siguió. Tres shanz ingresaron detrás de Zazzu. No pudo distinguir sus rostros, los jolis en torno al puesto creaban sombras protectoras que borraban los rasgos. Se preguntaba quiénes serían cuando escuchó gemidos lastimeros. Se acercó a la puerta del baño, gritó varias veces el nombre de Zazzu. Tres shanz salieron corriendo, riflarpones en mano. Ingresó al baño y encontró a Zazzu tirado junto a una de las letrinas. Estaba desnudo de la cintura para abajo. Yaz lo ayudó a incorporarse, dejó que se vistiera. Notó que tenía un diente roto.

Puedes interponer una denuncia, dijo. Usarme como testigo.

Zazzu se quedó callado. Su mirada era furtiva, recelosa, asustada.

Piénsalo, di. Mejor cortar en seco, los abusos pueden continuar.

Zazzu salió corriendo. Yaz se preguntó si debía contarle al comandante lo que había visto. Estaba segura de que uno de ellos era Gajani.

Al día siguiente por la tarde comenzaron los disparos de las fuerzas de Orlewen desde las montañas. Los shanz respondieron. El ritual de ataque y respuesta continuó durante los siguientes días, casi siempre a la misma hora. Amagos de pelea, porque el enfrentamiento duraba poco y Jiang no ordenaba ninguna maniobra para salir a buscar a quienes los atacaban. Una vez Yaz vio con los gogles a un grupo de insurgentes moviéndose entre las estribaciones montañosas, escuchó el silbido de los cohetes lanzados desde el puesto. Una estela de humo y el silencio. Chalmers gritó de júbilo a su lado, podía jurar que dos de esos fokin infelices habían explotado ante sus ojos.

Cada tanto aterrizaba el heliavión con provisiones, armamento e información. Llegaban informes preocupantes de Megara. Cundía un rumor entre los shanz: y si se habían equivocado, y si Orlewen no estaba en Malhado. Jiang desestimaba esos rumores y les pedía calma. Era normal el nerviosismo, la naturaleza aborrecía el silencio y por ahí se filtraban los fantasmas, no había que hacerles caso.

Por lo demás, las dos fuerzas esperaban el movimiento del otro. Creen que atacaremos la próxima hora, decía Colás. Nos pensamos lo mismo dellos. Si Orlewen estaba en Fonhal, le hemos dado tiempo pa q’escape.

Jiang respondió que al no atacar hacían como la anterior compañía. Confirmaban a Orlewen que no sabían que él estaba en Fonhal. Eso debía hacerle bajar la guardia.

Yaz creyó que los shanz estarían contentos ante la falta de acción, pero no era así. Los veía intranquilos. Jugaban torpemente entre ellos, se agarraban a los empujones en las duchas y se atacaban mientras dormían, colocando bolsas de dung en las camas de los desprevenidos, inmunes a los castigos de Jiang; se desesperaban cuando no funcionaba el Qï, y de sus bocas salían imprecaciones que deshonraban a los brodis, a los jefes, al Supremo, a la divinidad. Frases que relampagueaban en la atmósfera electrizada, arcaísmos, neologismos y un vocabulario que provenía de todas partes. Palabras que se atropellaban, que se unían y que costaba entender. Un fokin qomkuat. Un boxelder capaz de todaviizar todas las órdenes. Qué era un qomkuat. Podía entender todaviizar. Un fobbit perdido nel creepshow. Fobbit, esa palabra le gustaba. Se refería inicialmente a los oficiales que no salían nunca del Perímetro, porque ésas eran las órdenes o por cobardes, temerosos de volar por los cielos con una bomba, pero los shanz la usaban como un insulto entre ellos. Un fokin qomkuat fobbit, di. Un dung sacado dun creepshow ko. Ella se apoderaba de las palabras y veía formas de incorporarlas a su día-adía. No le salía tan natural como a ellos. Se burlaban cuando la oían lamiando. Doctora Torci, no son pa ti.

Venían en su busca para que los aprovisionara de swits, le pedían los más fuertes y ella hacía todo por complacerlos. Querían que les diera la inyección para la enfermedad del noejí pese a la ausencia de síntomas; la inyección era potente y golpeaba a los shanz con efectos psicotrópicos, pesadillas en las que los pacientes se veían convertidos en boxelders enormes/zhizus de bodi peludo/dushes de lenguas venenosas. Los swits no eran suficientes para distraerlos. Se cubrían con una sábana en la cama para el johnjohn, apenas no estaban mirando los oficiales se dedicaban al inout en las duchas. Hubo denuncias de violaciones, un centroamericano de ojos rasgados se hizo mala fama y se le advirtió que si seguía así Jiang se enteraría. Ella estaba pendiente de Zazzu y creía que no habían vuelto a abusar de él, aunque no podía estar segura. Vigilaba a Gajani y le sorprendía que con su aire tan inofensivo pudiera haber sido uno de los violadores. Molesta, una vez le negó swits.

Pobres, le dijo Jiang al ver su sorpresa. Vinieron en busca de aventura. Consiguieron lo que buscaban. Mas si no hay no saben qué hacer ko. Se han vuelto adictos. Dejarán de servir y lo único que querrán será volver a servir.

De que son adictos, lo son, dijo Yaz. A todo. Al Qï. A los swits.

Más complicado. Son adictos al enfrentamiento, a la batalla, a la guerra. Al creepshow. Los swits les permiten vivir cuando no hay nada deso.

Den usted es un adicto tu.

A mucha honra. Estoy siendo simplista, no es sólo eso. Adictos a la hermandad, a la fraternidad tu. Ponen sus vidas en manos de los demás, darían las dellos por esos brodis con quienes discuten de estupideces nau. Eso no lo volverán a encontrar nunca más a menos que sigan neste trabajo.

Adictos a lo mejor de nos nostá mal.

Yaz se contuvo de decirle lo que había visto en el baño. Quizás Jiang lo sabía y aun así era optimista. No se podía esperar mejor comportamiento de los shanz. Importaba que pese a todos los abusos en el momento del combate saliera a relucir su grandeza, no su mezquindad. De todos modos no podía, no debía quedarse callada.

Se lo diría, no ahora.

Jiang tenía arrugas en las mejillas y en torno a los ojos: uno de los pocos oficiales que no se habían sometido a cirugías. Un hombre que se debía a sus shanz. Serio, solemne, pero no intachable: se contaba que pidió que lo enviaran a Iris para eludir a acreedores de su pasión por los holojuegos. Un hombre en apariencia discreto que de pronto sorprendía con aventuras de sus días estacionado en Alba.

Trabajé nel mercado negro de memorias p’artificiales, contó una noche mientras comían. Hasta ahí bien, con los artificiales ningún problema, mas no faltó den al que se le ocurrió vender memorias a los humanos. Había clínicas ilegales do se realizaban las operaciones.

Yaz también había tenido la tentación de olvidar algo. Un mecanismo de defensa normal y hasta necesario. El jün la había salvado. La desesperaba ser deglutida por la dushe, pero era el paso necesario para la expulsión y la consiguiente aceptación. Su madre ya no estaba cerca para perdonarla, pero era más importante que ella se perdonara a sí misma. Debía seguir trabajando.

Muchos pacientes rechazaban los implantes, continuó Jiang bajo la luz hepática de un foco tembloroso, querían que les devolviéramos sus memorias anteriores y no era fácil ko. Un luchador famoso de muaytai sabía que había hecho algo malo y se desesperaba de no acordarse y vino a mí y lo conocía, todos lo conocíamos, estuvo involucrado nun caso de corrupción, le pagaron por tirarse a la lona. Entendía por qué quería recuperar esa memoria, se le podía contar y no era lo mismo, quería q’eso volviera a ser parte d’él. Un costo que me desgastó, así que me fui.

Yaz veía a Marteen escuchar a Jiang, asentir levemente con la cabeza, y se preguntaba qué pensaría Jiang de lo que habían hecho con Marteen. Quizás podía tolerarse con un traidor. O con un retardado mental.

Los shanz esperaban que Jiang siguiera con su relato. Pero el comandante no habló más esa noche. Era conocido por sus cambios de humor abruptos, sus decisiones intempestivas. Decían que así decidió venirse a Iris. La vida se le había vuelto aburrida y necesitaba nuevos estímulos. Una noche, borracho en un fukjom, perdió una fortuna en un holojuego con el portero y le rompió dos costillas. A la mañana siguiente despertó en una celda y concluyó que necesitaba un cambio profundo. Su primer destino en Iris fue Nova Isa, nada mal para comenzar: la brisa fresca del mar lo despertaba todas las mañanas.

Lindo lugar hasta que le pusieron murallas. Muchos shanz intentaban fugarse tirándose al mar en botes. Y SaintRei dijo basta y nos jodió a todos.

Fokin fobbits, pensó Yaz.

Jiang había llegado a comandante haciendo carrera en Iris. Uno de los pocos en puestos de mando que no era artificial. O al menos eso quería creer Yaz.

Yaz atendía a Chalmers, un oficial de ojos vivaces a quien le había picado una zhizu en el muslo derecho, cuando escuchó silbidos por sobre su cabeza. Creyó que se trataba de pájaros y no le dio importancia, pero al rato hubo gritos y vio que los shanz corrían y se ponían en posición de alerta. Chalmers se levantó en calzones y descalzo, alzó su riflarpón y salió del puesto.

No eran silbidos de pájaros sino disparos. Takeshi pasó a su lado sin detenerse. Fokin Orlewen, gritó apuntando con su riflarpón a un lugar indefinido en el horizonte. Una bomba explotó al lado de un shan y lo levantó por los aires. Yaz creyó que se trataba de una alucinación más, un engaño de su cerebro: un hombre que estallaba por dentro, que desaparecía delante de ella.

Cuando cesaron las explosiones se acercaron al shan muerto.

Gajani, susurró a alguien. Orlewen qomkuat. Orlewen qomkuat.

Yaz recordó su cara de asombro. Estrella fugaz una mancha en los ojos de Iris. Zazzu en el baño, las pupilas húmedas. Era él era él. Así las cosas. Estar den beyondear. Como esa vez, de niña, en un circo, en que la metieron en un cajón y la esfumaron durante cinco minutos. Sus padres podían jurar que cuando abrieron el cajón no la vieron. Dóstaba dó. No sabía. Era como si esos cinco minutos hubieran desaparecido de su vida.

Colás se hincó junto a la cabeza sanguinolenta de Gajani y la besó y estalló en llanto. Yaz se acercó. No sabía si arrodillarse junto al bodi o consolar a Colás. De una de las mejillas sobresalía un hueso. Brillaba la sangre en el labio superior partido. No se creyó capaz de besar esa boca morada.

Debía hacerlo, perdonarlo.

Decidía qué hacer cuando la lengua de Gajani, convertida en una dushe carnosa, se abrió paso entre los dientes y le acarició los labios. Cerró los ojos. Los abrió y la lengua todavía estaba ahí, enroscada, palpitante, al acecho. Se retrajo y volvió a su madriguera, una caverna oscura detrás de los dientes.

Temblequeaba cuando Chalmers apoyó una mano en su hombro. Se dejó guiar rumbo a Alaniz.

Jiang reunió a oficiales y shanz en la sala de operaciones. Estaban paralizados. Jiang caminó de un lado a otro como estudiando sus palabras, como tratando de que el retumbar de sus pasos suavizara el ambiente. Que tardara en hablar, sin embargo, no ayudaba a calmar la tensión.

Muchos lo querían, dijo al fin. Un shan dispuesto a dar su vida por los demás.

No era un buen brodi, gritó alguien. A mí me quiso violar.

A mí me robó un montón de cosas, terció otro.

Todos contribuyeron con sus memorias de Gajani. Yaz esperó que Zazzu dijera algo, pero se quedó callado. Se fue construyendo la imagen de un adolescente ensimismado que sólo salía de su caparazón con actos impulsivos que lo metían en problemas. Un shan con muchos desajustes, era la regla. Un shan que no estaba bien de la cabeza, era la regla. Un fokin shan, era la regla. Irrespetuoso, agresivo, intolerante. Yaz agradeció que no triunfara la imagen de circunstancias de Jiang. Había que recordar a Gajani como el que era en verdad, extrañarlo a pesar de sus defectos o debido a ellos. Aun así muchos Gajani se perderán nel olvido como yo pierdo a mi madre a muchas versiones de mi madre de Pope cada vez que me acuerdo dellos.

Alguien propuso que el puesto se rebautizara como Gajani. Es noso muerto, dijo. Jiang se negó a hacerlo.

No conocimos a Alaniz mas es uno de los nosos tu.

Ni Alaniz ni Gajani fueron ni son nosos, pensó Yaz. Eran, son de Iris como todos apenas tocamos estas tierras somos el sacrificio que pide este lugar por atrevernos a ingresar en él.

Hubiera querido saber por qué SaintRei, con todo el poder que tenía, todavía no había podido acallar a la insurgencia. Se contaba que la culpa era de Sangaì, pero una razón más poética la atraía. Si la lucha se llevaba a cabo en su terreno, los débiles tenían bastantes recursos para resistir; aunque sus armas no eran suficientes para ganar la batalla, sí lograban crear la fricción necesaria para que la maquinaria del imperio se atorara.

Lo entendía. Pero no era suficiente.

Todo Iris era el bodi de un monstruo llamado Xlött. Ellos caminaban sobre ese bodi; el monstruo dormitaba, sentía un cosquilleo en la piel, daba un manotazo y volvía a dormirse.