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Esos días Orlewen sentía a Xlött sin necesidad de probar el jün. Estaba a su lado como una presencia protectora que observaba todo y apuntaba el camino a seguir. Le había vuelto la paz de los días en el újiàn. Confiaba en el triunfo, y si bien su deseo de rebelarse a su destino no se aplacaba del todo, al menos ya no vivía asediado por la sensación de injusticia.

Había momentos en que se lanzaba a caminar por el valle y sus seguidores intuían que había que dejarlo solo. Allí percibía cómo Xlött se transformaba en Malacosa, un benévolo gigante de sha, y venía a darle un abrazo. Era como si de pronto su bodi no le perteneciera más, se fundiera con el de Malacosa pero también con el aire del valle, y sentía el pulso de la creación y era capaz de ver lo que habitaba en los jolis, su espíritu, los gusanos que roían la madera, los insectos que se posaban en sus ramas, el corazón de los lánsès en el valle y las cavernas en las montañas, donde había animales venenosos, las aguas pantanosas de ríos furiosos de reptiles, las comunidades de irisinos entregados al Dios, sus brodis con llagas en las espaldas cubiertas de cicatrices marcadas por el látigo. Su bodi seguía desparramándose para dejar el valle y posesionarse de las ciudades, donde había irisinos y kreols en edificios abandonados, pieloscuras cansados de hacer lo que hacían sin fe, sin convicción, dispuestos a que el mundo se diera vuelta, a que se los liberara de su papel de conquistadores en una empresa en la que ya no creían.

Se desmayaba del esfuerzo y estallaba la sangre por su boca. Lo descubrían tirado en un sendero y lo llevaban presurosos al refugio. Amanecía con la niebla en los ojos, y les contaba de sus visiones.

Conocen los pájaros arcoíris que cruzan el cielo, dijo una vez. Cada pájaro dun solo color, al volar juntos forman el arcoíris. Migran rumbo a Malhado pa su reunión anual. Vuelan guiados por un líder, el único pájaro que lleva en su plumaje los siete colores del arcoíris, mas ellos lo ven dun solo color, el suyo. Y cuando llegan a Malhado descubren que la sombra que crean al cruzar los lagos es el rostro de Xlött. Eso es lo que somos. Nada cuando estamos solos, el Dios si estamos juntos. Un todo trascendente.

Orlewen era el pájaro de siete colores, decidieron sus seguidores, y cada uno se asignó un color. Xlött en Iris, más en el aire el pájaro arcoíris.