Una mañana Orlewen no llegó a su turno. Lo buscaron por todo el campamento y no lo encontraron. Nadie supo cómo se había fugado. Se dio la orden de vigilar los caminos que comunicaban las minas con Megara. Lo buscaron shanz y chitas. Se enviaron drons a rastrear el terreno.
La búsqueda fue infructuosa.
La única que supo de su fuga antes de que ocurriera fue Chevew. Dormía cuando la sensación de una presencia a su lado la despertó. Era Orlewen o una visión de Orlewen. La abrazó y luego se esfumó. Un abrazo cálido. Ella supo que su vida cambiaría. Cuando terminaran sus años en la mina se iría a vivir entre los edificios abandonados de Megara. Se dedicaría al baranc. Al koft, al kütt, al paideluo, al jün. A ratos recordaría a Orlewen y lo extrañaría, pero luego se sentiría feliz de haber compartido un tiempo con él.
Poco después de la fuga de Orlewen se iniciaron las explosiones en Megara. SaintRei se puso en estado de alerta.
Luego se sabrá que las primeras bombas fueron responsabilidad exclusiva de Orlewen. Actuaba solo, no tenía seguidores, no pertenecía a ningún grupo. Él fabricaba las bombas, las colocaba y las hacía explotar. No tardaron en aparecer los relatos de un hombre tan rápido como Xlött, capaz de volverse invisible para deslizarse por entre los edificios, para no hacerse ver por los shanz.
Las bombas golpearon la infraestructura de SaintRei en Megara. Postes del alumbrado eléctrico, generadores de alta tensión, puentes, edificios administrativos. Un comunicado de Orlewen al pueblo irisino reivindicó la necesidad de la lucha armada para conseguir la liberación. El protectorado debía acabarse, era hora de la independencia. A los civiles pieloscuras les dijo que no temieran, los ataques no iban dirigidos hacia ellos. Su lucha no se mancharía de sangre.
Ante los primeros ataques, los oficiales de SaintRei pidieron explicaciones a los líderes irisinos en Megara. Las conversaciones estaban avanzadas para que en un futuro relativamente cercano SaintRei cediera poderes administrativos en las ciudades a los propios irisinos. Ataques así no ayudaban a crear un clima de distensión para las conversaciones. Alarmados, los dirigentes irisinos dijeron que no sabían de dónde provenían las bombas y prometieron investigar. El consenso era que ante tanta disparidad de fuerzas sólo se podrían conseguir concesiones de SaintRei a través del diálogo. Cualquier gesto de violencia era una herejía lanzada contra el modelo hegemónico desarrollado por el pueblo irisino para lograr cierta autogestión, primero, y luego, con el tiempo, la anhelada independencia.
Estaban en esa discusión cuando una bomba mató al viceadministrador de Megara cuando salía de una reunión. Había sido puesta debajo de su jipu, custodiado sin descanso por shanz para evitar cualquier posibilidad de un atentado. Las leyendas dicen que Orlewen había malcalculado el poder de la bomba. Que sólo quería asustar al viceadministrador. Mostrar a los pieloscuras que eran vulnerables. Que podían ser atacados en cualquier lugar. Que no había reducto en el que se pudieran refugiar. Que se comenzaba así para, eventualmente, llegar al sacrosanto Perímetro en Iris, el centro administrativo de SaintRei en el protectorado.
Una investigación minuciosa no pudo descubrir cómo se logró colocar la bomba. Entre los oficiales de SaintRei se instalaba el miedo, entre los irisinos el entusiasmo. Por primera vez aparecieron en diversos lugares de la ciudad grafitis alusivos a los ataques que mencionaban el nombre de Orlewen. En las paredes de los edificios de la administración frases provocativas
Nos prometieron jetpacks
Nos sin ellos todo