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Se había prometido no trabajar en las minas, pero cuando cumplió la edad convenida debió bajar la cabeza. Se le cruzó fugarse pero al final no lo hizo. Tenía miedo a los chitas. Había comunidades de fugitivos en los valles que separaban Megara de Iris, sobre todo en Malhado, pero no era fácil llegar a ellas.

Según la ley debía trabajar durante cuatro años. Le quedaba el consuelo de las hojas de kütt. Debía masticarlas antes de cada jornada de trabajo. Eso amortiguaría el cansancio, el dolor, el hambre.

Antes de salir del újiàn hubo una ceremonia nocturna de despedida en el patio del recinto, en la que participaron Orlewen y otros irisinos que también se dirigían a las minas. La ceremonia la llevó a cabo el qaradjün. Orlewen tuvo su primer hemeldrak y descubrió que las estrellas formaban figuras fosforescentes en el cielo. El qaradjün metió las manos en un recipiente con arcilla líquida y se puso a hacer uáuás. Esperó a que se secaran y luego entregó un uáuá a los que partían rumbo a la mina. A Orlewen le tocó uno en el que se podían adivinar los contornos de un joli, el árbol protector de Malhado.

Es tu huren, le dijo el qaradjün. Nel cielo de arriba los hurens, nel de abajo Xlött. Hay que vivir el día-adía en correspondencia con los dos cielos. Eres del clan del joli. Tocando el verweder deberás caminar por el territorio siguiendo el trazo del joli.

Orlewen escuchó sin levantar la cabeza.

A la madrugada siguiente, un convoy militar vino a buscarlos a él y a sus brodis. Sólo se llevó consigo el uáuá.

El campamento estaba en una explanada desde la cual se veían las montañas. La más alta, que los pieloscuras llamaban Altiva, era de color ocre, salpicada de manchas negras. Trabajaría en ella. Quiso saber dónde se encontraba.

En las afueras de Megara, fue la réplica.

Dicen que se acordó de la montaña que había visto de niño. Ésta no era la misma, pero también la conocían como Comeirisinos. A todas las montañas que servían para la explotación minera se las llamaba así.

Le dieron un uniforme. Un casco liviano con una máscara que le cubría la cara y reducía la inhalación de gases tóxicos. Botas capaces de resistir las rocas más filosas, los terrenos más arduos. Dicen las leyendas que al despertar y antes de dormirse le rezaba a Xlött. Lo cierto es que en esos primeros días se iba a dormir tan agotado que era incapaz de pensar en cualquier cosa y despertaba con la mente en blanco por un buen rato, el bodi aletargado.