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Orlewen ayudaba a guiar las oraciones en el újiàn. Llevaba en el cuello un escapulario con una imagen que representaba a Xlött, como todos los niños. Los pieloscuras dejaban que hubiera imágenes de Xlött en los újiàns y joms irisinos, que se vendieran efigies de Xlött en los mercados, que las galerías en interior mina tuvieran una estatua de Malacosa. Lo único que pedía SaintRei era que antes de las oraciones a Xlött se rezara al Dios de los pieloscuras.

Cuentan las leyendas que Orlewen rezaba a ese Dios una mañana cuando una voz le susurró que dejara de hacerlo. Sin más, se calló. Una de las encargadas quiso saber qué ocurría.

Pa rezar debo creer.

La encargada le pidió que no desafiara a los pieloscuras. Orlewen le dijo que no podía hacerle caso.

Cuando Orlewen se hizo conocido comenzaron a difundirse leyendas de los milagros que había llevado a cabo durante sus años en el újiàn. La vez que había sanado a un brodi con sólo tocarlo en la frente. El día en que detuvo la hemorragia de una encargada después de invocar a Xlött. Más polémicos eran los relatos de cómo había impedido que una pared se derrumbara sobre uno de sus brodis, de cuando se volvió invisible por varios días para ir a Malhado y volver o cuando hizo que llovieran dushes del cielo.

Orlewen no abría la boca ni para afirmar ni para negar, pero sabía que todo había comenzado esa mañana en que decidió no seguir rezando al Dios falso.