I
CIELOS EN LLAMAS
El Draco Caído estalló en una serie de explosiones internas que destrozaron su casco. La nave escolta era presa fácil para el inmenso crucero renegado, y sus escudos y blindaje se vieron superados con una única andanada destructiva.
Dac’tyr observó su destrucción mediante un aumento magnificado a través del oculipuerto principal de la Llama Forjada. Superado en artillería y en tamaño, el escolta tenía poco que hacer contra la nave más grande. Era una de varias. A pesar de que la estrategia del Señor de la Flota estaba infligiendo tremendos daños a la armada enemiga, el índice de desgaste estaba alcanzando al de sus propias naves.
Lanzó una señal al Serpentina para reunirse con él y encabezar un ataque.
El vacío estaba plagado del largo fuego láser de las lanzas delanteras y salpicado de estallidos automáticos de las baterías de cañones que deterioraban los escudos de la Llama Forjada, cuyas torretas giraban para encontrar nuevos objetivos de tiro. Los cazas y naves inferiores se separaron para esquivar la salva y abrir un camino para que la nave insignia avanzase. Era una nave gigante que se trasladaba lentamente por la atmósfera superior de Nocturne en el espacio donde se libraba la batalla.
Un par de fragatas enemigas se pusieron en disposición de interceptar, aprovechando el impulso de sus enormes motores para realizar una maniobra que les llevaría a ambas por el través de la barcaza de batalla de los Marines Espaciales, creando un bloqueo efectivo. También pondría en uso su inmensamente superior artillería lateral.
Una descarga del cañón nova, instalado en la proa de la Llama Forjada, destrozó a una de las fragatas y la dejó perdiendo combustible y presión atmosférica. Su tripulación salió despedida por los agujeros abiertos en el blindaje. Un breve estallido de fuego de torreta acabó con la mayoría de ellos y dejó al resto congelados en el vacío.
El Serpentina eliminó a la otra fragata con un ataque de lanza certero, pero no antes de que numerosos impactos se registrasen en la pantalla del tacticarium de Dac’tyr desde un ataque lateral inefectivo. Un plano de la nave insignia no mostró daños a causa de la salva, pero varias cubiertas tuvieron que sellarse y por ello los motores avanzaban por debajo de su capacidad. Hasta ahora, el cañón nova todavía funcionaba, pero estaba tardando más de lo normal en recargarse después de un lanzamiento y una sección de estribor estaba destruida. Los escudos en esa sección también estaban mostrando señales de energía debilitada. En general, los vacíos y los desplazadores funcionaban a un cuarenta y siete por ciento.
Cuatro naves capitales enemigas, todas de clase crucero, ya habían sufrido daños cuando la Llama Forjada y el Serpentina habían cargado contra babor de la línea de batalla enemiga. Sus cascos flotaban en el vacío, apagadas y silenciosas. Adornadas con imágenes de ídolo y estatuas de los caídos, no eran muy distintas de unas tumbas flotantes.
En un golfo distante cargado de siniestros, de naves dañadas y de un fuego intenso de baterías, el Ira de Vulkan y el Martillo de la Forja se sumaban sus propias víctimas. Hasta ahora, a los cruceros más grandes de los Marines Espaciales no les había ido mal, pero en este momento las naves enemigas se estaban reuniendo en formaciones de ataque y explotando su superioridad numérica.
Dac’tyr había usado fuego de enfilada con el Serpentina a una distancia extrema para acabar con numerosos escoltas y fragatas también. Aquellas pequeñas naves fueron las primeras en arder, pero no eran más que carnada. Había calentado la artillería, pero poco más. En respuesta, varias naves estaban abandonando su vector de ataque previo e iban a por la barcaza de batalla. Si conseguía alejarlas del Acechador del Infierno, Dac’tyr podría acercarse lo suficiente como para iniciar una acción de abordaje, pero aquello le llevaría tiempo.
Como en todas las batallas en el vacío, el conflicto sobre Nocturne era lento y pesado. Un capitán no sólo tenía que pensar en términos del espacio multidimensional, sino que también tenía que predecir y prepararse. Había una sensación de una coreografía casi orquestal en su complejidad, en la que todos los instrumentos se apoyan entre sí. Aisladas, cada nave en una línea de batalla era menos efectiva que cuando se combinaban y se desplegaban en el orden adecuado en el momento preciso. La previsión era fundamental. Si un crucero enorme o una barcaza de batalla estaba en el lugar equivocado, le llevaría mucho tiempo desplazarse. Las maniobras rápidas en respuesta a las tácticas del enemigo eran sencillamente imposibles.
—A toda máquina hacia delante —ordenó Dac’tyr por el comunicador a la tripulación del puente de mando. En unos minutos habían pasado el campo de escombros que había dejado una de las fragatas enemigas abatidas y habían dirigido su artillería hacia el crucero renegado.
Los bancos cogitadores de la barcaza de batalla lo identificaron como el Harganath, una antigua nave Imperial robada por piratas renegados y puesta al servicio de la Ruina. Dac’tyr no tenía ni idea de quién capitaneaba ahora la nave; sólo sabía que era una abominación que debía ser destruida. A través del oculipuerto, su casco parecía dentado y su proa serrada asemejaba las fauces de algún depredador oceánico gigante. Unos oscuros cortes decoraban sus inmensos flancos como sangre negra.
Tres naves enemigas más aparecieron en la pantalla del tacticarium disparando sus arcos delanteros. Una salva de torpedos rugió desde cada uno de ellos con la intención de infligir daños graves a la Llama Forjada y al Serpentina, que acababa de posicionarse a su través.
—Descargando interceptores —crepitó la voz del Capitán Sargorr’ath a través del comunicador de voz externo.
Dac’tyr lanzó sus propios cazas también cuando una cuarta nave apareció en su proa, junto al espectro más distante del Harganath. Ésta era una nave más ligera, con una proa que asemejaba una maza, con artillería limitada, pero con filas de garras antiabordaje alrededor de sus flancos y su vientre.
Acercarse a una nave como ésa era acercarse para morir destripado por sus berberkers y sus tropas de abordaje.
—¡Lanzas delanteras! —rugió Dac’tyr cuando un icono parpadeó en otra subpantalla para indicar que los cazas habían atacado.
Los impactos en el escudo resplandecieron por todo el oculipuerto delantero de la Llama Forjada antes de que sus lanzas pudiesen contraatacar. La pantalla del tacticarium se apagó y volvió a encenderse, lo que indicaba que habían sufrido daños en el sensorium.
Las lanzas se cargaron y una salva de rayos mortíferos atravesó kilómetros de espacio vacío hacia la nave agresora.
—Despliegue de torpedos, amplia dispersión —continuó, y los cañones delanteros dispararon. Dac’tyr observaba la pantalla del tacticarium y el icono rojo que representaba la nave que les había tendido la emboscada. Las lanzas delanteras registraron varios golpes importantes que hicieron desconectar los escudos del crucero momentáneamente. Había sido un disparo calculado, ya que los marcadores de los torpedos atravesaron las defensas sobrecargadas y estallaron contra el blindaje de la nave.
—Continuad, ampliación máxima.
La pantalla superior mostró una vista del crucero con la proa envuelta en llamas. Varias explosiones secundarias impactaron contra el casco conforme las bombas incendiarias y los almacenamientos de munición estallaban de un modo espectacular. Estaba renqueando. El daño infligido por los torpedos había sido crítico.
—Capitán Sargorr’ath, acaba con ella.
—A tus órdenes, mi Señor de la Flota.
Una granizada de ataques de lanza salió despedida desde el Serpentina y acabó con la nave ya golpeada. Sin escudos, el crucero renegado era un barril de pólvora flotante preparado para una explosión violenta. Su puente de mando quedó destruido con el impacto. Varias torres de artillería desaparecieron con él se hundieron atravesando la superestructura inferior. Sus motores capitularon contra la tensión del ataque y el crucero cayó desde el vacío y se fue a la deriva envuelto en llamas.
—A nuestro babor —dijo Sargorr’ath.
Los cazas habían neutralizado la salva de torpedos, pero todavía estaban en peligro, intentando regresar con sus naves nodrizas a través de una granizada de fuego antiaéreo. El trío de cruceros que les flanqueaban había cerrado su formación para intensificar el efecto de las armas delanteras. El fuego desganado de las torretas atravesó los interceptores y apenas los hizo retroceder a sus plataformas de lanzamiento.
Dac’tyr estaba centrado en el Harganath. Tenía un ojo puesto en el cañón nova, que estaba lo bastante cerca como para cargar. Los marcadores de impacto parpadearon en la pantalla del tacticarium cuando el Serpentina recibió el azote de las naves a su babor. Parecía grave ya que todas apuntaron al crucero de asalto más pequeño. Cuando acabasen con ella, se unirían contra la barcaza de batalla más grande.
—Serpentina… Sargorr’ath, ¿sigues ahí?
La respuesta llegó acompañada de estática. Las sirenas de emergencia y el silbido de los sistemas supresores de incendios activos cortaron la respuesta entrecortada del capitán:
—Dado… fuego intenso…, escudos…, casi descon… perdido las baterías de babor.
El cañón nova estaba preparado para disparar. Dac’tyr podría eliminar al Harganath, pero Sargorr’ath estaba para el arrastre. Escaneó con la vista la pantalla del tacticarium buscando una solución rápida. Adustamente, ordenó al timonel:
—Detenlo todo. Da la vuelta, a toda máquina a babor para hacerla virar.
—Mi señor, de ese modo quedaremos al través del Harganath. Nuestras baterías de estribor no podrán inutilizarla y los escudos ya están funcionando a menos del cuarenta por ciento.
—Hazlo, timonel —ordenó Dac’tyr con calma—. Hazlo inmediatamente, por favor.
Después levantó el comunicador entre naves mientras se efectuaba el rápido cambio de dirección. Era como girar el brazo de una grúa pesada, lento al principio pero más rápido conforme acumulaba impulso.
—Serpentina, aquí Dac’tyr, de la Llama Forjada.
—Veo tu cambio de dirección, Señor de la Flota.
—Muy bien, capitán. El Harganath es todo tuyo.
—Tengo las lanzas activadas y los torpedos preparados.
—Usadlo todo, todo lo que tengáis.
—En el nombre de Vulkan y por los cielos en llamas —respondió Sargorr’ath.
—En el nombre de Vulkan y por los cielos en llamas.
El comunicador enmudeció cuando Sargorr’ath cortó la conexión. Dac’tyr se agarró a los brazos del trono de mando cuando el puente tembló con el ataque del Harganath contra su costado.
—¿Cómo van esos escudos? —Tuvo que gritar por encima del sonido de unas repentinas sirenas de advertencia y los perpetuos temblores tronaban por toda la nave.
El timonel parecía tenso.
—Por debajo del treinta por ciento, veinticuatro, veintidós…
—Mantennos intactos un poco más. —Estaban dando la vuelta. Por delante del oculipuerto delantero, Dac’tyr y el resto de la tripulación del puente de mando podía ver cómo avanzaba el trío de cruceros. Su artillería del arco frontal lanzaba furia contra el Serpentina, que todavía tenía que liberar su propia salva.
—Un poco más cerca, Sargorr’ath —murmuró Dac’tyr con los dientes apretados conforme un renovado bombardeo provocaba una cascada de nuevos informes de daños en una subpantalla.
—Dieciocho por ciento, quince… —El timonel continuaba informando de la situación.
Ahora, la Llama Forjada estaba recibiendo fuego en la parte delantera. Los cruceros que la flanqueaban debían de haber visto lo que Dac’tyr estaba planeando. Ninguno de ellos podía alejarse; estaban demasiado cerca, y cualquier maniobra podría causar una colisión catastrófica. En lugar de ello, cargaron con todo lo que tenían con su artillería delantera descargando un infierno sobre las dos naves de los Salamandras.
Todavía faltaban unos pocos grados para que el cañón nova pudiese disparar. El impulso de los motores de popa estaba aumentando. Dac’tyr calculaba que tardarían un minuto hasta que alcanzasen la posición de disparo óptimo.
—Nueve por ciento, seis por ciento… —El timonel miraba ansioso desde su estación.
—Relájate, timonel. Gira la nave… Sólo un poco más cerca.
Dac’tyr tenía la mirada fija en el tacticarium. El Serpentina acababa de pasar por debajo de ellos y se acercó a una distancia de tiro letal. Los marcadores indicaban un lanzamiento de torpedos desde todas sus plataformas. Éstos atravesaron el negro vacío de la crepitante pantalla en formación, representados como minúsculos iconos con forma de daga.
—Ábrelos en canal, hermano —deseó Dac’tyr.
—Tres por ciento. Caída del escudo inminente.
—Unos grados más…
—Escudos de estribor derribados, estamos sufriendo daños.
El fuego ascendió en columna por el puente, engullendo a varios miembros de la tripulación. Otros salieron despedidos por los aires o se aferraron desesperadamente a sus estaciones mientras la cubierta bajo sus pies se sacudía.
Dac’tyr bloqueó su mente contra sus gritos. Flaquear ahora y perder la determinación significaría el fin de todos ellos.
—¡Sigue conmigo, timonel! —bramó.
Una explosión en su visión periférica liquidó un banco de consolas y lanzó cuerpos volando hacia el aire cargado de humo. Una sección del techo abovedado cedió y aplastó a un grupo de servidores que habían intentado controlar el incendio.
—¡Mi señor! —El timonel estaba sangrando y se agarraba el cuerpo incómodamente sobre una herida que no se veía.
Sesenta segundos que se habían hecho eternos por fin llegaron a su término.
La Llama Forjada había virado y tenía el objetivo de Dac’tyr a tiro.
—¡Fuego! ¡Descargad el cañón nova! —rugió.
Un centelleante rayo salió expulsado desde la proa de la Llama Forjada y atravesó el vacío. Golpeada con la furia destructiva de un sol moribundo, el crucero de en medio quedó hecho añicos. Dejando un reguero de fuego y de presión, se detuvo de inmediato y escoró horriblemente hacia babor. La fuerza motriz había fallado por completo cuando el brutal impulso había empujado a la nave contra el costado de otro crucero que estaba intentando apartarse.
El ariete de la nave muerta atravesó el barco que huía, abriendo un agujero en su flanco y derramando lo que estaba en su interior como unas tripas desparramadas en el vacío. La nave continuó avanzando y partió las cubiertas interiores de la otra nave y la desgarró de proa a popa. La nave que huía se hizo pedazos y las otras dos, brevemente entrelazadas, explotaron. La onda expansiva fue inmensa y arrasó a la tercera nave como un maremoto, volcándola de modo que su sección ventral quedó en el estribor. Las torretas y las torres cátedra se desmoronaron con la fuerza del impacto, al tiempo que cientos de pequeños incendios brotaban por el casco como la colonización esporádica de una horda de hormigas.
Contra su voluntad, Dac’tyr cerró el puño para celebrar el triunfo.
—Buen trabajo, timonel —dijo con la voz un poco tensa—. Buen trabajo.
El fuego estaba bajo control y los sistemas auxiliares se activaron. Las estaciones que no eran esenciales se cerraron y los equipos se reasignaron en el puente de mando para que la Llama Forjada pudiese seguir funcionando.
Los informes de daños llegaban densamente ahora. Dac’tyr procesó todos y cada uno de ellos, bloqueando su memoria eidética y tomando las medidas oportunas. Todavía eran efectivos para el combate. Afortunadamente. El Acechador del Infierno acababa de aparecer en el tacticarium.