Aunque sólo el nombre del autor figura en la portada de este libro, el texto no habría sido el mismo sin la ayuda de varias personas: Palmira Márquez, mi agente, que siempre acierta con las sugerencias que terminan de pulir la primera versión del manuscrito; Alberto Marcos, el editor, cuyas invaluables observaciones me obligaron a repensar ciertos pasajes para que la historia se entendiera como se tiene que entender; y el equipo de corrección de Plaza y Janés, que ha quitado un montón de palabras sobrantes y ha reordenado sabiamente otro montón de frases.