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Centro Médico de la Universidad de Columbia

Nueva York

1 de marzo de 2011, 19.30 h.

Sin más compañía que la mutua, Pia, Lesley y Will estaban sentados en la cafetería del hospital, casi vacía, ante unas tazas de café y té de sobremesa. Ver en qué estaban trabajando Rothman y Yamamoto les había dejado pasmados. Como estudiantes de medicina, eran muy conscientes, desde el punto de vista académico, de lo que se estaba gestando en el laboratorio, y haberlo visto con sus propios ojos lo convertía en algo real y concreto. Habían visitado el futuro, y costaba asimilarlo.

—No puedo remediarlo —dijo Lesley Wong—. Todavía estoy alucinada. Cultivar órganos a partir de las propias células madre de un paciente. Es algo que va a revolucionar la medicina.

—Sin duda va a revolucionar el tratamiento de las enfermedades degenerativas —dijo Pia—. Podrán curarlas, en lugar de tan solo tratar los síntomas.

—En el futuro, podremos cultivar nuestros propios órganos y congelarlos para cuando los necesitemos —intervino Will—. Me pregunto cómo divide la pasta Columbia cuando se produce un avance médico como este. Va a ser importantísimo. Yamamoto ha dicho que la universidad ha presentado patentes, pero ¿no creéis que Rothman y Yamamoto se llevarán una parte? ¿No te lo parece, Pia?

Pia había acompañado a Lesley y Will no porque deseara la compañía per se, sino porque todavía se sentía inquieta por lo que había visto y tenía ganas de hablar de ello. Después de que el doctor Yamamoto les hubiera acompañado aquella mañana hasta la salida del laboratorio interior que albergaba los baños de órganos, se habían instalado en una esquina del laboratorio con la intención de hablar del líquido de cultivo de tejidos. Pero no habían podido dejar de hablar de los progresos que Rothman había hecho en la organogénesis. Por interesados que estuvieran, comprendieron que leer libros de la biblioteca y llevar a cabo búsquedas en la web era infructuoso. Los libros de texto sobre aquella materia no se habían escrito todavía.

—Estás preguntando a la persona equivocada —respondió Pia a la pregunta de Will sobre si Rothman y Yamamoto se llevarían una parte del dinero—. El dinero y yo no tenemos una gran relación.

—Pero debe de esperar ganar miles de millones, ¿verdad? Voy a llamar a mi padre, él conocerá a alguien enterado.

—¿Tu padre? —preguntó Lesley.

—Sí, su corredor de bolsa tiene muy buenos contactos.

—No creo que debas hablar de esto con nadie —advirtió Pia—. Sobre todo con gente ajena al centro médico. Recuerda lo que ha dicho Yamamoto. Al menos durante este mes, mientras estés trabajando aquí, o hasta que la publicación salga a la luz.

—Puede que tengas razón —admitió Will—, pero no creo que sea tan secreto, como ha confesado el propio Yamamoto. Aunque lo mejor será no empezar con mal pie con Rothman, sobre todo teniendo en cuenta su fama.

—Me alegra participar en esto —dijo Lesley—. Me bastaría con controlar las temperaturas de los baños durante este mes.

—Después de todas las historias terribles que he oído acerca de cómo trata Rothman a los estudiantes, hoy me esperaba lo peor —prosiguió Will—, sin embargo, nos ha tratado con mucha amabilidad. Tal vez no supiera que íbamos hoy, o quiénes éramos.

—Tenía que saber quiénes éramos —dijo Lesley—. Creo que nos ha utilizado para practicar la charla sobre los progresos que están llevando a cabo. Pero sea cual sea el motivo, me da igual. Me alegro de haber podido verlo.

Por dentro, Pia estaba pensando exactamente lo mismo. Entrar en el santuario de Rothman había sido una experiencia mágica para ella. La espera había sido larga, pero no le importaba. Tampoco sentía resentimiento por que Lesley y Will la hubieran acompañado el primer día de su optativa. Para Pia, era como haber entrado en una dimensión física diferente. La sala, y lo que estaba aconteciendo en su interior, parecía pertenecer a un reino distinto a todo lo que había fuera. La joven recordaba un espacio blanco, una luz azulina, como algo salido de una película de ciencia ficción.

—Ha sido una de las experiencias más increíbles de la facultad de medicina —dijo Will—. Me ha encantado.

—A mí también —corroboró Pia—. Habría podido quedarme mirando los baños todo el día.

—Atención todo el mundo —anunció una voz. Era George Wilson; estaba de pie junto a la mesa, cargado con una bandeja de la cafetería. Acababa de abandonar la cola de la comida—. ¿Se trata de una fiesta privada o puede sumarse a vosotros un cansado radiólogo externo?

Los tres estudiantes intercambiaron una mirada. Fue Will quien habló:

—¡Pero si es el señor Wilson! Hola, George.

—¿Cómo va, Will? —contestó George. Intentó disimular su disgusto por ver a McKiney sentado a una mesa con Pia.

—Ya conoces a Lesley Wong —dijo Will desempeñando el papel de anfitrión—. Y a Pia, por supuesto.

—Hola, Lesley, ¿cómo estás? Pia, ¿qué tal ha ido tu día con Rothman?

George se sentía de lo más incómodo, pues aún no le habían invitado a tomar asiento. Seguía de pie, algo violento, ante la mesa ocupada por el trío. Era tarde, y había estado a punto de no llegar a la cafetería antes de que cerrara. La última persona a la que esperaba ver era a Pia. La penúltima era Will McKinley, quien, por lo general, merodeaba por la cafetería de la residencia de la facultad de medicina conversando con todas las estudiantes.

—Estábamos hablando de eso —contestó Pia sin darse cuenta de la incomodidad de su amigo. Las habilidades sociales no eran su fuerte—. Lesley y Will también realizarán su optativa en el laboratorio de Rothman. En cuanto al día, digamos que ha sido… interesante.

—Rothman el Loco salva el mundo —dijo Will.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Pia. El tono de su voz había sido brusco.

—Nada, nada. —Will alzó las manos, como si esperara que Pia le atacase—. Ya sabemos que veneras a ese tipo…

—Respeto a ese tipo…

—Escucha, no pasa nada, es una especie de genio loco.

La expresión de Pia convenció a Will de que lo mejor sería cambiar de tema de conversación.

—Lo que nos estábamos preguntando es cuánto dinero piensa ganar Rothman si encuentra inversores que le respalden —dijo Will.

—Tú te lo estabas preguntando —apuntó Lesley.

—Sí, me lo estaba preguntando. Esto dará muchísimo dinero. Rothman está sentado sobre una mina de oro. ¿No opinas lo mismo, George?

—No estoy muy seguro de qué estáis hablando —dijo George—, pero sí sé que estoy interrumpiendo una reunión. —Se dispuso a marcharse, pero Will lo agarró por la chaqueta justo a la altura del codo y le detuvo—. ¡No te vayas! ¡Siéntate!

George miró a Pia y ella le hizo un gesto con la cabeza para que se sentara, cosa que él hizo sin saber si estaba haciendo lo que debía.