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Green Pond, New Jersey

25 de marzo de 2011, 20.52 h.

A Prek le gustó abandonar la atmósfera tensa de la casa, aunque solo fuera para llevar a cabo la mezquina tarea de limpiar la furgoneta, algo que debería hacer Neri. Se estaba volviendo loco esperando la llamada de Buda, que debía darles el visto bueno o el malo. Los otros dos gilipollas no paraban de hablar de sexo y de quién iba a ser el primero a pesar de que la mujer había desaparecido de su vista.

En un armario de la casa encontró una fregona y un cubo, así como una serie de artículos de limpieza, entre ellos una aspiradora manual a pilas montada en la pared. Prek llenó el cubo de agua y añadió una generosa cantidad de Pine-Sol, cargó con la aspiradora y salió en dirección a la furgoneta. Por la mañana llevarían el vehículo a un túnel de lavado y se ocuparían del exterior. De momento, Prek quería asegurarse de que el interior quedara libre de rastros de la chica. Pasó la aspiradora por los asientos delanteros y lavó todas las superficies con Windex. Cuando terminó, se trasladó a la parte de atrás para continuar el trabajo, y entonces sonó el teléfono.

Por fin, pensó.

* * *

Neri Krasnigi se levantó del sofá de la sala de estar, caminó hacia la ventana y vio que Prek subía a la parte posterior de la furgoneta con la fregona mojada. «Ahí está Prek, haciendo un trabajo propio de mujeres», pensó para sí. Le resultó apropiado. No había conseguido sacarse a Pia de la cabeza, y además se sentía ninguneado por la actitud de Prek hacia él. Durante todo el trabajo, no había parado de darle órdenes, le había tirado cosas en la furgoneta, le había reservado la parte más difícil de la misión pero sin demostrar el menor respeto hacia él. Incluso cuando le dijo que había hecho un buen trabajo, lo había hecho con el tono de voz que utilizas con un cachorrillo que ha salido a mear fuera.

Neri había olvidado el terror inicial que había experimentado después de disparar contra el estudiante. En aquel momento se sentía intrépido, experto, con derecho a todo, sentimientos que se habían intensificado tras engullir el último Red Bull. Tal vez tuviera la oportunidad de lucirse ante Prek y de paso divertirse, aunque tuviese que ser un triunfo privado.

Fue a ver a Genti, que se había dormido en un sofá. Con Prek fuera de la casa y ocupado y Genti dormido, Neri pensó que podía arriesgarse a echar uno rapidito. Al fin y al cabo, ¿qué podría hacer Prek? Metió una mano en el bolsillo de la chaqueta y acarició un momento la pistola. Le proporcionó valentía. Él era su propio jefe.

Con cuidado de no hacer ruidos que pudieran despertar a Genti, Neri entró en la habitación de matrimonio y se acercó a la cama. Repasó a Pia con la mirada. Estaba de nuevo boca arriba, respirando con normalidad, pero parecía tan muerta como cuando la habían metido en la casa. Volvió de puntillas a ver qué estaba haciendo Prek y, cuando se acercó a la ventana de la cocina, vio que las puertas de la furgoneta estaban abiertas y que había alguien dentro. Ya que Prek estaba dedicado a sus labores de ama de casa, Neri fue a la puerta principal y echó el pestillo. Después, volvió de puntillas a toda prisa al dormitorio principal, temblando literalmente de excitación. Cerró la puerta.

* * *

—¿Qué significa eso para nosotros? —le preguntó Prek a Buda. No estaba seguro de entender lo que su jefe intentaba decirle.

—Significa que no haremos nada con la chica hasta que descubra qué oculta ese subnormal de Drilon.

—¿Está seguro de que miente?

Prek no podía comprender por qué alguien mentía cuando le formulaban una pregunta sencilla y directa sobre si alguien era o no familiar de él.

—Estoy muy seguro. Su comportamiento me dijo claramente que estaba mintiendo. Le hice una pregunta directa y vaciló, y después contestó tartamudeando que no sabía si eran parientes o no. Para mí es evidente que conoce el apellido. Además, es prácticamente igual que el suyo. Si cambias de apellido, hazlo bien.

—¿Y su jefe no dijo nada? —preguntó Prek en referencia a Berti Ristani.

—Nada. O no se dio cuenta o no quiso decir nada delante de mí. Apuesto a que se trata de esto último, porque no es tonto. El tonto es Drilon.

—¿Por qué iba a mentir sobre algo así? Debe de saber cuáles son las consecuencias.

—Yo también opino lo mismo —contestó Buda.

Aquella era, por supuesto, la pregunta que le atormentaba. Si Drilon Graziani mentía, significaba que lo que intentaba ocultarle a su jefe era más importante para él que la vida de la chica, aunque fueran parientes. Paradójicamente, aquello convertía a la muchacha en un elemento más valioso para Buda, aunque no supiera por qué. Aquel era el motivo de que fuera tan importante para él hablar con Burim Graziani, si es que se llamaba así. Buda suponía que Ristani también se había dado cuenta de que Drilon mentía, lo cual daba pie a una serie de consecuencias totalmente distintas.

A Buda no le hacía ninguna gracia que le mintieran, sobre todo si se trataba de un subordinado, y no le habría gustado estar en el pellejo de Drilon si sus suposiciones eran ciertas. Aquello también colocaba a Aleksander en una posición delicada. Su visita habría causado un problema en la banda de Ristani. Esperaba que Berti no le echara la culpa.

—No quiero hablar más de esto —dijo Buda, lo cual significaba que no se sentía cómodo manteniendo aquella conversación por un móvil—. Voy a ir a la casa de verano. Asegúrate de que nuestra invitada sea tratada como tal hasta que todo esto se aclare.

—Lo haré —contestó Prek, y concluyó la llamada. Había dejado a Genti a cargo de la casa y confiaba en él, casi siempre. Pero pensó que lo mejor sería ir a comprobarlo.

* * *

Nada más hablar con Prek, Buda recibió otra llamada en el pinganillo.

—Aleksander, soy Berti. Lamento molestarte.

—No me molestas, Berti.

—He hablado con Burim. Le he preguntado por Pia Grazdani, si le sonaba el nombre. ¿Y sabes qué? Me ha dicho que sí. ¿A que es increíble?

—Sí —contestó Buda, aunque no se lo parecía tanto.

—Después, Burim ha vuelto a llamarme y me ha dicho que uno de tus chicos ha intentado contactar con él.

Berti no dijo nada más y dejó que su frase quedara suspendida en el aire. Buda pensó que lo mejor sería ser sincero.

—Le he ordenado a uno de mis chicos que llamara a Burim —admitió—. Sabes tan bien como yo, Berti, que Drilon ha actuado de una forma muy extraña ante mi pregunta. Intuí que estaba mintiendo. Supongo que el que te mienta es problema tuyo, pero me mintió a mí también. Si pudiera interrogar al hermano, tal vez no tuviese que molestarte directamente. Pero he de averiguarlo para ocuparme de la mujer que estoy reteniendo sin provocar una reyerta familiar.

—Te lo agradezco, Aleksander. Ninguno de nosotros quiere una reyerta familiar, por supuesto: hermano albanés contra hermano albanés. Pues claro que me he dado cuenta de que Drilon mentía, así que le he llamado después de que te fueras y he vuelto a preguntarle. Le he dicho: «Nada de chorradas», y me ha contestado que sí, bueno, que quizá conociera a una tal Pia Grazdani. Ha intentado justificarse diciendo que se había olvidado porque no había oído el apellido o visto a la chica desde hacía más de veinte años.

Buda se sintió aliviado al saber que Berti opinaba lo mismo que él.

—Entonces ¿qué hacemos, Berti?

—Espera, puedo ponerte en contacto con Burim.

—Antes he de hacer otra llamada rápida.

—De acuerdo. Haz lo que debas y después vuelve a llamarme.

Buda se estaba complicando la existencia, pero llamó a Prek tranquilamente. Cuando su hombre descolgó, Buda habló y ni siquiera le concedió la oportunidad de responder. Le dijo a Prek que tenía que hablar con un hombre llamado Burim Graziani antes de poder decidir sobre Pia Grazdani. Comentó que estaba a punto de hablar con él, de modo que volvería a llamarle para darle la respuesta definitiva.

—Controla la situación con nuestra invitada una media hora más —dijo Buda—. También te informo de que estoy a más o menos media hora de vosotros. Estoy en Wayne, en la Ruta 23. Te llamo enseguida.

* * *

En cuanto Prek colgó por segunda vez, después de haber recibido la orden de controlar la situación, bajó de un salto de la furgoneta. Durante un momento, se quedó parado y aguzó el oído. Esperaba oír hablar en voz baja a sus dos sicarios hambrientos de sexo, pero no oyó nada, lo cual resultaba inquietante. Media hora antes, aquellos dos no podían parar de cotorrear. Prek se dirigió con rapidez hacia la puerta de entrada y oyó a Buda en su mente diciéndole que debían tratar a la mujer como a una invitada.

Mientras su intuición no dejaba de emitir alarmas, Prek se hizo reproches. No tenía que haber dejado solo a aquel par por más que deseara salir de la casa. Intentó abrir la puerta y la encontró cerrada.

—¿Qué…?

Rodeó la casa corriendo en dirección a la ventana de la habitación de matrimonio. Neri no se había molestado en correr las cortinas. Prek la golpeó dos veces y después corrió de nuevo hacia la furgoneta, cogió su pistola de la guantera, regresó a la ventana a toda velocidad y la destrozó con la culata del arma. Estaba furioso. Introdujo la mano y disparó una sola vez.