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EL CAJÓN

Llegan con ataúdes de estaño

Donde ha logrado su engaño

Meter a quien con ellos luchó.

Siempre se negó a rebajarse

Luchó para poder liberarse

Y en la lucha la muerte encontró.

Essen, 1934. Casa de obreros. Una mujer con dos niños. Un trabajador joven y su mujer, que han venido de visita. La mujer llora. Se oyen pasos que se acercan desde la escalera. La puerta está abierta.

LA MUJER: Sólo dijo que pagaban salarios de hambre. Y es verdad. El mayor está enfermo de los pulmones y no podemos comprar leche. No le pueden haber hecho nada.

Entran miembros de la SA con un gran cajón y lo dejan en el suelo.

HOMBRE DE LA SA: Por favor, nada de escenas. Una pulmonía la puede agarrar cualquiera. Aquí están los papeles. Todo está en regla. Y no hagan ninguna tontería.

Sale la gente de la SA.

UNO DE LOS NIÑOS: Mamá ¿está papá ahí dentro?

EL OBRERO, que se ha dirigido hacia el cajón: Es de cinc.

EL NIÑO: ¿No se puede abrir?

EL OBRERO, furioso: ¡Claro que se puede! ¿Dónde está la caja de herramientas?

Busca las herramientas. Su joven mujer trata de contenerlo.

LA JOVEN MUJER: ¡No lo abras, Hans! Se te llevarán a ti también.

EL OBRERO: Quiero ver lo que han hecho con él. Tienen miedo, eso se ve. Si no, no lo hubieran traído en un cajón de cinc. ¡Déjame!

LA JOVEN MUJER: No te dejo. ¿No los has oído?

EL OBRERO: Por lo menos podré verlo, ¿no?

LA MUJER, coge a sus hijos de la mano y va hacia el cajón de cinc: Todavía tengo un hermano al que podrían llevarse, Hans. Y a ti se te podrían llevar también. El cajón puede seguir cerrado. No necesitamos verlo. No lo olvidaremos.