—¿LA central nuclear Sajarov? ¿Estás segura? —ella asintió—. Si eso es cierto…
—Una vez desvelada la pauta, es lógico —apuntó Smirnov, que había pasado al ordenador del general las conclusiones de Vera.
Bubrov no perdió el tiempo. De repente, había recuperado toda su energía, y parecía que iba a estallar de hiperactividad.
—Deseo comunicación inmediata con la central Sajarov.
—No hay respuesta, señor —le contestó su ordenador, instantes después.
Los tres quedaron mirándose, asustados. El general exclamó:
—¡Pero…! ¿Cómo es posible que…?
Fue interrumpido por una voz femenina que, como sin darle importancia, habló desde la consola:
—Como habrá supuesto, general, soy Nina. Tienen cinco horas estándar para devolverme a Iván Nikoláevich. Estoy dentro de la central, junto al reactor. Si no cumplen lo que pido, todo saltará por los aires.
Bubrov rompió la pantalla de un puñetazo.