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COBRA-6 fue detectado en la península de Nueva Crimea, y los cuatro Mitsubishi más cercanos emprendieron un rumbo de intercepción. Horas más tarde, establecían contacto.

Era sorprendente. No tenía los escudos de contramedidas electrónicas levantados, y había descuidado el color de camuflaje. Su fuselaje era negro, sin número de matrícula ni insignias. Viró y se dirigió hacia sus perseguidores, al tiempo que abría comunicación:

—Tenéis cinco minutos para indicarme dónde escondéis a Iván Nikoláevich.

Los cuatro pilotos estaban nerviosos, pero las órdenes eran muy claras y las cumplieron. No contestaron a Cobra-6, que enfilaba hacia ellos a velocidad constante de mach-2, y a tres mil metros de altura. Activaron los misiles de cabeza nuclear y aguardaron a tenerlo a tiro, mientras rezaban para que no disparara primero, o hiciera algo raro.

Nada de eso ocurrió, y pasaron los cinco minutos.