EN la base, todos los intentos de contactar con Cobra-6 habían sido infructuosos; los canales permanecían mudos. De repente, una luz verde se encendió en un panel. Aliviado, el controlador de turno habló:
—Atención, Cobra-6, responde. Informa de inmediato.
La respuesta los dejó a todos helados:
—¿Dónde está Iván Nikoláevich?
Alguien reaccionó, a duras penas:
—Parece haber algo equivocado en el mensaje. Repite, Cobra-6.
Una voz femenina, incongruente por lo hermosa, le contestó:
—No me llamo Cobra-6. Soy Nina. Y si no me devolvéis a Iván Nikoláevich, os mataré a todos. Como a Buttayev.
La comunicación se cortó.
Muy arriba, un avión volaba solo, y recordaba.