OTRO día, otro vuelo.
—La Religión es una cosa muy rara, Iván Nikoláevich.
—¿Por qué, Nina? —repuso él, que provenía de una familia de cristianos neoortodoxos—. ¿Los ordenadores no creéis en Dios? —no pudo evitar un deje burlón en sus pensamientos.
—Después de darle muchas vueltas, creo que ese concepto es superfluo. ¿Conoces la navaja de Occam? Si puedes explicar la realidad de varias maneras, elige la más sencilla.
—Pero… tenemos que estar aquí para algo, ¿no?
—Para tirar bombas, actividad que tampoco se me antoja muy lógica, Iván.
—No, si digo aparte de eso… Pero no me importa; tengo fe, y sé que Dios existe. Tú nunca lo comprenderías.
—Intenta explicármelo, Iván. Así que existe…
—Sí, pero tus sensores no lo pueden captar porque no te lo permite. Es todopoderoso, ¿sabes?
—Bien, lo aceptaré como hipótesis de trabajo. Si es omnipotente, puede hacerlo todo, incluso ver el futuro.
—Efectivamente.
—Luego sabe todo lo que va a pasar…
—Así es, Nina; todo.
—Por tanto, carece de capacidad de asombro, ni de ilusión, ya que nada puede sorprenderle; luego no es todopoderoso. Además, seguro que se aburre. O a lo mejor os odia, ya que vosotros tenéis algo que nunca poseerá: os podéis alegrar a causa de acontecimientos agradables e inesperados, y ser felices. Sin duda está resentido por ello; por lo que sé de Historia, su única afición parece ser, además de crear un universo mal diseñado, vengarse de vosotros, haceros sufrir.
—Eh, espera… Debe de haber algo equivocado en tu razonamiento. Dios es Amor, es Bondad, es…
—¿Quién creó el mal, Iván?
—Pues el Demonio, el cual, para arruinar la Obra Divina, se…
—¿Y Dios no creó al Demonio, sabiendo de antemano lo que sucedería? Toda esa muerte, la desgracia, la infelicidad de aquellos que vivieron haciendo el idiota por miedo a pecar, la…
—Oye, ¿por qué no hablamos de otra cosa? —el tono mental del muchacho no era precisamente alegre.
—De acuerdo —dejó pasar un rato—. ¿Tenemos alma los ordenadores?
—¿Qué opinas del fútbol, Nina?
—¿El fútbol?