—¿ÉSTE fue el último? —preguntó Françoise al finalizar la grabación.
—Sí. Ocurrió mientras venías en el aerotaxi. ¿Cómo pudo excavar un hoyo tan grande?
—No lo hizo. Se limitó a aprovechar una oquedad natural del terreno; cortó unas cuantas ramas rectas, aguzó sus puntas y las clavó en el fondo. Sólo tuvo que disimularla con hojarasca y helechos.
—Sencillo, pero efectivo.
—En mis tiempos solíamos confeccionar trampas similares, aunque más pequeñas, sólo para herir los pies de los enemigos. Por supuesto, empleábamos clavos oxidados untados con excrementos. Como aquellos nativos eran semisalvajes, no podían curar las infecciones. En cambio, Dmitri prefiere hacer las cosas a lo grande.
—Pues parece que le salió bien, Fran.
Efectivamente, un pobre extra había caído en la trampa, quedando empalado, aunque no había muerto en el acto.
—Lo hizo a propósito —explicó Françoise—. La forma de disponer las estacas está diseñada para herir, no para matar. Dmitri se escondió en las cercanías para aguardar la llegada de auxilio, y ya ves lo que sucedió.
El agrav con el equipo médico se había detenido cerca del infortunado extra. Guderian acabó con los tripulantes e intentó apoderarse del vehículo, pero Nikolái lo hizo regresar por control remoto. El extra dejó de quejarse al cabo de un rato, y murió.
—Pobre… —murmuró Nikolái.
—Resulta patético contemplar la agonía de alguien sin poder evitarlo, ¿verdad? He sido testigo de esa situación demasiadas veces, y se pasa fatal. Joder, esto podría haberse evitado si nos llegáis a llamar antes…
—Al señor Waard no le agradaría que estos vídeos llegaran a poder de los familiares de las víctimas, me temo.
—Aún no comprendo cómo has podido copiarlos, Niko. El sistema parece inviolable.
—En algo hay que entretenerse durante los ratos de ocio, ¿no crees? —volvió a mirar las pantallas—. ¿Cómo es posible que el sargento sea invisible para los detectores IR?
—Los comandos de las nuevas generaciones presentan modificaciones muy útiles en el metabolismo. Ya viste cómo no le afectó el disparo de Mateo Huss; es capaz de inactivar varios miles de venenos, así que no digamos un vulgar narcótico. También puede regular la temperatura corporal periférica. En mis tiempos, el sistema era más rudimentario; yo misma soy capaz de quedar congelada, pero no podría moverme. Por supuesto, si alguien me tocara en ese estado, o hiciera algún ruido sospechoso, la sangre volvería a circular normalmente y entraría en actividad de inmediato, respondiendo a la agresión. Para eso tengo un termostato implantado en… bah, olvídalo. En cambio, Dmitri es capaz de moverse activamente en frío. El proceso debe de consumir mucha energía, pero no son raciones de supervivencia lo que le faltan, después de expoliar a varias docenas de cadáveres.
—Así se explica todo…
—Sí; los nuevos comandos presentan una fisiología de vanguardia, pero han perdido las buenas maneras. ¿Te diste cuenta cómo degolló al andrógino y a Eric? Es más elegante agarrarlos así, empuñar el cuchillo de esta manera y clavarlo en la ventana de los vientos. El cóndilo occipital; disculpa la jerga —hizo una demostración práctica sobre Nikolái, que se sorprendió al comprobar la fuerza física de la mujer, en apariencia débil—. Ay, Niko; se están perdiendo tantas entrañables tradiciones… —meneó la cabeza apesadumbrada.
Nikolái tuvo que tragar saliva antes de poder hablar.
—Indiscutiblemente, los comandos sois encantadores. Por cierto, ¿dónde estará ahora el sargento?
Françoise consultó el mapa de la Zona, en el cual había señalado las apariciones de Guderian.
—Cuando se topó con Eric Költz, seguía el curso de este riachuelo. La dirección se mantiene hasta que Mateo trató de retirarlo. Su vagabundeo se hace entonces aparentemente errático, pero yo diría que marcha hacia el norte. Apostaría lo que fuera a que anda ahora por aquí —señaló un punto en el mapa, y en ese mismo instante la alarma volvió a saltar—. Joder, ¿otro?
—Parece que te has equivocado, Fran. Ha ocurrido mucho más al sur de lo que pensabas.
—A ver, a ver… Rebobina la grabación. Fíjate: se trata de una trampa bomba. Son muy fáciles de fabricar con una granada y un cable resistente. Tropiezas, y ¡pum! Esa trampa debe de llevar horas montada, y tal vez no sea la única. Tendréis que limpiar la zona a conciencia cuando esto acabe. Como ves, mis suposiciones no quedan invalidadas —miró a la conocida pantalla, que marcaba 43-99. ¿Cuántos se ha cepillado ya?
—No todas las bajas son atribuibles al sargento. Los jugadores llevan un buen rato eliminándose entre ellos. Espera; tengo que contar a los que se ha cargado mientras examinabas los vídeos… En total, es responsable de la desaparición de cinco jugadores, veintidós extras, veinticinco empleados (entre Seguridad, pilotos y personal médico) y dos vehículos agrav.
—¿Qué ocurre cuando un jugador es eliminado por otro en el transcurso normal de la simulación?
—Un agrav baja a recogerlos. Milagrosamente, aún no hemos perdido ninguno en esa tarea.
—Es cuestión de tiempo —señaló con el dedo a la pantalla que mostraba al infeliz que había tropezado con la bomba trampa, cuyos restos estaban esparcidos en un radio de cien metros—. ¿Quién era?
—El jugador nº 78, un consejero delegado de la Sempai Biocorp.
Françoise creyó intuir un ramalazo de odio en la mirada del empleado.
—No sientes mucho amor hacia esos ejecutivos, ¿verdad?
Nikolái guardó silencio unos momentos antes de hablar, como abstraído:
—Yo nací en Thule, en un sistema vecino a Rígel. Era un mundo duro, inhóspito, excepto una estrecha franja ecuatorial de clima más benigno. Había fauna nativa, entre ella unos seres parecidos a los delfines terrestres. Eran muy inteligentes y simpáticos. Todos los niños nos aficionábamos a alguno, y jugábamos con ellos, nadábamos agarrados a sus tentáculos dorsales, les contábamos nuestros planes, nuestros sueños de críos, imaginábamos aventuras… Hasta que la Sempai Biocorp decidió construir un gran complejo químico en la costa. Nos opusimos en bloque, hasta el último habitante, y teníamos las leyes de nuestra parte. Estaba terminantemente prohibido edificar industrias potencialmente dañinas para los alienígenas, sobre todo si eran semiinteligentes. La Sempai sobornó alcaldes, compró voluntades, pero la ciudadanía se mantuvo firme. Y un día, todos los delfis aparecieron muertos, hinchados, flotando en el agua. Un prion, similar al de la encefalopatía espongiforme, dijeron… ¡Y una mierda! ¡Fue la Sempai! —Nikolái respiraba agitadamente; Françoise le puso una mano en el hombro y él se tranquilizó—. En fin, como ya no había especies interesantes que proteger, la Sempai pudo alzar su complejo químico. Entonces aprendí que es imposible luchar contra los más poderosos. Resulta preferible servirlos.
Françoise se levantó de la silla y se desperezó, llevándose las manos a la espalda.
—Mi mundo natal está en el sector Lynx. Era un planeta pobre, pero autosuficiente. Habíamos logrado un aceptable equilibrio con el entorno, y resultaba un lugar agradable para vivir. Por desgracia, un día llegó una multiplanetaria que, llenándonos los oídos con sus cantos de sirena sobre el progreso y revoluciones verdes, convirtió al planeta en un inmenso campo de cultivo, exportador de proteínas a los sistemas vecinos. Lógicamente, la multiplanetaria nos vendía las semillas y plántulas transgénicas; era imposible que un agricultor particular compitiera con ella. Se destruyeron casi todos los ecosistemas nativos, y la estructura social se fue a la porra. Muchos nos vimos en el paro, sin otro futuro que la emigración o la delincuencia. Por eso me largué a las F.E.C., a pesar de que muchas veces trabajamos para los que destruyeron nuestros modestos paraísos. Yo también estoy tentada de dejar que Dmitri los mate a todos, Niko, pero debemos cumplir con nuestro deber. Voy a ir ahora mismo a por él.
—¿Qué armamento necesitas?
—Ninguno. Sólo comida, agua y un equipo de supervivencia.
—¿Te has vuelto loca, Fran? ¿Desarmada, frente a esa máquina de despachar gente?
—Si Dmitri me viera acercarme con un fusil en la mano, primero dispararía y luego registraría mi cadáver. Créeme: trato de ponerme en su lugar y pensar como él. Si me encuentra desarmada, y con uniforme corporativo, tal vez se sentirá intrigado y me capturará, para comprobar si soy una fugitiva. Eso me dará tiempo para hablarle, hacerle razonar —señaló unos papeles sobre la mesa—. He estudiado toda la información disponible sobre él que nos ha proporcionado el ordenador del Gobierno Militar, y creo que sé cómo manejarlo. Es nuestra única oportunidad de evitar que esto degenere aún más. Sólo necesito un agrav con un buen piloto, que me deje cerca de donde supongo que está Dmitri, y que se largue a toda velocidad. También me haría falta un par de toneladas de buena suerte.
—Vas a correr un grave riesgo, Fran. ¿No hay otro modo?
—No se me ocurre ninguno. En fin, todo sea por conseguir unas vacaciones decentes. Si algo me sucediera…
—Descuida. El señor Waard será el primero que rece por tu salud.